Usted está aquí: martes 2 de septiembre de 2008 Opinión En defensa de la política

Marco Rascón
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En defensa de la política

Hoy que está cuestionada la clase política e incluso se le demanda que renuncie, es tiempo de defender, no a la clase como tal, pero sí a la política.

Deslindar la importancia de la política de los políticos en tránsito o de circunstancia es una necesidad de la misma política y de la sociedad. No se resuelve el problema de la política cuestionando su ejercicio, sino deslindando su esencia de los intereses mediocres de los políticos que conciben la política como poder personal. La defensa de la política como actividad civil, instrumento de civilización, ciencia de la comprensión de los problemas, ingeniería que diseña y construye las estructuras de la sociedad futura, reglas para la eficacia de los gobiernos, la advertencia contra los errores colectivos e institucionales, pensamiento histórico y filosófico, derecho de los ciudadanos, obligaciones de los gobernantes, es una necesidad colectiva y contemporánea en el diseño de una nación moderna.

Los que ejercen y hacen profesionalmente la política en un país deben ser ciudadanos con principios. La ideología de los políticos de las diversas fuerzas que protagonizan en la política deben tener ética y principios, actuar por convicciones y no sólo por ambiciones.

Ligado a la política está el tema del poder y éste a su vez forma parte esencial de la política y los políticos: la búsqueda del poder une al hombre con el ejercicio, y por ello, para bien, hay que ver la política como una ciencia humana y no como el mal de la traición, la envidia y la ambición.

La política es lenguaje; la palabra, acción, construcción de conceptos, forma de entender los problemas y presentar opciones para resolverlos. Los políticos deben pensar más allá del presente, interpretar los estados de ánimo, definir el rumbo y unificar en torno a él.

Construir políticos con credibilidad es una de las tareas más difíciles de las sociedades, pues en nuestros tiempos los políticos por lo general se construyen tratando de destruir a otros políticos en la lucha cada vez más estrecha de la pirámide del poder. Todo ello resulta trágico, pues cuando llegan a la cima, todos terminan haciendo lo mismo, y del lenguaje agresivo contra otros el discurso se convierte en justificaciones de lo que no se puede hacer, ya sea por presiones externas, fuerzas incontrolables, desastres naturales, etcétera.

Las sociedades miran a sus políticos y la única defensa es reírse de ellos, caricaturizarlos o demandarles que renuncien. Los políticos en respuesta se ríen de los ciudadanos, pues han forjado a manera de protección la impunidad y la complicidad entre ellos ante la amenaza del juicio severo de los ciudadanos. Para protegerse unos hablan a nombre de la izquierda, de los héroes, de la democracia, de los valores familiares, de la ley, de la defensa de las instituciones, pero nadie habla del futuro. El ejercicio es cazar la frase desafortunada del contrario para demostrar que el que no ha dicho nada tiene la razón. La competencia de los políticos es demostrar que el otro es peor y esto ha hecho que en México la política en general esté en manos de los mediocres.

Los ciudadanos se equivocan cuando buscan políticos que sean ciudadanos que no tengan ninguna preparación política. Al quirófano no puede entrar un ciudadano que no sepa medicina ni puede hacer edificios quien no haya pasado por clases de cálculo en ingeniería. Por ser una ciencia abstracta, la política que se aplica en lo concreto puede incorporar al ejercicio, a todas las profesiones, de todas las actividades, pero por ello, al momento de asignarle representatividad, el político debe demostrar un juicio y una visión más allá de su gremio o su clase de origen, pues su tarea es construir la base de la sociedad futura con el material del presente.

Sin política hay violencia. La política es la sangre para la paz y el crecimiento, aunque la sangre también se enferma y de la política puede nacer por torpeza, autoritarismo, insensibilidad, ilegalidad, absolutismo, violencia. Y una medida contra la violencia es el ejercicio de la política; la comprensión de lo que sucede en las calles, las plazas y las urnas. La tarea del político es verlo todo en conjunto y saber lo que se está moviendo en la sociedad; el que desdeña un tema por el otro, el que dice que el asunto de uno es menor al propio, el que justifica y minimiza demandas y preocupaciones, no es un político necesario en este tiempo.

La política es lucha de contrarios, pero gana quien unifica y da condiciones de coexistencia. La democracia requiere una sociedad justa, bien alimentada, saludable, bien educada, informada, crítica, politizada, lo cual hace temblar a los políticos mediocres.

Hoy la renuncia de todos los políticos es sana, pero sólo pueden surgir de una revolución democrática desde abajo que barriera con este sistema de partidos que ha creado una clase política cínica, irresponsable y mediocre que mal gobierna.

PD: A Gilberto Rincón Gallardo

 
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