Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de agosto de 2008 Num: 701

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Santiago Hernández: de Niño Héroe a caricaturista genial
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Poniatowska: el compromiso de consignar
ROSARIO ALONSO MARTÍN

Tres poetas de Guatemala

Una deuda cultural pendiente
FABIÁN MUÑOZ entrevista con
LUIS LEANTE

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Tres poetas de Guatemala


Escudo de Guatemala por Blackcreativebox

Guatemala es un panorama accidentado de creadores que nacen y mueren con y sin gloria, anónimos dentro de una sociedad pobre como la de muchos países de Latinoamérica, “gente guerrera”, en palabras de Alejandro Marré, que ha hecho hasta lo imposible por ganar un espacio para difundir su obra. Este es un sondeo representativo de la poesía que hoy se escribe en el país de Luis Cardoza y Aragón y Miguel Ángel Asturias, a manera de mínimo homenaje al inolvidable poeta guatemalteco Otto-Raúl González.

Ricardo Venegas

XIX escribe A la iglesia de Tiatira

Wingston González

El hijo de Dios/ Me grita el mendigo Rita desde las palabras, hey tú hijo de mierda, y mis monedas titilan, no yo, el dinero/ Apocalipsisnuncaoahora / en el parque miran la luz opaca de un farol/ así es nuestra historia; deseamos ser Bolivia, París o Israel. Qué otra cosa no pudo ser papá que a Rasta for Jah. Una piedra gótica en el zapato del hijo de Dios y el exceso en todo, en las manchas Nicaragua en la Gestal, en los niños con pesas en las manos (y la vida pasa) y la ansiada conciencia de la muerte/ una moneda para El Arca de la Alianza y seguir a verga/ llorar deberías y no reír ¿de qué reír? Cómo puedes montar en cólera sobre una tragedia como ver al Padre andar descalzo entre la ceniza/ los cadáveres no están ahí, hijo de Dios / a tiempo sigue la muerte el café los martes, viernes y miércoles de Cuaresma. Bien podrían ser los bolivianos siervos de la cia y celebrar sus bodas en el mar, hijo de Dios / el mar es un ataúd enfermo abierto por los pies del espíritu de nuestros padres.

Wingston González (Livingston, Izabal, Guatemala, 1986) aparece en la recopilación Memorias del Ixtágel del grupo literario Manantial de la ciudad de San Marcos. Ha publicado Los Magos del Crepúsculo [y blues otra vez] , 2005.

Reapertura

Ángel López Santizo

cuelgo mis contradicciones
en un delgado lazo,
hoy las abandonaré
a los escasos vínculos
entre lo ya lejano
y lo por alejarse,
luego, haré lo mismo
con todas mis certezas,
más tarde lo haré
con lo que no me es
ni certeza ni contradicción

hay una estación
en que cada ser,
como un anacoreta
común y corriente,
debe saber que es tiempo
de desprenderse
de todo cuanto fue,
abandonar las propias ruinas,
olvidar las propias esperanzas
y dejarse a la deriva
de lo desconocido

para qué reandar
lo antes andado,
para qué justificar
lo que se fue
y ya no se es,
para qué conservar el boleto
del viaje que nunca se realizó

recorro las paginas del diario,
de una de sus ilustraciones
se fugan inusuales aves celestes
que saben refugiarse
al este de mis estanterías,
las escucho susurrar
confesiones que no comprendo,
además no me interesa

que nadie se confiese
y me veo una vez más

solo como siempre,
pensando en todo
cuanto se debe abandonar,
en reabrir
las infranqueables cerraduras
de lo que no he visto,
en que todos debemos dejarlo todo,
es tan fácil,
tan simple
y tan lógico
como hacer que las horas
caminen el reloj
a contracorriente

pero persisto impasiblemente
en la misma vieja silla,
en el mismo enmohecido patio,
bajo el mismo sucio cielo,
incapaz de claudicar
la persistente ansiedad
por rehabitar espacios
que no existen más

vuelvo a descolgar
mis contradicciones,
mis certezas
y todo lo que no me es
ni una ni otra,
las guardo pacientemente
bajo mi silla,
busco en mis papeles
el viejo boleto,
aliviado descubro
que aún está,
continuo siendo
el extraño artilugio
que siempre fui…

Ángel López Santizo (Antigua Guatemala, Guatemala, 1976) escribe narrativa y poesía. En 2002 publicó el poemario Secuencias para un sueño oxidado ; ese mismo año ganó el premio Relato Subjetivo de la revista española Cáñamo.

