Usted está aquí: lunes 13 de octubre de 2008 Cultura Tirant lo Blanc revela su poderoso arte teatral en el Cervantino

cultura y arte a raudales

■ Calixto Bieito logra equilibrar los esquemas tradicionales y la vanguardia del oficio escénico

Tirant lo Blanc revela su poderoso arte teatral en el Cervantino

■ A partir de la novela escrita en el siglo XV, el director mezcla la identidad cultural catalana y gestas epopéyicas, cruce que desemboca en el reflejo de una realidad contemporánea

Pablo Espinosa (Enviado)

Guanajuato, 12 de octubre. Estallido de la vida en flor. Peregrinaje por el misterio insondable de la muerte y el sexo y el enamoramiento. Sentido del humor acidulado, hiriente, dulcemente tierno. Crítica brutal a la cultura de Occidente, a las taras de la religión cristiana, de la sociedad pacata, del viejo orden establecido. Todo eso es Tirant lo Blanc, montaje del maestro catalán Calixto Bieito (La Jornada, 9 de octubre de 2008). Junto a La Orestiada, puesta en escena por el maestro alemán Michael Thalheimer, lo mejor del arranque del Cervantino 2008.

El despliegue apabullante de la intensidad escénica a cargo de la Companyia Teatre Romea aglutina elementos, signos y claves en apariencia sencillos. En el transcurso del tiempo teatral se van desatando los nudos y la explosión es alucinante, en equilibrio asombroso entre los esquemas tradicionales del arte teatral y un aire de vanguardia inimitable. Lo que era sencillo se vuelca barroco, lo lineal es helicoide. Marejadas de adrenalina se desbordan sobre un escenario singular: una pasarela en cuyo vórtice nace y muere el trazo dramatúrgico.

El punto de partida es la novela Tirant lo Blanc, que escribió en el siglo XV Joanot Martorell, celebrada en el prólogo de este montaje por unas líneas de Miguel de Cervantes Saavedra. La anécdota servirá al genio de Calixto Bieito para edificar un juego de espejos donde la identidad cultural catalana campea por encima de la novela de caballerías, las gestas epopéyicas, los tratados de moral, la historia revolcada en una cantilación en borbotones que desembocan en la mayor contemporaneidad. Esta obra maestra de Calixto Bieito es también una ópera genial.

De Wagner a Madonna

Cantantes de ópera/actores catalanes. La combinación es estupenda. A la cantilación hermosa de la lengua catalana se entreteje el canto operístico y la música de Carles Santos, uno de los compositores representativos de la vanguardia europea en general y de la música de Cataluña en particular.

Además del canto de sopranos, contraltos, tenores, barítonos, un órgano es majestuosamente interpretado en escena por “Eliseu, la organista ciega”, y suenan también en altavoces elementos electrónicos, loops de varia invención para un recorrido fantástico que va de Wagner a Madonna.

Los detalles infinitesimales se suceden como guiños en un alud granguiñolesco. Hay signos que se pueden entender previo contexto, por ejemplo: en la primera escena de combate cuerpo a cuerpo entre dos caballeros de novela de caballería, la traspolación de signos lleva a una pelea de box contemporánea por igual que a un circo romano que a un partido del equipo de futbol Barcelona, porque mediante bocinas de bicicleta activadas con la mano algunos actores reproducen la porra que se activa con las palmadas de los asistentes a un partido del Barça en el mismísimo Nou Camp. Y claro, esto se entiende solamente si se ha estado alguna vez en un partido en vivo en ese bello estadio catalán.

El maratón de escenas lleva un registro tan amplio que espejea al mejor Buñuel irreverente, al Fellini comecuras y al Pasolini de Saló. Hay escenas que las buenas conciencias no pudieran soportar, como cuando un actor disfrazado de obispo felliniano da la comunión al público y en lugar de ostias deposita galletas en la lengua de los espectadores, mientras en una pantalla gigante, al fondo del escenario, acontece una fellatio.

La música retumba al unísono del borbotón de imágenes en alucinado diapasón. Del minimalismo de Michael Nyman a la música sexual de Il trionfo di Afrodita, de Carl Orff, al éxtasis místico de Olivier Messiaen.

Todo el tiempo el grito expresado con imágenes, gestos, guiños, bromas, ironías, de la reivindicación cultural de Catalunya.

Un ritual pagano plagado de rebotes culturales: la novela río se vuelca en espejeos: la nobleza del guerrero medieval se asemeja al porte del guerrero atemporal, la preceptiva sigue por igual El arte de la guerra, de Sun Tzu, que la apologética europea. Por igual Aristóteles que Freud. Nietzche niega la existencia de Dios mientras la divinidad se hiende en las carnes de los humanos.

Clímax, muchos clímax en escena. El estruendo de los cuerpos, el clamor de las batallas, el guerrero que vence a todos y que cae rendido de amor y muere de mucho amar.

Tirant lo Blanc, la ópera bombástica de Calixto Bieito. El esplendor en carne viva.

 
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