Usted está aquí: jueves 18 de septiembre de 2008 Política Toma de CU

A 40 AÑOS

Toma de CU

El autoritarismo de Díaz Ordaz lo llevó a usar al Ejército como ariete contra el CNH

Gustavo Castillo García

Ampliar la imagen La revista Por qué? publicó el 4 de octubre de 1968 esta secuencia de imágenes de los Hermanos Mayo, sin pie de foto, sobre la detención de estudiantes en Ciudad Universitaria La revista Por qué? publicó el 4 de octubre de 1968 esta secuencia de imágenes de los Hermanos Mayo, sin pie de foto, sobre la detención de estudiantes en Ciudad Universitaria

A las diez de la noche, justo cuando los líderes del Consejo Nacional de Huelga (CNH) realizaban una reunión en la Facultad de Medicina, tanques ligeros, transportes militares y unos 10 mil soldados tomaron por asalto Ciudad Universitaria (CU).

Para un grupo de intelectuales, el movimiento estudiantil se había “transformado en una amplia y viril campaña política en defensa de los derechos y libertades democráticas de todo el pueblo mexicano”, menciona Ramón Ramírez en su libro El movimiento estudiantil de México, editado por Era en 1969.

Sin embargo, el gobierno consideraba que “el ambiente sicológico para que unos pocos condujeran a importantes sectores a una aventura suicida estaba ya formado. El ‘lavado de cerebro’ era automático (…) la sugestión colectiva había llegado al grado de efervescencia.

“Maestros cincuentenarios se sentían adolescentes junto a la muchachada que se había trasladado a vivir en la universidad. Incapaces de orientar, eran conducidos, junto con los estudiantes, hacia la culminación fatal de un proceso destructivo (…)

“En fin, el ‘poder estudiantil’ estaba listo para el ‘cambio de estructuras sociales’. Dos o 3 mil estudiantes se hallaban plenamente inoculados del virus de la revolución violenta, mientras en las aulas se almacenaban bombas molotov hechas con botellas de ron y tequila que quedaban vacías después de cada orgía nocturna.

“Provocadores” y paranoia oficial

“Y en la sombra, los provocadores terroristas, que querían ver fracasar al país en su compromiso de celebrar eficazmente los juegos de la 19 Olimpíada como primer paso de su desintegración total, sonreían”, afirma sin más argumentos el libro blanco del 68, elaborado en esos años por la Procuraduría General de la República (PGR).

Para el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz había sido una afrenta que el 15 de septiembre, en la explanada de CU, Heberto Castillo, integrante de la Coalición de Maestros, hubiera realizado una ceremonia del Grito de Independencia, ante lo cual consideró que “el poder estudiantil” había “llegado a extremos delirantes dentro de los recintos escolares”.

El libro blanco del 68 muestra la percepción del gobierno de Díaz Ordaz sobre el movimiento y afirma que “el ‘poder estudiantil’ había violado francamente la autonomía universitaria y la respetabilidad de las escuelas técnicas (…) tenía convertidos los planteles en enclaves territoriales, en cuarteles generales de sedición desde los que partían cientos de miles de volantes excitando al pueblo a rebelarse contra el gobierno, y también punto de partida de las ‘brigadas políticas’ que pugnaban por extender el conflicto a la órbita nacional”.

Agrega que en el seno del CNH “los provocadores y extremistas habían afianzado sus posiciones de fuerza (…) y que las autoridades universitarias resultaban impotentes y carecían de medios materiales para impedir que los planteles siguieran siendo focos infecciosos (…) sintiéndose dueños de la universidad, y amparados en su autonomía, que en realidad estaban pisoteando desde mucho tiempo atrás, consiguieron mantener la postura irracional. Igual que en Francia, la conclusión orgullosa era: ‘todo o nada’.

“El gobierno (...) tras casi dos meses de espera paciente y de tolerancia a injurias y a actos sediciosos (...) con elementos del Ejército Nacional (sic) recuperó la Ciudad Universitaria de manos del ‘poder estudiantil’, en una operación rápida e incruenta”, según refiere el libro blanco del 68.

