Usted está aquí: martes 23 de septiembre de 2008 Espectáculos Reviven tradición cosmogónica en Veracruz: el corte del Palo Volador

■ Un árbol se transforma en el centro del universo en la ceremonia totonaca

Reviven tradición cosmogónica en Veracruz: el corte del Palo Volador

■ Piden que los voladores de Papantla sean patrimonio cultural “cósmico” de la humanidad

■ Más de 200 personas partieron al monte San Lorenzo en una búsqueda sagrada

Jorge Caballero, enviado

Ampliar la imagen Impregnar de copal el árbol es parte del ritual con que la comunidad totonaca arrastra por el monte el tronco que utilizarán los voladores de Papantla Impregnar de copal el árbol es parte del ritual con que la comunidad totonaca arrastra por el monte el tronco que utilizarán los voladores de Papantla Foto: Roberto García Ortiz

Ampliar la imagen Alumnos del parque temático Takilhsukut, ubicado en Papantla, Veracruz, realizan el primer vuelo en el recién colocado Palo Volador Alumnos del parque temático Takilhsukut, ubicado en Papantla, Veracruz, realizan el primer vuelo en el recién colocado Palo Volador Foto: Roberto García Ortiz

Papantla, Veracruz, 22 de septiembre. El anterior remitente que se tenía de la realización de la ceremonia tradicional sagrada del corte y arrastre del Palo Volador en el pueblo de Totonacapan fue hace 57 años; el domingo pasado el rito se revivió cuando alrededor de 200 totonacas entre niños, mujeres, hombres y ancianos iniciaron la incursión al monte de la comunidad de San Lorenzo Tajín, en Papantla, Veracruz, para reanudar su más sofisticada y famosa tradición cosmogónica: la búsqueda del árbol del Palo Volador que 12 horas después, para ser exactos, sería identificado, cortado, trasladado y nuevamente erigido en el Parque Temático Takilhsukut, que servirá para encaramar a los voladores.

Según la leyenda, en tiempos inmemoriales durante un ritual del Totonacapan, después de cuatro días de festividades los cinco voladores iniciaron el ascenso al Palo Volador, la flauta y el tambor, sonaron mimetizados, invocaban a los cuatro puntos cardinales, mientras ellos giraban en su danza de descenso, el tecomate de la punta del mástil y los mecates se desprendieron del Palo Volador y los danzantes se perdieron en el firmamento prolongando su danza rumbo al Sol.

Todos en el pueblo quedaron desconcertados y se reunieron alrededor del Palo Volador para ver qué hacer, un hombre mayor propuso derribarlo pues se creía que los voladores/danzantes nunca volverían, así lo hicieron. Cuatro días después se escuchó la flauta fusionada con el sonido del tambor y los cuatro hombres aparecieron en el horizonte, pero al ver que ya no había lugar dónde asirse continuaron su travesía danzística/sagrada a través del cielo para no volver a descender jamás.

Los totonacas quedaron desconsolados, perdieron, según la conclusión a la que llegó el consejo de ancianos, la oportunidad de conocer el designio de la divinidad solar, información que portaban los elevados.

Ahora el pueblo de Totonacapan espera que algún día otros voladores se eleven al Sol y retornen con el mensaje sagrado.

En esta búsqueda se realizó hace dos días la ceremonia tradicional sagrada del corte y arrastre del Palo Volador, la cita fue a las 8 de la mañana del domingo. La congregación partió en camiones de pasajeros, de volteo, autos particulares, camionetas pick-up y de redilas, del Parque Takilhsukut a las inmediaciones del monte San Lorenzo, después de un recorrido de cuatro kilómetros la espesura del bosque se presentó ante los ojos de la procesión.

Dos ancianos, Genaro y Rosario, se enmascararon, el primero con una careta roja y barbada representando el mal/ desparpajo, el segundo con una rosa, lisa y lampiña, representando el equilibrio/ néme- sis/complemento del otro, así se convirtieron en Pilatos, encargados de pedir permiso al bosque, guiar a la procesión a través de su maleza, encontrar el árbol del Palo Volador y encabezar la ceremonia junto a un grupo de rezanderos totonacos, quienes comenzaron a quemar copal, arrojar aguardiente al bosque para que el permiso fuera concedido por la Madre Tierra.

