Usted está aquí: viernes 26 de septiembre de 2008 Opinión Economía Moral

Economía Moral

Julio Boltvinik
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■ Recuerdos del movimiento estudiantil de 1968/ II

■ Papel de las autoridades universitarias. ¿Democracia o pirámide?

Ampliar la imagen Concentración estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en 1968 Concentración estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas en 1968

El pasado lunes tuvo lugar, con una nutrida concurrencia, el “Recordatorio del movimiento estudiantil de 1968 (ME68) y El Colegio de México (Colmex)”, en las instalaciones de esta institución, en el cual algunos de quienes fuimos activistas hace 40 años compartimos algunos recuerdos de nuestra participación personal en el ME68. Además de los militantes, en la mesa estuvieron dos invitados, Salvador Martínez della Rocca (El Pino), y Sergio Zermeño. También hubo participaciones del público, entre ellas las de varios profesores actuales del Colmex. Varios señalaron que los estudiantes no estábamos solos: tuvimos el apoyo de profesores, intelectuales y de algunas autoridades universitarias. Se resaltó el destacado papel del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra (JBS), en los acontecimientos. Zermeño señaló que ante la brutalidad del adversario (PRI-Gobierno-Presidente de la República) resultaba importante la alianza con la clase media. La postura de defensa de la autonomía universitaria por parte de JBS (bandera a media asta, participación en marchas y mítines) le dio respetabilidad al movimiento e hizo posible su alianza con la clase media, lo que se expresa, entre otras cosas, en la participación activa de la Universidad Iberoamericana y del Colmex.1

Varios de los entonces activistas del Colmex analizamos también el papel de Víctor Urquidi, a la sazón presidente de la institución. Isabel Molina señaló que Urquidi nos dejó hacer y no nos suspendió las becas, pero que tenía mucho miedo, lo cual se debe haber visto agravado cuando la fachada del Colmex (Guanajuato 125, colonia Roma) fue ametrallada una madrugada y varias balas penetraron en su oficina. Añadí que su comportamiento fue ambiguo, lo que ejemplifiqué con la forma en que me trató. Fui el único militante del Colmex al cual se le dictó auto de formal prisión. Me apoyó pagando un abogado para que me defendiera. Cuando salí de Lecumberri 40 días después (en libertad bajo fianza), me dio facilidades para presentar exámenes atrasados, lo que me permitió terminar a tiempo, en 1969, la maestría en economía. Sin embargo, me vetó para seguir trabajando en el Colmex. Antes de estudiar la maestría estuve casi dos años como ayudante de investigación. Me mantuvo mi sueldo de ayudante durante toda la maestría, pero no respetó el acuerdo de que me reincorporaría a la investigación una vez terminados los estudios. Es decir, me despidió. Urquidi continuó durante muchos años como presidente del Colmex. A la institución le fue bien durante el gobierno de Echeverría: edificio propio nuevo y decreto presidencial otorgándole la autonomía. Hasta que dejó de ser presidente pude volver a la institución como profesor-investigador en 1992.

Algunas participantes (Isabel Molina y Margit Frenk) expresaron que aquella era la primera vez que participaban en un movimiento político, y que la experiencia del ME68 les cambió la vida. Margit Frenk, profesora emérita del Colmex, narró el enorme miedo que prevalecía que, sin embargo, no impidió que la gente participara: era ya entonces profesora del Colmex y contó que, cada vez que salía para ir a una marcha le dejaba a sus hijas dinero por si no regresaba.

Relaté mi participación en la marcha del silencio. Recordé que al final de la manifestación del 27 de agosto (lleno completo en el zócalo, que durante cuatro horas continuó recibiendo contingentes) Sócrates Campos Lemus se hizo del micrófono y arengó a la multitud para que permaneciesen en plantón permanente hasta el día del Informe. El plantón facilitó la represión esa misma noche e hizo que los medios resaltasen ésta, opacando el enorme éxito de la marcha. Cuando en el Consejo Nacional de Huelga (CNH), días después, se planeaba la manifestación del silencio (13/09/68) propuse que para evitar otro desaguisado similar hubiese un control férreo del micrófono en el mitin del zócalo. Fui nombrado maestro de ceremonias para tal mitin con el encargo de ceder el micrófono sólo a los oradores programados. Era tal mi temor de no poder cumplir cabalmente la misión, que en lugar de caminar con el contingente del Colmex me instalé en el camión del Poli desde el museo de Antropología y me apoderé del micrófono desde ahí. Ya en el zócalo, arriba del camión, narré el lleno total que alcanzábamos y la entrada continua de contingentes, leí los comunicados que llegaban previa revisión de que fuesen de buena fe, anuncié a los oradores y les pasé el micrófono, y di por concluida la manifestación, pidiendo a todos que se dispersasen. No hubo sorpresas que lamentar. Todos los análisis del ME68 coinciden que fue el momento más alto de éste. Cinco días después el ejército invadió la Ciudad Universitaria. Fui uno de los cientos de apresados.

En el Recordatorio, Zermeño puso en duda el carácter ejemplarmente democrático de la organización del movimiento estudiantil que yo sostuve, señalando que la tendencia a reproducir la pirámide (la formación de un pequeño grupo dirigente en la cúspide) fue tapada por la represión del 2 de octubre. No dudo que se estuviese formando una elite. Pero las palabras de Pablo Gómez (y de otras personas) citadas en Memorial del 68 (UNAM-GDF, 2007) sobre la organización del CNH; avalan mi postura:

“El CNH no era un pequeño grupo, no era un caudillo: no había posibilidades de que semejante cosa se produjera. Ese parlamento llamado CNH estaba formado por los delegados de cada escuela, y esos delegados eran elegidos en asamblea. Los delegados, los miembros del Consejo, iban a consultar a sus asambleas…en las asambleas se discutían y volvía otra vez el punto de vista de las asambleas sobre lo que se estaba discutiendo. Era un procedimiento totalmente democrático y parlamentario, en el que los parlamentarios estaban obligados a consultar a sus electores antes de tomar una decisión” (pp. 74 y 76).

Creo que Pablo Gómez se queda corto: era una red de parlamentos con dos niveles. ¿Puede haber una mecánica más democrática que esa?

1 Guillermo Palacios, militante del Comité de lucha del Colmex, declaró a Memorial del 68 (UNAM-GDF, 2007, p. 65) que la manifestación del rector le dio al ME68 “un halo de institucionalidad” que animó a muchos profesores reacios a participar en él.

 
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