DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 1 DE DICIEMBRE 2008 
NUMERO ESPECIAL

Portada

Presentación

De la república bananera a la crisis alimentaria

El imperio de las agroexportadoras

Engaños de la revolución verde

El medio ambiente en las plantaciones de América Central

La triste historia del DBCP


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De la república bananera a la crisis alimentaria

Vicente Boix


La que fuera casa de Sam Zemurray
en Nueva Orleans

En 1904, el escritor y humorista estadounidense O. Henry publicaba su obra Cabbages and Kings, en la que acuñaba por primera vez el término “república bananera” (banana republic). Lo hizo para referirse a Honduras, ya que en aquella época hablar de república era como decir dictadura. ¿Se basaría Henry en la figura y obra del magnate bananero Sam Zemurray, que por esos años desembarcaba en dicho país para sembrar los bananos que darían vida a la Cuyamel Fruit Company?

Años antes de la inspiración divina de Henry, habían nacido la United Fruit Company y también Castle & Cook. Luego vendría la Dole, la Standard y otras. Entre todas transformaron países enteros en latifundios donde sembraban plátanos y otras frutas exóticas demandadas por el público norteamericano. Se arrasó con la tierra, con las formas de vida, con las personas y se configuraron los países en nombre de la agro-exportación y de ese progreso insípido, inodoro e incoloro. Carreteras, puertos, caminos, leyes, monedas, comercios, subvenciones, embalses, títeres, ferrocarril, y represión, guerras, golpes de Estado cuando hicieron falta. Toda la idiosincrasia de los pueblos prostituida en nombre del banano globalizador.

Fue precisamente en esas fincas donde se utilizaría en los años 70 el dibromo cloropropano (DBCP), químico peligroso que dejó a miles de personas enfermas y contaminó por años el medio ambiente. Su triste historia ha sido recabada por quién escribe estas palabras, en el libro El parque de las hamacas. El ensayo empieza con el prólogo del embajador nicaragüense en España, Augusto Zamora, que refleja la crudeza en la época de máximo esplendor del “republicanismo bananero”. Finaliza con un epílogo compuesto por una noticia de noviembre de 2007 que anuncia la primera victoria judicial en Estados Unidos para nicaragüenses afectados. En medio, los detalles, vicisitudes, alegrías y tristezas de un producto y de una época. Pero es sumamente curioso que, justo un siglo después de que Henry acuñara el inmortal término, afectados por el DBCP introdujeran una demanda en Estados Unidos que ganarían tres años después. La diferencia entre el prólogo y el epílogo es evidente. Cada uno representa una época y algo está cambiando ¿no creen?

Vistos los acontecimientos de los últimos años, sí, posiblemente algo esté cambiando. Estas empresas perdieron poder efectivo sobre los países y a la vez éstos, poco a poco, renunciaron a ser el patio trasero de nadie. Aun así, también es muy cierto que si Henry pudiera resucitar y sentarse en su escritorio a la luz del candil, podría crear nuevas repúblicas para sus cuentos: “Las repúblicas sojeras”, “Las repúblicas independientes de los agro-combustibles”, “las repúblicas de la palma”, “las repúblicas eucalípticas”, “las repúblicas algodoneras” e incluso “la federación internacional de repúblicas modificadas genéticamente”. Tendría que limar la influencia de las agro-exportadoras, otorgándola a terratenientes sin fronteras. También a monarcas y aristócratas sin oficio ni beneficio. Debería incorporar en sus historietas a la OMC, al FMI, mezclar bananos con tratados de libre comercio, ajustes y reajustes. Sustituir dictaduras militares por democracias virtuales. En pocas palabras, le correspondería actualizarse.

Sin embargo, en lo que no debería hacer esfuerzo alguno (porque apenas ha cambiado en un siglo) es en comprender el papel de la tierra, del explotador y del humano del campo. Aun así, Henry difícilmente podría imaginar el actual exterminio planetario del agricultor tradicional. Menos un modelo que fuera globalmente más cruel y devastador que su “republicanismo bananero”, que permite especular con alimentos y que ha provocado 100 millones más de hambrientos. No podría comprender la velocidad con la que avanza la frontera agrícola, ni la impunidad reinante, ni la anuencia de la clase política. Casi que hubiera preferido no haberse levantado de su dulce morada, ahí dentro, calientito.

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