(Blue Paradoxs On Teillier)

Pablo Bromo

A Alan Mills

Tenés
que abofetear a la muerte,
bailar tango mientras cantás la de Perales,
usurpar el vino más caro de la alacena de tu chula novia,
tintamanchar con dos o tres dignas copas
el mantelito que cubre la mesa de roble de la salita del fondo.
Tenés que trabajar en campañas antitabaco,
salir a la salita de espera, ser creativo,
liar con dios o con el diablo, tenés que fumarte la mitad del sueldo.

Tenés que escuchar música fina
para que no digan que sos incauto.
Tenés que saber de yoga, instituciones políticas,
derechos neoliberales, prosas famosas, programas de tv .
Tenés que saber de memoria el menú de Mcdonald's.

Tenés que hacer dietas, ir al gimnasio,
lustrar los zapatos, lavarte la sucia boca diez veces al día.
Tenés que ignorar la injusticia, pagar las cuentas al día,
hacerte sabio en un cursillo de superación dos veces por semana.
Tenés que practicar el i Ching, facturar honorarios, saber de yoga.

Tenés que desvestirte y pretender que te gusta.
Tenés que desvariar y ponerte intelectual en las mesitas redondas.
Tenés que masturbarle la mirada a la tristeza y encender un habano,
tomar un caro Scotch, pedirlo en botella, pagar la cuenta,
para que no digan que sos hueco, cursi o aprovechado.
Tenés que dirigir una revista, pasear al perro, comer mierda de lujo,
abastecerte con las mejores drogas de diseño, asesinar al puto olvido.

Tenés
que hacer la cama, colgar el cuadro, compartir el sueldo.
Tenés que repetir la historia y darle vuelta
para que el acetato de la indiferencia no se repita
y luego recriminen con ahí viene éste con la misma historia .
Tenés que ir a los bares, juntarte con la suegra, impedir que te asalten,
tenés que viajar cuarenta minutos y hacer cola otros veinte.
Tenés que pretender que sos culto, que fumás marihuana,
que sos un escritor cool con gustos serios,
pero que no te gusta nada tan ‘serio', tan ‘serio' cómo los beatniks .
En todo caso,
tenés que hacer llamadas sinceras para que no te olviden.
Juntar la basura, olfatear las minifaldas de tu amiga, escribir poesía.
Tenés que pagar las cuentas, pregonar ante el silencio, saber de yoga.
Conocer de Jung, cantar al Buki o José José, pero bailando la Lambada.
Tenés que asaltar a los dioses de la buena poesía,
impedir que te espanten los años, no sucumbir ante el día a día.
Tenés que escuchar Chopin, Mozart, Wagner o Brahms
para que no digan después, que sos reguetonero.

Tenés que aprisionar los miedos,
derretir la sangre, invertir en lujos; en fin, jugar con fuego.
Tenés que invertir en la bolsa, saber de yoga, ahorrar la renta.
Pagar los peajes que conducen al infierno, envenenar al mundo,
crucificarte solo, enderezar los clavos, tragarte tu propia cicuta.
Tenés que confesar, tomar el ascensor, pagar los gastos de tu entierro,
firmar con tinta china legible, tu triste y blanco epitafio.
Tenés que beber vino, si te ofrecen vino.
Tenés que beber agua, si te ofrecen agua.

Tenés que engañarte, un domingo sin tristeza, diciéndole al espejo:
“Vendrán nuevos rostros, vendrán nuevos días.”

Pablo Bromo (Guatemala, 1979) ha publicado Cometas breves, 199, Automicidio semántico, 1998. Diafragma numérico, 1999 y Rítmico, 2002.

Intervención callejera de los diseñadores Above y Ripo en Ciudad de Guatemala