Usted está aquí: martes 11 de noviembre de 2008 Economist Intelligence Unit Ecos de la gran depresión

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Crisis

Ecos de la gran depresión

En qué se parece la crisis financiera de hoy a la de hace tres cuartos de siglo, y en qué no

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Ampliar la imagen Un trabajador muestra una pancarta en que se lee: "La crisis está llegando a Brasil y los ricos deben pagar la cuenta", durante una protesta mientras se desarrollaba el encuentro del G-20, este domingo en Sao Paulo, Brasil, donde se analizó la crisis financiera mundial Un trabajador muestra una pancarta en que se lee: “La crisis está llegando a Brasil y los ricos deben pagar la cuenta”, durante una protesta mientras se desarrollaba el encuentro del G-20, este domingo en Sao Paulo, Brasil, donde se analizó la crisis financiera mundial Foto: Reuters

El crédito fácil, dicen algunos, fue uno de los problemas. Y lo amplificaron las novedosas y frívolas técnicas financieras, en particular la compra de activos con dinero prestado, que utilizaban la magia aritmética del apalancamiento. Y, en el fondo de todo, un despreocupado e irreflexivo optimismo sobre el constante aumento de precios. Una receta perfecta para un gran auge y una ruinosa contracción.

Póngase “casas” en vez de “activos” en el párrafo anterior, y podría ser una descripción aproximada del estallido de la burbuja inmobiliaria estadunidense. Añádase “acciones”, y es posible que volvamos a finales de la década de 1920. Considerando que las fantásticas ideas financieras del siglo XXI se referían a deuda documentada, bonos de incumplimiento, obligaciones de deuda colateral y toda su rara parentela, la diferencia respecto de la crisis de 1929 fueron los fondos de inversión, empresas cuyo objetivo era especular con acciones de otras empresas, utilizando las maravillas del apalancamiento para multiplicar los rendimientos (y, al final, las pérdidas).

En territorio extraño casi cualquier mapa sirve, por incompleto o anticuado que sea. En la tentativa de salir de la crisis financiera de hoy existen varios caminos que estudiar minuciosamente. Entre ellos, uno diseñado en Suecia a principios de los años 90 del siglo pasado, otro en Japón durante la misma década y uno estadunidense de unos años antes. Por mucho, el que más asusta es el esbozado a partir de 1929. A menudo se hace referencia a él (ver gráfica).

Pero el mapa de la depresión sólo proporciona una guía incompleta de la forma en que la economía estadunidense ha llegado hasta donde está. El paralelismo entre la manía especulativa que terminó en octubre de 1929 y la burbuja inmobiliaria es seductor, pero engañoso. En la actualidad, la crisis del mercado crediticio, y todo el daño que podría hacer a la economía real, puede atribuirse al auge de la propiedad y los créditos subprime. En efecto, aunque los especialistas aún buscan las causas de la depresión, pocos creen que el estudio de la crisis de 1929 haya aportado mucho para entenderla. Ya había una desaceleración económica antes de que el mercado accionario se desplomara. Y aunque la política monetaria relajada favoreció la explosión de la reciente burbuja inmobiliaria, es mucho más incierto que haya contribuido al auge de la década de 1920.

Donde el estudio de la depresión resulta más útil es en evitar problemas más profundos. A principios de 1930 el déficit financiero era una herejía: en 1931, cuando los bancos destruían el sistema financiero de Estados Unidos (EU), el entonces presidente Herbert Hoover pretendió equilibrar el presupuesto federal, lo que de poco servía en esos días anteriores al Nuevo Tratado (Hoover fracasó rotundamente). La política monetaria también se estrechó, lo cual fue la principal razón, según argumentaron hace 45 años Milton Friedman y Anna Schwartz en un voluminoso libro, de que la recesión se convirtiera en depresión.

No es malo, entonces, que, como académico, Ben Bernanke haya estudiado la depresión con mirada seria, en particular la forma en que una alteración en el sistema bancario ha hecho más prolongada y profunda la caída. Durante una conferencia pronunciada en 2002, en honor al 90 aniversario de Friedman, el presidente de la Reserva Federal (entonces gobernador) se dirigió a Friedman y a su coautora y les dijo: “En cuanto a la gran depresión, tienen razón. Los políticos la hicimos. Lo sentimos mucho. Pero gracias a ustedes, no lo haremos de nuevo”.

Una lección menos obvia es que durante la depresión no era evidente qué tan mal se iban a poner las cosas o, dada la escasez de información económica, qué tan mal estaban. Un año después del derrumbe, muchos estadunidenses creían estar en medio de una recesión dolorosa, pero normal: no tan mal, sin duda, como en 1921, cuando la economía se contrajo una cuarta parte en un solo año. De hecho, las zonas rurales, donde residía 44% de los estadunidenses en 1930, estuvieron durante mucho tiempo en mal estado: la agricultura estaba en crisis desde principios de 1920.

Pero lo peor estaba por venir. Una ola de quiebras bancarias estalló a finales de 1930. Un problema en Creditanstalt, un banco austriaco, desató una cadena de acontecimientos que provocaron que Gran Bretaña abandonara el patrón oro y despertaron el temor de que EU sería el siguiente. Depositantes nacionales y extranjeros exigían oro a los bancos estadunidenses. Y ése no fue el último giro en la carrera cuesta abajo. Compárese entonces y ahora: un año después de que comenzó la crisis crediticia, en agosto pasado, la economía de EU parecía estar de pie y en buena posición. Hoy día eso se ve mucho menos seguro

Vale la pena revisar también el mapa político. Las brechas son peligrosas, sobre todo entre periodos presidenciales. Entre la primera victoria electoral de Franklin Roosevelt, en noviembre de 1932, y su toma de posesión, en marzo de 1933, la economía de EU cayó en una espiral aún más descendente. En febrero estalló otra erupción de quiebras bancarias. La crisis terminó y se llegó al fondo de la depresión mediante un asueto bancario, decretado por Roosevelt días antes de tomar posesión del cargo. Hank Paulson, secretario del Tesoro en 2008, cree que el sistema financiero no puede esperar hasta 2009 por un plan de rescate.

La depresión actúa también como advertencia de los errores políticos del Congreso. El gobierno de George W. Bush se enfrentó a ellos este mes. Hubo ecos, quizás, de 1930. Ese año vio aparecer la ley arancelaria Smoot-Hawley, producto de una sesión especial del Congreso convocada por Hoover para atender los problemas económicos. Los altos aranceles de importación ocasionaron un mayor declive de la economía mundial. Miles de economistas expresaron su oposición. (A Hoover tampoco le gustaba, pero decidió no vetarla.)

¿Es 2008 una repetición de 1929 o 1930? La pregunta parece absurda si se observa, no la senda por recorrer, sino el entorno inmediato. La economía estadunidense apenas comienza a entrar en recesión; entre 1929 y 1933 disminuyó más de una cuarta parte. Algunos economistas temen que el desempleo, ahora un poco superior a 6%, llegue a ser de 10%; en 1933 fue de alrededor de 25%, y muchos de los que trabajaban tenían jornadas reducidas y salarios recortados. Los estadunidenses no llaman hoy a las puertas de bancos para reclamar su dinero ni hacen cola alrededor de la cuadra para recibir sopa y pan. EU no es aún una tierra habitada por personas arrojadas de sus casas y de sus empleos. Tampoco debe permitir que llegue a serlo.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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