Usted está aquí: domingo 30 de noviembre de 2008 Cultura Studs Terkel desafió la historia oficial de EU al “dar voz a la cara de la multitud”

■ Su lucha, decía el periodista, era contra la amnesia nacional; falleció el 31 de octubre

Studs Terkel desafió la historia oficial de EU al “dar voz a la cara de la multitud”

■ El pueblo se hizo escuchar en las miles de entrevistas que realizó, en su programa de radio y en varios libros, el último, Touch and Go, donde adelantó su epitafio: “La curiosidad no mató a este gato”

David Brooks (Corresponsal)

Ampliar la imagen "Grabo, por tanto, existo", decía Studs Terkel, con referencia a su programa de radio, el cual duró 45 años “Grabo, por tanto, existo”, decía Studs Terkel, con referencia a su programa de radio, el cual duró 45 años

Nueva York, 29 de noviembre. Studs Terkel grabó la cacofonía popular de Estados Unidos al dar a conocer voces de los que no tienen voz; al revelar los misterios de trabajadores, de la vida urbana en este país, de los que participaron en las grandes guerras, las líneas profundas de raza, las experiencias cotidianas y personales de la Gran Depresión; al dejar una historia oral del pueblo como desafío permanente a la historia oficial de este país.

Terkel murió el 31 de octubre a los 96 años de edad; ese día se ausentó uno de los grandes periodistas estadunidenses, periodista en el mejor sentido, alguien que se dedica a registrar los acontecimientos a través de las voces de quienes los viven, de crear una memoria colectiva como tarea cotidiana, de contar el cuento de qué pasó, cómo y por qué para nutrir el diálogo verdaderamente democrático, donde todos participan en determinar el próximo capítulo del cuento, de la historia.

Su lucha, según lo decía él, era contra la amnesia nacional sobre la historia, el analfabetismo histórico: “estamos viviendo en el Estados Unidos de Alzheimer. Un país entero ha perdido la memoria. Cuando no puede recordarse el ayer, un país olvida lo que alguna vez quiso ser”, comentó.

Escuchar, su secreto

Fue galardonado con todos los premios mayores, incluyendo el Pulitzer; estrellas, políticos e intelectuales de todo tipo lo han elogiado. Pero prefería convivir con la gente, y no con los famosos. “He sido, de cierta manera, celebrado por haber celebrado las vidas de los nunca celebrados entre nosotros… Por haber prestado voz a la cara en la multitud”, escribió en su último libro, Touch and Go: A Memoir. Ahí escribió su epitafio: “La curiosidad no mató a este gato”.

Su infinita curiosidad lo hizo uno de los grandes entrevistadores de este país, ya que sus sujetos siempre sentían que él sí quería saber lo que pensaban y decían. Nunca preparaba sus preguntas y no le preocupaba interrumpir a sus entrevistados, pero establecía un diálogo que hacía que la gente expresara lo que jamás había dicho así, tanto famosos como no famosos. Su secreto: “escuchar”.

Como comentó un famoso periodista de CBS News, “cuando Studs Terkel escucha, todos hablan”.

Lo hizo en miles de entrevistas (más de 9 mil), las cuales se expresaron mediante sus libros, su famoso programa de radio en Chicago y en revistas y otras publicaciones. Habló con trabajadores, sobre todo, que reconocían a quien creció en las mismas condiciones que ellos.

Educado sobre el mundo

Hijo de un sastre inmigrante y una costurera, nació en Nueva York en 1912; a los 8 años la familia se mudó a Chicago, ciudad de la cual se enamoró y ciudad que se enamoró de él. En la casa donde se crió, sus padres rentaban cuartos y también era un centro de reunión para socialistas, comunistas, anarquistas, bohemios y sindicalistas de todo tipo –fue ahí donde Terkel dijo que fue educado sobre el mundo–.

Aunque su madre logró apoyar su educación en la Universidad de Chicago –donde se graduó de la escuela de leyes– jamás se dedicó a eso. “Lo que aprendí en la escuela de leyes fue Louis (Armstrong), Duke (Ellington) y Memphis Minnie. Eso me llevó a la radio.”

Trabajó con el Proyecto de Escritores del programa federal de obras culturales promovido por Franklin Roosevelt, y empezó a participar en radionovelas y otros programas, incluso uno de noticias deportivas.

En 1944 le fue otorgado un programa de música, y después se le ofreció un programa de televisión, donde empezó a realizar entrevistas.

Estrenó otro programa de radio que estuvo al aire pero fue cancelado, según él, por ser puesto en la lista negra macartista. De ahí, inició otro programa que duraría casi medio siglo y donde su voz se hizo famosa a escala nacional.

A lo largo de los años 50 y 60 Terkel trabajó con su programa de radio, escribió columnas periodísticas y participó en teatro. Pero fue en 1967 con División Street: America que arrancó su trabajo como historiador oral. Sin embargo, también continuó con otras actividades, hasta fue actor en la película del director John Sayles, Eight Men Out, en el papel de un viejo periodista, por supuesto.