La noche del 18 de septiembre, “decenas de tanques ligeros, vehículos artillados y de transporte, así como una brigada de infantería, el 12 regimiento de caballería mecanizado, un batallón de fusileros paracaidistas, una compañía del batallón Olimpia, dos compañías del segundo batallón de ingenieros de combate y un batallón de Guardias Presidenciales, en suma 10 mil efectivos al mando del general Crisóforo Mazón Pineda, se desplegaron en el campus y sus alrededores”, asienta el informe histórico de la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), del cual tiene copia La Jornada.

“Los efectivos del Ejército invaden CU (…) desalojan de las instalaciones a los estudiantes y padres de familia que, en ese momento, celebraban una asamblea en la Escuela de Economía (sic, la reunión se llevaba a cabo en Medicina), así como a maestros, funcionarios y empleados de la UNAM. Todos son transportados en vehículos militares y conducidos a la explanada de la rectoría”, agrega el informe.

Unas 700 personas “son obligadas a colocar las manos detrás de la cabeza; a la mayoría se les ordena colocarse pecho a tierra. Entre tanto, los soldados, fusil en mano con la bayoneta calada, se mantienen vigilantes.

“La operación se lleva a cabo sin que ninguna de las personas que se encontraban en el interior de CU presentara resistencia.

“A las 22:50 horas, un grupo de cinco soldados comienza a arriar la bandera que está a media asta desde que el rector la colocó en ese sitio el 29 de julio. Los detenidos se ponen de pie y entonan el Himno Nacional, prorrumpen también en vivas a México y a la universidad”; una vez que termina la ceremonia, los detenidos son obligados a tirarse de nueva cuenta pecho a tierra, agrega el informe de la Femospp, elaborado en 2006.

Reportes militares refirieron que en los edificios universitarios se encontró “propaganda subversiva”, consistente en volantes y “chistes en contra de las autoridades (policía y Ejército) y retratos de Che Guevara, Mao y Castro Ruz”, y que también hallaron “gran cantidad de propaganda antigobiernista y comunista pegada o pintada en puertas, ventanas, muros, paredes, escaleras y piso, con las siguientes leyendas: ‘Lucha hasta morir’. ‘Volveré y seré millones’. ‘Che Guevara’. ‘Únete a la lucha’. ‘Ahora el fusil’. ‘Marx’. ‘Si la victoria ya está cerca’.

“A las 0:20 horas del 19 de septiembre, en 20 camionetas panel de la policía fueron sacadas las personas detenidas. Una parte de los detenidos fue conducida a la cárcel preventiva de Lecumberri y otra a la Procuraduría General de Justicia del Distrito y Territorios Federales”. Fueron aprehendidas unas mil 500 personas.

El rector Javier Barros Sierra afirmó que la ocupación militar de CU “había sido un acto excesivo de fuerza que la universidad no merecía”.

Según el informe de la Femospp, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca declaró que “este acto lo perpetró el gobierno violando flagrantemente la autonomía universitaria y las garantías constitucionales, y que en esa acción se pretendía detener a todos los miembros del CNH que se encontraban sesionando en el auditorio de la Facultad de Medicina, pero afortunadamente, solamente fue detenido el representante de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas, Romeo González Medrano”, así también, que CU “estaba rodeada por elementos del Ejército y que dicho cerco se extendía hasta el norte de la Villa Olímpica”.

Violación de la autonomía

A su vez, Roberto Escudero declaró, también a la Femospp, “que el Ejército tomó CU sin violencia, pero el agravio consistió en que se les privó de su hogar como estudiantes violando la autonomía universitaria”.

Sin embargo, para el gobierno, según refiere el libro blanco del 68, la toma de CU fue la estrategia adecuada para detener la “fatal tormenta que se estaba incubando no sólo en la labor de los grupos extremistas e intransigentes que dominaban el CNH, sino en la inconsciente participación de muchos estudiantes, que creían a pie juntillas lo que los ‘ultras’ y algunos maestros les decían: que ellos, los estudiantes, a la cabeza del pueblo entero, estaban a punto de hacer una revolución socialista como la cubana, y que pronto el ‘poder estudiantil’ se esparciría a toda la nación tras de que el ‘gobierno burgués’ fuera derrocado”.

Eran las dos ópticas con las cuales se valoraba el movimiento, a partir de dos concepciones contrapuestas sobre la democracia y el país mismo.

Siguiente entrega: 24 de septiembre

 
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