Usted está aquí: miércoles 8 de octubre de 2008 Opinión José Emilio Pacheco y T.S. Eliot

Javier Aranda Luna

José Emilio Pacheco y T.S. Eliot

Algún día tendremos que hacer el inventario de las deudas que tenemos con José Emilio Pacheco, uno de los grandes poetas de nuestra lengua y uno de los mejores cronistas literarios de Hispanoamérica.

Si sus poemas han continuado y renovado nuestra tradición poética, sus crónicas literarias han sido una ventana para reivindicar a nuestros clásicos y para mostrarnos lo más significativo de lo que se escribe en el extranjero. ¿Cuántos poetas, novelistas, ensayistas debemos a su generosidad? ¿Cuántas exhumaciones de escritores que tienen más vida que muchos mercenarios que viven de la tinta, como señalaba Pound?

El entusiasmo de José Emilio por la literatura lo ha hecho escribir crónicas estupendas y no pocas traducciones realmente notables. Y para ilustrar esto último baste pensar en la bellísima traducción de La estrella de madera, de Marcel Schwob, o en Los cuatro cuartetos, de T.S. Eliot, la mejor traducción que se haya hecho de ese poema a cualquier idioma, según Octavio Paz, por encima incluso de la traducción francesa en la que participara el propio Eliot.

En 1988, cuando se cumplió el centenario de Eliot, José Emilio Pacheco publicó en las páginas de este diario una primera versión de los Cuatro cuartetos y un año después la inconseguible edición de los Cuadernos de la Gaceta, que coeditaron El Colegio Nacional y el Fondo de Cultura Económica. A partir de entonces y para fortuna nuestra, Pacheco no abandonó el poema. De tiempo en tiempo lo ha seguido trabajando, en una especie de horas extras contra las que no existe huelga posible ni remuneración justa.

En 1998 José Emilio publicó en La Jornada otra versión del mismo poema, mucho más cercana al planteamiento original de Eliot: en la segunda parte de The Dry Savages Pacheco había utilizado en un inicio el verso libre y en la entrega de hace una década recupera el uso de la sextina, forma poética en la que cada verso rima con el que ocupa su lugar en la siguiente estrofa.

El uso de la sextina en la versión de 1998 es sorprendente, pero la versión del 28 de junio de este año no sólo cumple con la forma poética usada por Eliot sino alcanza el propósito más profundo de su poesía: provocar con el lenguaje coloquial, la imaginación auditiva. Eliot buscó que a sus poemas los sostuviera la música, que las imágenes y las ideas abstractas de sus líneas las fijara en la imaginación del lector la cadencia de las sílabas, el pulso de las palabras. Para Eliot la sonoridad del verso era fondo, medio para provocar la emoción. La música de la poesía, nos dice, “no existe aparte del significado”. En la más reciente versión, Pacheco logra eso.

Eliot escribió los Cuatro cuartetos entre 1939 y 1942. Por eso en algunos versos flota el polvo de la guerra: hay otros sitios –nos dice– que son también el fin del mundo, “pero éste es el más cercano en tiempo y en lugar”.

Hace una década que José Emilio Pacheco no publica un libro, pero en unos meses, cuando cumpla 70 años, nos compartirá su versión más reciente de los Cuatro cuartetos, con un ensayo introductorio y múltiples notas que nos permitirán conocer mejor no sólo ese extenso poema de meditación filosófica sobre la naturaleza del tiempo, la historia y el perfil del hombre cuyo principio, nos dice Eliot, es también su fin.

Por fortuna la nueva versión de los Cuatro cuartetos no será la única novedad editorial de José Emilio Pacheco en 2009: publicará después de 10 años de silencio con sus lectores un libro de poemas que resumirá, como pocos, algunas de sus obsesiones: el mar que no cesa, la memoria y el tiempo, el gran hechicero que todo transmuta en polvo, en nada.

El inventario de nuestras deudas con José Emilio Pacheco se incrementará considerablemente con los libros que señalo y tal vez sea el momento de proponerle publicar, en varios volúmenes, las crónicas literarias que ha publicado en su Inventario durante varias décadas. Eso no sólo serviría para ilustrarnos con su curiosidad literaria, sino también para conocer mejor nuestras deudas con él y decirle, con más elementos, gracias.

 
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