Al aire, en libros y periódicos los estadunidenses podían escuchar y leer su propia voz en el trabajo de Terkel. Sus pláticas periodísticas se dieron con carpinteros, granjeros, ferrocarrileros, amas de casa, sobrevivientes de la Gran Depresión, participantes en los grandes movimientos laborales y de derechos civiles, veteranos de guerras; con la gente de todos los días. También entrevistó a personalidades, como el reverendo Martin Luther King, Bob Dylan, Simone de Beauvoir, Andrés Segovia, Leonard Bernstein, John Kenneth Galbraith, Bertrand Russell, Marlene Dietrich y más, pero lo que más le interesaba era la gente común.

Buscaba sobre todo las voces únicas y particulares que a su vez eran el vox populi, gente a la que trataba con el mismo respeto, tal vez más, que a los famosos. “Odio la palabra (gente) ordinaria”, dijo en entrevista con Esquire. “Díganme, ¿quién construyó las pirámides (de Egipto)? La gente responde que los faraones construyeron las pirámides. ¿Los faraones? Los faraones no levantaron ni un dedo. Esclavos anónimos construyeron las pirámides. Ellos son los que podrían contar cómo fue todo. A eso me refiero cuando hablo de observar la historia de abajo hacia arriba.”

“Nadie ha hecho más para ampliar la biblioteca estadunidense de voces”, declaró el ex presidente Bill Clinton al condecorarlo con la Medalla Nacional de Humanidades en 1997. Al hacer su tipo de periodismo, Terkel aportó algo que tenía que ver con historia, sociología, ciencias políticas y más –o sea, lo que en verdad es el buen periodismo–. De un lado del país a otro, o en su programa de radio The Studs Terkel Program, que duró 45 años (1952-1997) en la estación WFMT y que también se difundió por varias partes del país al ser sindicado, Terkel entrevistó a esta nación. “Grabo, por lo tanto, existo”, comentó.

Su primer libro fue Giants of Jazz, que apareció en 1956, pero fue en 1964 cuando publicó sus obras más reconocidas: una serie de historias orales empezando con División Street: America (sobre la vida urbana y la raza); Hard Times, acerca de la Gran Depresión; The Good War, sobre la segunda guerra mundial (ganadora del Premio Pultizer); Race, sobre raza; Working, sobre el trabajo y los trabajadores (la más vendida de sus obras, con más de un millón de ejemplares); The Spectator, acerca de quienes hacen cine y teatro; Will the Circle be Unbroken, que aborda la vejez y la mortalidad, publicado en 2001; sus memorias, Touch and Go, y su último libro recién publicado, P.S. (posdata), entre otros.

Su editor de libros, Andre Schiffrin, el reconocido fundador de la editorial The New Press, comenta que el secreto de Terkel en su trabajo era su “absoluto respeto” por la gente que entrevistaba. Recuerda, en un artículo en The Nation, que la única vez que Terkel fracasó “fue cuando le sugerí intentar un libro sobre el poder. La gente que abordó eran mentirosos tan versados que ninguno de ellos aun admitiría que estaba en el poder. Fue el único proyecto que tuvimos que abandonar”.

Schiffrin escribe que más allá de todos sus méritos, Terkel “fue uno de los intelectuales más originales de sus tiempos, cuyo trabajo nos ayudará a todos entender nuestro país y este siglo pasado”.

Largos obituarios

Su muerte, poco antes de tener el gusto de ver electo a Barack Obama, generó obituarios y comentarios por todo el país: la abrumadora mayoría elogiaba su contribución a la historia y al periodismo de este país, mientras que otros resucitaban sospechas sobre su amor y respeto a las voces anónimas del pueblo y sus causas, era un izquierdista, tal vez hasta marxista (¡ay nanita!, y esto en una nota sobre él en el New York Times, publicada un par de días después de un muy respetuoso y amplio obituario), y con ello se comprobó que el fantasma del macartismo sigue dando vueltas por aquí.

Todos los principales periódicos de la lengua inglesa han publicado largos obituarios y elogios, desde Chicago Tribune, New York Times y Los Angeles Times, hasta The Guardian y The Independent, al otro lado del charco. Ahí recuerdan que aún después de su primera operación del corazón, en 1996, regresó a su rutina cotidiana de dos martinis, dos puros y horas frente a su máquina de escribir eléctrica.

Ya se realizan actos para celebrar y conmemorar su vida. En esta ciudad, en un par de semanas se realizará un acto en el famoso Cooper Union, con la participación del historiador Howard Zinn, el director de The Nation y varios periodistas y escritores jóvenes y viejos.

Él ya había planeado su funeral. Quería que se diera lectura a la obra de Mark Twain y George Bernard Shaw, música de Schubert y el legendario bluesista Big Bill Broonzy, y que sus cenizas fueran regadas en una plaza de Chicago, donde como joven él se había parado sobre un caja para dar discursos sobre la rebeldía.

La Sociedad de Historia de Chicago ofrece un sitio donde se pueden escuchar algunas de sus famosas entrevistas: www.studsterkel.org

 
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