Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de junio de 2008 Num: 691

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Legislar la cultura
VIANKA R. SANTANA

Teatro en Bogotá
JHON ALEXANDER RODRÍGUEZ

La (otra) selección alemana
ESTHER ANDRADI

Cartas a Hitler: historia epistolar de la infamia
RICARDO BADA

Adicciones y violencia
del siglo

RICARDO VENEGAS Entrevista con SANTIAGO GENOVÉS

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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Malacara en una bote-jazz

Para quien no lo sepa, Antonio Malacara es uno de los impulsores de jazz más comprometidos que hay en México. Además, claro está, es la mejor pluma que a este respecto presume el periódico que el lector tiene en sus manos. Y es que mientras algunos rondamos la superficie a propósito de tal o cual concierto, de tal o cual músico, de tal o cual disco, Malacara decide nadar en el fondo para intentar proyectos de largo y perdurable aliento.

Sea con su columna, con sus libros, con los coloquios que recientemente ha organizado, o con el gigantesco Festival Nacional de Jazz que el año pasado surcó diversos puntos del país, este personaje ha sabido transferir a su ámbito aquello que el jazz es en esencia: humildad. Porque en un país como el nuestro, en donde cualquiera con un poco de iniciativa suele “apoderarse” de un género o escena musical, él supo invitar y congregar a numerosas y variopintas –a veces contrarias– voces enamoradas de la improvisación.

Prueba de lo anterior es la presentación que el miércoles 21 de mayo tuvo lugar en la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles de Coyoacán, lugar en el que numerosos melómanos se juntaron para celebrar la salida del volumen Viaje al fondo del jazz, una sabrosa relatoría en la que se exhiben las ponencias, diálogos, debates, ensayos y conclusiones que durante cuatro días del año pasado externaron en el Museo de las Culturas Populares músicos, periodistas, locutores, productores y genuinos interesados en torno a los temas: El jazz, de la prehistoria a las rutas del porvenir, El jazz en México, una revisión histórica, El jazz en México: actualidad y perspectivas, Difusión y promoción: medios, gobierno e iniciativa privada.

Entre los muchos testimonios del libro, pueden leerse ponencias de finas plumas, como las de Xavier Quirarte (Milenio) y Alain Derbez (Radio Educación), adheridas a experiencias de locutores como Oscar Adad (Radio Ibero) y Erik Montenegro (Horizonte), de productores como Julio Rivarola (Music Frontiers) y Carlos Mercado (NYatMX), entre muchos otros.

Lo más interesante de la presentación de este viaje , empero, fue la manera como un público inicialmente serio fue ganando confianza para participar externando algunas opiniones sobre la definición de jazz, sugerencias para hacer de este género un puente entre disciplinas distintas, y hasta exigencias, como la de que bajen los precios de los conciertos del Lunario del Auditorio Nacional. Desde el presidium, integrado por el coordinador del libro y cuatro colegas más, entre los que destacaban Xavier Quirarte y el delegado Heberto Castillo, llegaron todo tipo de respuestas.

De entre estas aseveraciones, por cierto, nos llamaron la atención algunas muy débiles del locutor Germán Palomares. Dudar de la existencia de un jazz mexicano (cuando gente como Malacara, precisamente, ha publicado nutridas pruebas de su existencia, verbigracia, Catálogo casi razonado del jazz en México), o criticar la consistencia de las “pocas” agrupaciones estables en un país donde los músicos han de trabajar multiplicando sus fuentes de ingreso de mil y un maneras, o cuestionar la numeralia gubernamental en una delegación que, como la de Coyoacán, se ha puesto la camiseta del jazz, nos parecen desatinos.

Más allá de esto, sin embargo, la mayor reacción provocada con esta labor de Malacara es la de que, gracias a su rol de argamasa en una pared que antes solía detenerse por pura gravedad, hoy son muchos quienes señalan lo que está bien o mal, lo que debería o no hacerse en próximos encuentros, festivales o textos compilatorios… cosas ante las cuales Antonio responde con una sincera ecuanimidad: “El que quiera entrarle que se acerque a nosotros para incluir sus ideas.” Es entonces cuando se hace el silencio, porque son pocos los que como él se arremangan la camisa y se tiran al fondo del jazz, cual botella con mensaje en alta mar.

Queden, pues, como invitación a conseguir esta importante memoria de nuestro tiempo jazzístico, las palabras con que Malacara cerró su propia ponencia en Viaje al fondo del jazz: “Es un tremendo gusto de veras verlos a todos ustedes hoy aquí, alrededor de una propuesta que debemos seguir fortaleciendo día con día; los músicos a través de sus conceptos y nosotros con nuestra mera presencia, con nuestro apoyo y testimonio, para que juntos logremos dignificar un poco más el ser de este país, tan sobrado de políticos oportunistas y tan cerca del colapso, es decir, tan a punto de irse derechito a la chingada. Gracias.”