Usted está aquí: lunes 22 de septiembre de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez

■ El Toreo, demolido

En la ciudad de México millares de personas pronuncian a diario el nombre de El Toreo, pero lejos de aludir a un arte lo hacen para referirse a una estación del Metro, convertida en otro de esos ejemplos nacionales que combinan caos y orden, basura e higiene, atraso y funcionamiento.

En el área coexisten puestos de fritangas, restoranes de calidad, table dance, microbuses hacinados, centros comerciales, perros callejeros, lodazales, ambulantaje y un inmueble ruinoso que alguna vez atestiguó faenas de apoteosis y contuvo a multitudes enardecidas: la plaza de toros El Toreo de Cuatro Caminos, con 18 mil localidades.

La escultura en bronce del maestro Humberto Peraza, que reproducía el histórico Par de Pamplona de Rodolfo Gaona, gracias al oportuno disparo y feliz ángulo del fotógrafo Rodero, afortunadamente desapareció cuando ya había sido reducida a nido de palomas y letrina de luces.

Con estos niveles de desidia empresarial, inconciencia cívica y negligencia municipal –Naucalpan–, no hay negocio que prospere, barrio que aguante ni tradición que perdure. El deliberado subdesarrollo en que hace décadas estamos sumidos, no da para más. Por eso moscas humanas, sujetadas a precarias cuerdas, han empezado a desmantelar el techo de lámina que un alucinado dueño decidió poner cuando no tenía la menor idea de qué espectáculos ofrecer.

¿Con qué objeto van a demolerlo? Exactamente con el mismo de su antecesora inmediata, la plaza El Toreo de la Condesa: convertirlo en otro centro comercial, que es para lo único que ha alcanzado la menguada imaginación de los marchantes metidos a empresarios, así como la de la afición taurina de México y de sucesivos gobernantes.

Y no obstante que el Toreo de la Condesa superaba por mucho al coso de Cuatro Caminos en acontecimientos verdaderamente notables, en ese entonces –1946– nadie, aficionados, gremios o autoridades, se opuso en serio a la demolición ni impidió el paso de las máquinas o detuvo el golpe de la piqueta. Y eso que al momento de ser clausurada la histórica plaza era propiedad de la Secretaría de Salubridad.

Por ello, en el caso del subutilizado escenario El Toreo de Cuatro Caminos, que no se le ocurra a ningún taurino derramar lágrimas de cocodrilo. Ni propietarios, ni autoridades, gremios o público atinaron a conjuntar esfuerzos, voluntades y preferencias, fiel reflejo del fracturado país que hemos “construido”.

 
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