Usted está aquí: lunes 23 de junio de 2008 Cultura La cacería por la mejor foto, negocio en auge

■ Dedican en Berlín muestra a los paparazzi

La cacería por la mejor foto, negocio en auge

■ Los osados fotógrafos son maldecidos de manera pública, pero admirados en secreto

Eva Usi (Especial)

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Ampliar la imagen Marlon Brando y el fotógrafo Ron Galella, arriba, y sobre estas líneas, Elaine Guy, captada por Edward Quinn, imágenes incluidas en la exposición que se presenta en la sede de la Fundación Helmut Newton, en la capital alemana Marlon Brando y el fotógrafo Ron Galella, arriba, y sobre estas líneas, Elaine Guy, captada por Edward Quinn, imágenes incluidas en la exposición que se presenta en la sede de la Fundación Helmut Newton, en la capital alemana

Berlín, 22 de junio. Los paparazzi, fotógrafos de la prensa sensacionalista que acechan con su cámara a las estrellas del mundo de la farándula son maldecidos públicamente pero admirados en secreto. Ellos contribuyen a la fama y el glamur que rodea a figuras inaccesibles para el común de los mortales, pero también alimentan la voracidad de los lectores de la prensa amarillista que quieren ver a los famosos tomados por sorpresa, reírse de ellos, verlos ridiculizados o humillados.

La Fundación Helmut Newton dedica una exposición a los que llama chicos malos de la fotografía, con la cual documenta el inicio y desarrollo de esta lucrativa y arriesgada variante del periodismo gráfico.

La muestra titulada Pigozzi y los Paparazzi reúne 350 fotografías en blanco y negro y a color de estrellas del jet set de los años 60 y 70. Se ve a famosos de la pantalla grande y del espectáculo que son fotografiados en situaciones de la vida cotidiana; Alain Delon, Woody Allen, Grace Kelly, Jack Nicholson, Brigitte Bardot y Marlene Dietrich, entre otros, son captados en fiestas, en la calle y en la playa.

Jean Pigozzi es amigo y fotógrafo de la alta sociedad. El acaudalado heredero de la fábrica automotriz Simca y coleccionista de arte, se fotografía a sí mismo en compañía de sus famosos amigos. Se le ve con expresión seria en medio de Jerry Hall y Mick Jagger, o tomado del brazo de Carla Bruni antes de que se convirtiera en primera dama de Francia. “Es una manera divertida de contar a quién vi, y me resulta fácil hacerlo porque tengo brazos muy largos”, dice Pigozzi aludiendo al disparador de su cámara. Penetra la vida privada de los famosos que le sonríen y se muestran despreocupados ante su lente, pero vociferan y se ocultan ante los paparazzi.

“Yo no soy paparazzi”, afirma Pigozzi, quien fue amigo del fallecido fotógrafo Helmut Newton, y la obra de ambos sirve a los organizadores para abordar el mismo tema desde un ángulo distinto. Newton siempre tuvo fascinación por el periodismo gráfico, incluso por la nota roja. El controvertido fotógrafo alemán de origen judío, famoso por sus imágenes de desnudas modelos que posan altivas ante la cámara, se interesó por los paparazzi en la década de los 70 influenciado por la película La Dolce Vita, de Federico Fellini, donde fue acuñado el término paparazzi. “Contrató a paparazzi italianos y les pidió que acosaran a sus modelos como si fueran celebridades”, cuenta la viuda de Newton, June. El fotógrafo retomó el tema años después, cuando trabajaba con sus modelos en el contexto del Festival de Cine de Cannes.

Oficio muy peligroso

Dos fotógrafos fueron precursores del género en Berlín y Nueva York. El abogado de origen judío Erich Salomon se hizo famoso con sus imágenes prohibidas en tribunales y durante reuniones políticas nocturnas tomadas en Berlín con una Ermanox, cuya nitidez es sorprendente pese a la poca iluminación. Weegee, fotógrafo neoyorquino de origen polaco, desarrolló un estilo dramático mediante una iluminación de fuertes contrastes, con la que se convirtió en cronista de crímenes, accidentes y de la sociedad neoyorquina.

Se ven las imágenes de Daniel Angeli, quien captó con su potente lente a Romy Schneider desnuda a bordo de un yate en la Costa Azul, y a Roman Polanski vestido con shorts minúsculos mientras susurra algo al oído a una jovencita en bicicleta. También están los glamorosos retratos de divas como Liz Taylor y Sophia Loren realizados por Edward Quinn.

Algunas imágenes arrancan al espectador una carcajada, como la del fotógrafo Ron Galella, quien persigue a Marlon Brando, cámara en mano y un casco de futbol americano en la cabeza. Brando propinó a Galella una golpiza un año antes y le arrancó cinco dientes y le rompió la mandíbula.

La cacería por la mejor foto, entre más chocante mejor, es cada vez más dura y brutal, y es un negocio en auge. Los medios pagan cantidades exorbitantes por una foto de Amy Winehouse caminando borracha por las calles de Londres. “Se ha convertido en un oficio muy peligroso, tienes que estar escondido en la intemperie, usar ropa abrigadora, contar con que te puede morder algún perro. Como paparazzi tu vida está en riesgo”, subrayó Pigozzi.

No se trajo a la muestra la obra de los exponentes contemporáneos. “No quisimos presentar a los paparazzi de los años 90, que persiguen a sus víctimas hasta causarles la muerte”, dijo Matthias Harder, curador de la exposición.

“Lo más sensacional es lo único que cuenta para algunas revistas y diarios, lo que se traduce en métodos cada vez más brutales para captar una imagen que es vendida en miles de dólares.”

 
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