La procesión volvió a iniciar la marcha con el imaginario salvoconducto sagrado encabezados por el Pilato Malo, quien montaba un caballo de palo del color de su máscara, mientras sostenía un diálogo con el Pilato Bueno en lengua totonaca, hacían bromas y entonaban rezos para encontrar el objeto que movilizaba al grupo de gente que mantenía un orden rígido: niños de blanco al frente, en medio hombres y al último las mujeres, se había informado que ninguna fémina debería trasgredir este orden porque sino el árbol del Palo Volador se escondería.

Al cabo de una hora como si fuera un incógnito en el bosque el Pilato Bueno señaló un enorme árbol zancón extremadamente recto de aproximadamente 25 metros de altura, los Pilatos se subieron al caballo de palo y galoparon con gritos jubilosos “¡iiijaaa!, ¡iiijaaa!, ¡iiijaaa!”

Al alcanzar el objetivo hicieron el señalamiento y comenzaron a reír, orar y celebrar por el hallazgo del árbol del Palo Volador, la procesión hizo un círculo alrededor de los guías y los secundó con un júbilo y fervor que provocó la contracción de la epidermis e inundó la quietud del bosque. El canto general era pedirle al infinito que cayera bien el árbol.

Entró en escena el Caporal, encargado de pedir permiso al árbol para ser cortado; la venia consistió en colocar flores alrededor de su base, arrojarle aguardiente, impregnarlo de copal, bailarle y rezarle, en toda la anchura de su circunferencia en los cuatro puntos cardinales y el centro que en ese momento era el árbol del Palo Volador de 45 años de edad, centro del universo en la ceremonia totonaca, pues todo era realizado para encontrarlo; mientras los Pilatos seguían sosteniendo un diálogo sagrado/irreverente.

Una vez zanjada esta cuestión comenzó el derribamiento del árbol del Palo Volador a cargo del Gran Sabio Conocedor, poseedor del conocimiento de dónde exactamente caería el árbol y que tenía a cargo cuatro hacheros a quienes hizo desfilar uno tras otro; mientras hachaban, los Pilatos se burlaban de ellos: “creo que si fuera mujer le pegaría más duro”, fue lo menos que les dijeron.

Después de muchos hachazos, desde puntos opuestos de la circunferencia del árbol se le ató una cuerda a diez metros de altura, una retahila de niños y hombres totonacas comenzaron a jalar y después de tres intentos el árbol sucumbió y cayó ensordeciendo/embrujando con su crujido/lamento de su única caída.

Después comenzaron los preparativos para el arrastre del palo, lo podaron, lo ataron y el grupos de 150 niños, adolescentes y hombres trataron de arrastrarlo, pero no “caminaba”, una cineasta que merodeaba haciendo tomas fue encarada por Leocadio Hernández encargado del arrastre y le dijo: “No puedes estar aquí, por eso el Árbol Volador no anda”; después los palanqueros y jaladores superaron barrancas, ríos y pendientes para llevar a su destino el árbol, el Parque Takilhsukul, tarea que llevó unas tres horas.

Ofrenda a Kiwichat

Una vez ahí en el agujero de tres metros que albergaría el Palo Volador se rindió una ofrenda a Kiwichat –Diosa del Monte o Dueña de la Tierra–, una gallina negra, además de tabaco y aguardiente. Comenzó el izamiento del Palo Volador una verdadera prueba de fuerza y fervor; mientras se efectuaba la tarea del levantamiento el maestro Francisco Acosta Báez, director del Centro de Las Artes Indígenas de Xtaxkgakget Makgkaxtlawana (El Esplendor de los Artistas, en totonaco) dijo: “Ahora que caiga el tronco comenzará a llover”, y cuando el mástil estaba erecto en todo lo alto coronado con el tecomate comenzó a caer una llovizna aterciopelada apenas perceptible, como una caricia.

El ritual sagrado concluyó con la invocación a los cuatro elementos y los cuatro vientos con el lanzamiento de los voladores de Papantla, quienes simbolizan el enlace entre la Tierra y el Cielo, lo humano con lo sagrado, acompañados por sones rituales en el profundo diálogo entre lo natural y lo sobrenatural.

Por cierto Salomón Bazbaz, director ejecutivo de Cumbre Tajín, informó que se inscribió y mandó el expediente a la UNESCO para que el ritual de los voladores de Papantla sea considerado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; lo presenciado en la ceremonia tradicional sagrada del corte y arrastre del Palo Volador, hace pensar que sería mejor ser pronunciado como Patrimonio Cultural Cósmico, más que humano.

 
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