Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de octubre de 2008 Num: 709

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poemas
ARNOLDO KRAUZ

Voces
YANNIS DALLAS

Velvet Revolver y Libertad
SAÚL TOLEDO RAMOS

John Connolly: victorias pírricas
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Cantata (fragmento)
CARLES DUARTE

João Guimarães Rosa: gran señor y gran señora
RICARDO BADA

Los cien años de João Guimarães Rosa
HAROLD ALVARADO TENORIO

Bordar canciones
JUAN MANUEL GARCÍA entrevista con JUANA MOLINA

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Alonso Arreola
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Bauhaus, el eterno retorno del negro

No podemos decir que el regreso de Bauhaus sea como el de las muchas bandas que hoy reinciden aprovechando la moda retro, la melancolía e incluso el declive de una industria que deja huecos interesantes para artistas que alguna vez ostentaron el poder de venta. El suyo no es de esos regresos, porque desde su reunión de 1998 el cuarteto británico ha cumplido numerosas presentaciones y giras en las que, incluso a pesar suyo, volvieron a hipnotizar a nuevas y nutridas hordas de darketos y góticos que aún sueñan con la música más oscura de los ochenta, lo que mantiene al grupo en el altar de un culto plásticamente limitado, como se vio en su visita mexicana de 2005.

Todavía comandados por la aterciopelada y afectada voz de Peter Murphy (de las mejores en la historia del rock inglés), el guitarrista Daniel Ash, el bajista David Jay y el baterista Kevin Haskins otrora fundadores de Love and Rockets y también cantantes del proyecto, “están de vuelta”, pero porque finalmente se decidieron a editar un nuevo disco en estudio tras la desbandada de 1983 (hubo dos más en vivo): Go Away White, una obra interesante por su contención y humilde propuesta sónica; por ofrecer un recorrido casi en reversa, del presente al pasado, cuya tesis inicial parece sumarse al sonido garage, lo que momentáneamente extraña y hasta molesta un poco, para finalmente cerrar, la verdad sea dicha, como sólo los grandes saben hacerlo.

Así, pasados los dos primeros tracks, apuestas al sonido Beatle, Beach Boy y Velvet Underground con toques, sí, de Love and Rockets y tendencias indie, el blanco inicial se nubla poco a poco para dar paso a la ausencia de color y penetrar en las profundidades que hace veinticinco años poblaran estos titanes al lado de Siouxsie, The Cure, Joy Division, Nick Cave y demás sacerdotes del rock pop oscuro. Lo verdaderamente notable, empero, es que tal resultado no se consigue con el uso de teclados grandilocuentes o baterías reverberadas –clichés de aquel pasado–, sino con la simple crudeza del cuarteto más algunos coros (extraordinarios), pianos, cuerdas, programaciones, ruidos, estornudos, silbidos, susurros...

Siempre licuadora, con las voces bien al frente cuales proa de un barco conscientemente orgánico y vital, este Bauhaus es el de siempre, pero más rockero, pues también sabe al grunge de Porno for Pyros, al folk de Arcade Fire, a la irreverencia guitarrística de Muse, a muchos otros ingredientes bien balanceados, todos sometidos en torno al magnífico trabajo del trío instrumental. Ritmos contundentes, sencillos, más riffs cortantes, poco laberínticos, más bajos de obesidad rayana en el desvarío, mezcla que sin duda estremece al estéreo de cualquier casa medianamente rocanrolera. O sea que Bauhaus logra hoy lo que muchas agrupaciones intentan a base de una necia permanencia o de un regreso desesperado: mantener la personalidad, pero dejándose llevar por lo que tantos sucedáneos lograron a raíz, precisamente, de su relevante influencia.

Punto de quiebre y ejemplo nítido, el track número seis, “Saved”, inaugura el lado b de este Go Away White, habitado por diez cortes de mediana duración, llegando en momentos a las alturas vocales de Dali's Car, aquel proyecto en el que sumaran talentos Peter Murphy y Mick Karn, maestro del bajo fretless (sin trastes) ochentero. “Mirror Remains”, séptima pieza, es casi un tributo al viejo Bowie (recordemos que uno de los primeros éxitos del grupo fue “Ziggy Stardust”, composición setentera del gran camaleón “ojo de vidrio”). En ella la guitarra se convierte en taladro de dentista mientras el piano insiste con un acorde en pedal no apto para neuróticos. Muy distinto a lo que sucede en la siguiente, “Black Stone Heart”, pieza lúdica en compás de 7/4 cuyas voces y silbidos desafinados, adrede por supuesto, realzan un efecto cordal ridículamente transistorizado (sin la calidez análoga de los bulbos por la que tanto apuesta el conjunto).

“The Dog's A Vapour”, la composición más larga con casi siete minutos, es la penúltima de este sólido y entretenido álbum. Recostada en un soundscape secuenciado, en ella se relaciona al Murphy declamador con la afortunada estética de David Sylvian y de ese otro crooner maldito, heterodoxo, marginado… Scott Walker. El arreglo vocal, para este kilómetro de la carretera, es ya uno de los mejores pasajes en la historia del combo. O sea que, si las primeras canciones de Go Away White confunden por sus múltiples sentidos, la pasión de su parte media y el peso del último tercio son tan diáfanos que su aterrizaje es irremediablemente exitoso.

Con apenas tres minutos y cuatro segundos, “Zikir” cierra entonces esta vuelta de Bauhaus a los estudios de grabación, borrando el bajo y la batería con el regalo de una percusión minimalista y un fondo armónico abstracto, muestra del negro al que finalmente se llega tras renunciar, como dice su título, a ese blanco superficial que hoy llena nuestros días. Dicho de otra forma, Go Away White es la sabrosa gradación de grises con la que una gran banda vuelve a tomar postura.