Usted está aquí: domingo 12 de octubre de 2008 Política A la Mitad del Foro

A la Mitad del Foro

León García Soler

■ Vejigas para nadar

Ampliar la imagen Las bolsas de valores abren y cierran bajo el signo del pánico; del impulso irracional del miedo. No atienden razones y no tienen confianza alguna en las medidas tardías de gobernantes. En la imagen, una pantalla muestra los indicadores bursátiles del viernes, en una calle de París Las bolsas de valores abren y cierran bajo el signo del pánico; del impulso irracional del miedo. No atienden razones y no tienen confianza alguna en las medidas tardías de gobernantes. En la imagen, una pantalla muestra los indicadores bursátiles del viernes, en una calle de París Foto: Ap

Las bolsas de valores abren y cierran bajo el signo del pánico; del impulso irracional del miedo. No atienden razones y no tienen confianza alguna en las medidas tardías de gobernantes; de conversos exorcistas de los demonios de la avaricia, la especulación, la ausencia de regulación y la fe en la sabiduría de la mano invisible del mercado. Mano negra. Pasan los días, caen los valores y el fantasma de la Gran Depresión recorre el mundo del nuevo orden global.

Ya hasta los funcionarios mexicanos del sector financiero reconocen lo que Agustín Carstens confiesa plácidamente que no vio venir. Será porque Henry Paulson, secretario del Tesoro del fundamentalista George W. Bush, toma medidas “estatistas”, y confirma que el gobierno adquirirá acciones de bancos y otras instituciones financieras, incluidas las hipotecarias y algunos fondos de inversión. No importa el color del gato... sino contener la fuga hacia el abismo global del contagio, por los vasos comunicantes del flujo instantáneo y continuo de capitales libres de toda regulación. Los lujosos bancos de inversión, las imponentes y prepotentes compañías de seguros, caen en Estados Unidos, en la Unión Europea, en Japón. El efecto dominó invocado para justificar las intervenciones armadas en el mundo bipolar de la guerra fría, aplicado al mundo financiero por la dura y terca realidad de la ética de mercaderes y el fetichismo del mercado que se regula a sí mismo.

Ahora podrá el ingeniero Ruiz Mateos prevenir lo que ya sucedió. El presidente Calderón anuncia que no necesitamos vejigas para nadar; que lo ahorrado a lo largo de cinco lustros y con gran sacrificio de los mexicanos, es algo más que balanza de alquimista para que Paco Gil y sus discípulos presuman de brujos del equilibrio, déficit cero, crecimiento nulo y empleo negativo para que cuadren las cuentas y sea sólido el monolito de nuestra economía. Entre los guardaditos de la locura del método hay algunos miles de millones del petróleo que permitirán al gobierno calderonista empezar de inmediato la construcción de una refinería. Hace 30 años que no construimos una, dijo orgullosamente Felipe Calderón. El mismo cuya iniciativa de reformas aseguraba que necesitábamos capital y tecnologías del extranjero para hacer refinerías y dejar de importar gasolinas.

“Miren lo que me encontré”- Eso y otros miles de millones para obras de infraestructura que reactivan la economía, requieren insumos de la industria nacional y, sobre todo, generan gran número de empleos directos. ¡Caray! Menos mal que antes de hundirnos por tercera vez, alguien le arrojó al titular del Poder Ejecutivo un mensaje encontrado en una botella: en tiempos de recesión hay que gastar, hay que invertir. Los recortes al gasto y los ahorros de la parálisis por miedo a la inflación; el dejar hacer, dejar pasar son contraindicados; los inversionistas sacan su dinero de la bolsa, los bancos no pueden dar crédito y del pasmo se pasa a la parálisis. Acierta el gobierno y atina Felipe Calderón al decir en voz alta, en el ágora electrónica, que hay políticas económicas “anticíclicas”. Y que se deben aplicar, aunque los oligarcas apoyen a los que en pleno naufragio aconsejan nadar de muertito.

