Usted está aquí: miércoles 22 de octubre de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ Derrumbe del apartheid económico

■ La crisis financiera condenará a millones al desempleo

Febriles, los “líderes” mundiales ya no saben qué hacer para evitar lo inevitable: el aparatoso derrumbe del sistema de apartheid económico por ellos impuesto a sangre y fuego. Hace mucho que el “motor” reventó, por mucho que, parche tras parche, quieran mantenerlo en funcionamiento, para lo cual no cesan de socializar el costo por las “reparaciones”.

Cientos de miles de millones de dólares fluyen con jovial intensidad para tapar hoyos irreparables, mientras el costo social, de por sí elevado, se dispara peligrosamente. Muchas han sido las estimaciones del costo económico del más reciente “estropicio” del modelo, pero muy pocas, por no decir ninguna, sobre su costo social, y en este sentido un primer elemento lo aporta la Organización Internacional del Trabajo: 20 millones de empleos cancelados, para incrementar a 210 millones los integrantes del ejército de reserva.

La OIT va más allá y subraya que la actual crisis financiera, que se fue desarrollando durante el último año y estalló en agosto, representa una de las mayores amenazas para la economía mundial en la historia moderna. La crisis del crédito y el colapso del mercado de valores comienzan a afectar las decisiones de inversión de las empresas, así como los ingresos de los trabajadores y el empleo. Algunas economías desarrolladas están prácticamente en recesión y el desempleo está aumentando. El crecimiento económico de las países emergentes ha disminuido, en algunos casos de manera significativa.

Si bien las medidas de rescate del sector financiero son importantes, también lo es abordar la dimensión estructural de la crisis, porque el incremento en la desigualdad de ingresos que se produjo antes de la crisis es especialmente relevante en este aspecto, toda vez que la desigualdad de ingresos va en aumento. Mientras el costo de las medidas para rescatar el sistema financiero recaerá sobre todos, los beneficios del precedente periodo de expansión estaban distribuidos de manera desigual.

En los últimos 15 años, apunta el organismo, en cerca de las dos terceras partes de los países para los cuales hay datos disponibles, el ingreso total de los hogares de altos ingresos se expandió con mayor rapidez que el de los hogares de ingresos medios y bajos. Se observan tendencias similares en otras dimensiones de la desigualdad de ingresos, por ejemplo los ingresos laborales en relación con los beneficios, o los salarios de más alto nivel en relación con los sueldos de los trabajadores. En 51 de los 73 países para los cuales existen datos, la masa salarial en proporción de la renta nacional disminuyó en las pasadas dos décadas. Además, durante el mismo periodo, la brecha entre el 10 por ciento de los asalariados con ingresos más altos y el 10 por ciento con los más bajos aumentó en 70 por ciento de los países para los cuales hay información. Ese fue un periodo de crecimiento económico relativamente rápido y de creación de empleo sostenida. En 2007, el empleo mundial fue casi un tercio más alto que en 1990. Pero el periodo de expansión que finalizó en 2007 fue más benéfico para los grupos de altos ingresos que para los de ingresos medios y bajos.

Mayor desigualdad en los ingresos sería socialmente perjudicial y económicamente problemática. Los estudios muestran que el conflicto social crece cuando se percibe que las desigualdades aumentan de manera excesiva. El apoyo de la sociedad a las políticas que favorecen el crecimiento disminuiría si los grupos de bajos ingresos y la clase media perciben que estas políticas hacen poco para mejorar su situación o la de sus familias, mientras que benefician a los grupos de altos ingresos. Las encuestas apuntan a una disminución de la tolerancia entre los entrevistados en relación con la creciente desigualdad.

Antes de la crisis financiera ya había señales que sugerían que las tendencias de la desigualdad de los ingresos eran insostenibles. Frente a la fuerte moderación de sus salarios, los trabajadores y sus familias se endeudaron cada vez más para poder enfrentar sus decisiones de inversión inmobiliaria, y algunas veces también las decisiones en relación con el consumo. En algunos países esta situación sostuvo la demanda de los hogares y el crecimiento económico, y fue posible gracias a las innovaciones financieras. Sin embargo, la crisis puso en evidencia los límites de este modelo de crecimiento. Por lo tanto, es fundamental para quienes están a cargo del diseño de políticas, garantizar que la desigualdad de los ingresos no aumente en exceso. Al mismo tiempo, cualquier acción en este ámbito debería tomar en consideración la necesidad de contar con un empleo sostenible.

La globalización financiera, puntualiza la OIT, es una causa importante de la desigualdad de ingresos. Se dijo que tal globalización mejoraría la asignación del ahorro y, por lo tanto, estimularía el crecimiento económico, relajando al mismo tiempo las restricciones del crédito y mejorando las perspectivas de ingresos de los grupos de bajos ingresos. Sin embargo, no logró contribuir al aumento de la productividad mundial ni al crecimiento del empleo. Por el contrario, la globalización financiera ha intensificado la inestabilidad económica. En los años 90, las crisis del sistema bancario fueron 10 veces más frecuentes que a finales de los turbulentos años 70. El costo de este aumento en la inestabilidad, por lo general, lo pagan con creces los grupos de bajos ingresos. Experiencias anteriores sugieren que la pérdida de empleos ocasionada por las crisis del sistema financiero fue especialmente grave, con efectos más duraderos en los grupos más vulnerables. También se puede prever que el desempleo aumente como resultado de la caída de las inversiones y esto puede intensificar aún más las desigualdades de los ingresos. Es más, la globalización financiera ha reforzado la tendencia decreciente del componente salarial en la mayoría de los países.

Las rebanadas del pastel

De la lectoría, sobre verdades y mentiras, en espera del próximo jueves: “en los indicadores publicados por Petróleos Mexicanos a septiembre de este año, informan que la importación de petrolíferos fue de 18 mil 300 millones de dólares. Corresponden a 152 millones de barriles importados a 120.6 dólares por barril, e incluye el costo del crudo. El crudo que utilizan las refinerías estadunidenses es el que Pemex exportó a 98.4 dólares por barril. Si se hace la resta respectiva (22.2 dólares por barril), significa que solamente hemos importado el costo de refinación que son 3 mil 400 millones de dólares, y no 18 mil 300 millones, como informa la paraestatal. Admito que es una forma contable de manejar los números, pero también podríamos concluir que una verdad multiplicada por 5.4 podría ser una gran mentira” (José Luis Apodaca Villarreal, [email protected]).

 
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