Usted está aquí: martes 9 de septiembre de 2008 Opinión Sobre “la muerte”de la pintura

Teresa del Conde

Sobre “la muerte”de la pintura

Reflexionar sobre las exposiciones vigentes en el Museo de Arte Moderno o sobre la de Julio Galán en San Ildefonso y al mismo tiempo recordar dos muestras, casi consecutivas en el Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA), así como prever la inminente apertura del nuevo museo en Ciudad Universitaria, obra de Teodoro González de León, han suscitado planteamientos y encuestas no sólo entre los artistas e integrantes del campo artístico, sino entre estudiantes de otras disciplinas.

Las exposiciones del MUCA  (les dediqué en esta sección sendos textos) fueron La era de la discrepancia  y Las implicaciones de la imagen armada  ésta con una selección de la famosa colección Copel. La pintura estuvo casi ausente en ambas, excepto por la representación del Salón Independiente (1968), en la primera. Las rememoro a partir de una entrevista tipo encuesta en la que las interrogantes estuvieron dirigidas a comentar la prevalencia, menoscabo o muerte de la pintura.

Las actas de defunción, directas o indirectas acerca del “medio occiso” ya cumplen arriba de 200 años. El más importante de sus profetas fue G.W.F. Hegel (1770-1831) en sus Lecciones de estética. En forma paradójica se considera que el mismo filósofo es “padre de la historia del arte” (Gombrich), si bien simultáneamente  teorizó sobre la improcedencia o imposibilidad de lo que llamamos “crítica de arte”, debido a que éstas , según criterio hegeliano, están fuera del linde de la historia.

La verdadera obra de arte, Hegel dixit, “sólo puede ser expresión de la Divinidad”. Esto ocurre cuando extrae, sin adulterarlo, “el espíritu que mora en la nación” (en la nación donde se produce, África quedó fuera de tal ámbito y lo que es ahora Latinoamérica también).

Príncipe de la dialéctica, Hegel enunció una verdad contundente: todo arte es relativo, pues “está lejos de ser la más elevada forma de expresión del espíritu”. Se deduce que la frase es metáfora del espíritu de toda una época.

Así, toda crítica o comentario contemporáneo está en peligro de resultar blasfemo para el futuro. Cosa cierta. Hace unos 40 años la pintura pompier en museos como el MET, estaba relegada a las bodegas, ahora goza de especial aprecio gracias a la vigencia fenomenológica del kitsch.

En el siglo XIX, un muy cursi pintor académico, importantísimo como maestro: Paul Delaroche (1797-1856), produjo la primera e inequívoca acta de defunción: “hoy ha muerto la pintura”. No es que estuviera feliz con eso, sino que vio en 1839 que la fotografía ya no requería de la mano ni del ojo del pintor. Su intelección era totalmente mimética.

En 1981 Douglas Crimp lo retomó y lo anexó al hecho de que Ad Reinhard anunció que estaba trabajando “las últimas pinturas que alguien pudiera  hacer”, refiriéndose a sus pinturas negras de finales de los años 50. Por cierto, quien las ha visto sabe que distan de ser monocromáticas, como se ha supuesto.

La línea de demarcación entre arte moderno y arte contemporáneo suele situarse hacia 1960, probablemente debido a que según Arthur D. Danto los años 60 inician “una época de información desordenada” o bien a que marcan la primacía del pop frente a la última vanguardia, el expresionismo abstracto, que tuvo y tiene secuelas por doquier.

Como Danto concedió, la idea de Joseph Beuys de que todos somos artistas y cualquier cosa puede ser obra de arte, incide en esto, pero se ha malentendido. Lo que quiso decir Beuys es que todo ser humano  es creativo. No es cierto que cualquiera puede ser, sólo porque así se autodesigne, pintor, escultor, etcétera, del mismo modo que no cualquiera puede hacer música o ser matemático. Puede, quizá, producir ruidos o hacer números.

La idea de la muerte de la pintura corre pareja con la descalificación del museo, mas si recorremos espacios museísticos, los de esta ciudad, por ejemplo, veremos que aunque carezcan de presupuesto adecuado están lejos de ser descalificados.

Cierto, todo es posible hoy, todo podría ser arte, bueno o malo. Sin embargo, no es lo mismo la historia de las artes que la historia de la pintura. Siguen haciéndose buenas pinturas, dignas de insertarse dentro de la historia del arte a partir de los comentarios críticos sobre ese medio. No obstante, la crítica de arte no puede partir de la sola evaluación del espectador, pues las “impresiones críticas” a partir de cero,  o de casi cero, no crean consenso

 
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