Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de junio de 2008 Num: 693

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El palimpsesto de
Marcel Schwob

ARTURO GÓMEZ-LAMADRID

Diálogos de utopía
MARCEL SCHWOB

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Jorge Moch
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Las voces de Mardonio

Hace poco Javier Solórzano entrevistó en Radio 13 al poeta huasteco Mardonio Carballo. Hablaron del arranque de un proyecto televisivo único en México, dedicado al rescate de la cultura indígena. Pero decir rescate lleva tufillo a cosa vieja o herida, así que es mejor decir un programa de televisión dedicado a la polifonía viva de los pueblos indígenas de México, a la divulgación de sus culturas regionales, a la exquisita sencillez polímita de sus atuendos, sin caer en lamentables actitudes ya paternalistas, ya estúpidamente turísticas de siempre, y en cambio valorar usos y costumbres que hoy, víctimas del mestizaje globalifílico que nos identifica como tribu, ignoramos, porque vamos quedando convertidos en inconsecuentes esperpentos, cruza de homo sapiens y dólar con madrina maquiladora y padrino banquero o narco.

El mismo Mardonio resalta una de las facetas de la importancia que reviste, casi sin que nos demos cuenta, un proyecto como éste que dirige: hay sesenta y tres lenguas indígenas en México y ni un solo programa de televisión que se haga cargo de toda esa gente nuestra. Ni uno, hasta que a Mardonio se le calentó la cabeza y echó a andar propósitos con la afortunada e imprescindible anuencia de Canal 22, que dirige, a pesar de zancadillas y tropezones, el escritor Jorge Volpi. Las transmisiones empezaron en abril.

Mardonio Carballo no es neófito en hacer programas que divulgan la cultura y el quehacer indígenas. Ya en la radio tuvo contacto con el gran público cuando Carmen Aristegui, todavía al frente de aquel estupendo espacio que conducía en W Radio hasta que la ultraderecha la echó tramposamente del medio, invitó a Mardonio a confeccionar y conducir una serie de cápsulas con el mismo fin que persigue en el proyecto de la tele. Lo que en la radio se conoció como Las plumas de la serpiente ha madurado, pues, para saltar a la pantalla chica como De raíz de luna.


Mardonio, izq. e invitado

Hace un titipuchal de años, Renato Leduc sentenció, con pesar, que en este país veneramos al indio solamente cuando ya está muerto; al indio vivo le escupe esta sociedad criollita, racista y estúpidamente clasista. Que vivan Cuauhtémoc, Benito Juárez y el vate Nezahualcóyotl, pero que se chinguen los indígenas de la sierra de Zongolica, los de la Huasteca –de donde es oriundo, por cierto, el mismo Mardonio–, los de los altos de Chiapas o las lomas oaxaqueñas erizadas de saguaros. La marginación de los pueblos indígenas de nuestro país es realidad cotidiana, y la ley al respecto, y los pronunciamientos ampulosos de presidentes y burócratas, son eterna letra muerta con la venia de gobiernos perversamente ineptos y corruptos en concierto con familias de criollos que se adueñan de regiones enteras y deciden qué se come, en qué se camina y hasta quién vive y quién muere, porque para la mayoría de nosotros los indígenas son ciudadanos de segunda. La inmensa mayoría de los ciudadanos indígenas de este país viven al margen hasta de sí mismos: no son pocos los muchachos y muchachas indígenas a los que avergüenzan los deliciosos trinos de su lengua, y en ello el declive lamentable de algunos de esos sesenta y tres idiomas de los que hablaba Mardonio en la entrevista con Javier. Pero Carballo, viejo conocedor de la atmósfera de turismo ramplón que rodea lo indígena en México, deja las cosas claras y le toma distancia a la autocompasión. Ya hace unos años, en entrevista con Ángel Vargas para este mismo diario, enfatizó que “es tiempo ya de dar vuelta a la página. Debemos atrevernos a salir con nuestras expresiones y tradiciones hacia las masas y no continuar recluidos en pequeños espacios ni museos. Necesitamos que la sociedad mestiza nos conozca bien, para terminar con esa mirada de conmiseración que priva hacia los indígenas, ésa que nos tacha de pobrecitos”.

Precisamente es ahí que adquiere peso específico, y asoma la fea pero necesaria palabra, porque cobra vigencia y aprecio: el rescate de las culturas indígenas que supone De raíz de luna o, para tal efecto, cualquier programa parecido. Es en la vigorización de una polisemia trágicamente tocada por el dedo verdoso de la indiferencia y el olvido que renacen, por un lado, alguna esperanza y, por el otro, y esto es lo realmente importante, el orgullo de quien se sabe heredero de una cultura milenaria. Ahí el garbo de las juchitecas o la comprensible, astuta displicencia de rarámuris y lacandones. De raíz de luna es la presencia en pantalla que con impertérrito mirar de ojos negros y brillantes tiene tanto, tanto que enseñarnos.