El mercado no alivia los males del mercado, anticiparon en el Parlamento de la Unión Europea. Y Bush invierte dinero público para apuntalar el sistema y para comprar acciones en los bancos descapitalizados en el desastre del rechazo a la política, la negación del Estado regulador y el deber de proteger el ahorro de los ciudadanos. Y la supervivencia de la comunidad nacional misma. Hundidos en el fango, entre investigaciones de abusos de los inenarrables GEO’s, altos ejecutivos de las doradas empresas de la plutocracia estadunidense que se otorgaron bonos de retiro de miles de millones de dólares tras quebrar las empresas que dirigían, todavía se alzan voces entre neoconservadores y fundamentalistas que siembran desconfianza al socialismo solapado, a que el gobierno se quede con los bancos y acabe con la iniciativa privada.

Son los mismos que niegan la evolución de las especies y señalan la fecha, el día y la hora exacta de la creación. Los del G-7 se reunieron y resolvieron acciones colectivas para hacer frente a la crisis global, pero anticiparon que cada nación tomaría las decisiones propias. Así deja el poder George W. Bush: el desastre económico, la caída de Wall Street, la deuda externa de Estados Unidos multiplicada y con sus tropas como ejército de ocupación; atrapados entre la dependencia del petróleo del Oriente Medio y bajo la sombra siniestra de Dick Cheney: la encarnación del complejo industrial-militar sobre cuyo peligroso advenimiento los previniera Dwight D. Eisenhower. Adiós al Consenso de Washington. Barack Obama va a ganar las elecciones y el cambio, con la vista en el futuro, confirmará el ocaso del paradigma neoliberal, del mercado sin regulación financiera, de la concentración de la riqueza en las alturas con la suposición de que algo escurrirá hacia los de abajo.

Felipe Calderón vio la luz al final del túnel. No es el tren del capital extranjero para asociarse con Pemex. Y la recesión es larga y oscura. Los ricos tardarán años en recuperarse; nosotros tenemos 50 millones de mexicanos en pobreza extrema. Y la recesión prolonga los 25 años de crisis recurrentes que padecemos. Crisis de las clases dirigentes, de la persistencia del antiguo régimen de rentistas; ayer, aristocracia pulquera; hoy, oligarquía rastacuechera; devoradores de verdes billetes, capaces de consumir en una hora los seis mil millones de dólares que puso a la venta el Banco de México para detener la caída del peso y eludir la maldición del presidencialismo ilustrado: “Presidente que devalúa, se devalúa”.

Hay luz al final del túnel. Pero se ve feo pa’dentro, dicen los campiranos. Los partidos de la pluralidad coincidieron en que las propuestas de Felipe Calderón son adecuadas, son positivas. “Es la economía, estúpido”, dice el vigente lema de campaña de Bill Clinton. En México, cuando sentaban sus reales los del priato tardío, un maestro universitario devenido secretario de Estado les repetía insistentemente: “La economía es política, o no es economía”. Manlio Fabio Beltrones hizo lo suyo y vuelve a escena Francisco Labastida Ochoa. La iniciativa presidencial de reforma energética no se aprobará; será irreconocible lo que de ella quede en el dictamen de comisiones. La del PRI, despojada del proyecto de filiales, pasará al pleno, con el posible acuerdo de la bancada del PRD.

Pero en el río revuelto de la recesión cae el precio del crudo y el FMI apremia a México a acordar la reforma petrolera. Economía, pero no hay que olvidar que es economía política. Ni las palabras del presidente Lula, días antes del desplome de la banca de Sao Paulo: los mismos que nos decían qué teníamos que hacer y qué no podíamos hacer en el manejo de nuestras economías, están todos en quiebra. Los que nos prohibían otorgar subsidios, fortalecer la banca de desarrollo, establecer una política industrial porque, decían, señalaba ganadores y perdedores de antemano, hoy son rescatados de la quiebra con dinero público y el gobierno de Bush tiene que comprar sus acciones para capitalizarlos.

Se acabó el paradigma neoliberal. Sus instrumentos irán al basurero de la historia.

 
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