Usted está aquí: jueves 24 de abril de 2008 Estados No pido trabajo a los políticos; ellos me buscan

Entrevista a Sebastián, escultor

No pido trabajo a los políticos; ellos me buscan

“Yo llegué de la nada y sigo en la nada, pero haciendo cosas”

Ante los señalamientos de que sus figuras monumentales en varias entidades del país son resultado de relaciones con funcionarios, el artista responde que esos vínculos son necesarios porque “la obra está en las calles y se requiere voluntad política para instalar cualquier cosa en una calle”

Mireya Cuéllar

Ampliar la imagen Cabeza de Coyote, de Sebastián, la escultura más alta del valle de México, fue inaugurada ayer en la glorieta donde convergen las avenidas Pantitlán y López Mateos, con motivo del 45 aniversario de la fundación del municipio de Nezahualcóyotl. Visible desde el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la figura mide 40 metros de altura y pesa 298 toneladas. El autor no acudió a la inauguración porque se encuentra en España, informó su esposa, Gabriela Hernández Cabeza de Coyote, de Sebastián, la escultura más alta del valle de México, fue inaugurada ayer en la glorieta donde convergen las avenidas Pantitlán y López Mateos, con motivo del 45 aniversario de la fundación del municipio de Nezahualcóyotl. Visible desde el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, la figura mide 40 metros de altura y pesa 298 toneladas. El autor no acudió a la inauguración porque se encuentra en España, informó su esposa, Gabriela Hernández Foto: René Ramón

Sebastián es un hombre polémico, como su obra escultórica. Habla de las mafias del mundo de la plástica nacional –las hay, como en la literatura, dice– y se defiende de quienes lo acusan de tener una “fábrica” y no un taller. Ése “es un prejuicio de quienes no pueden hacer lo mismo que yo, pero no es mi culpa”. Ayer se inauguró en Nezahualcóyotl Cabeza de Coyote, otra de sus más de 160 esculturas monumentales distribuidas en varios países, incluidos Japón y Canadá.

Con puertas en Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, y peces y esculturas gigantes en varios puntos de la República, algunas no concluidas, Sebastián es uno de los escultores mexicanos más conocidos. El Caballito, ubicado en Paseo de la Reforma, es quizá su obra más reconocida por el público.

–Tienes proyectos inconclusos.

–Se sabe más de la obra inconclusa que de la terminada, porque se politiza. No se trata de echarle la culpa a nadie. Algunas administraciones son más eficientes que otras. Tengo mis contratos y mis tiempos en orden. En los casos en que no me han cumplido no protesto, porque para mí lo más importante es que tarde o temprano la obra se concluya. Hay casos como La Puerta de Chihuahua que se quedó ocho años tirada por voluntad política, no económica ni plástica ni social, y después de ocho años la levantamos y ahora es una imagen, una postal de esa ciudad. Es una experiencia que he vivido con varios proyectos. El mismo Caballito, sin tener problemas de tiempo, fue muy polémico.

–Eres un escultor exitoso y a veces cuestionado porque produces mucha obra.

–Sí, trabajo mucho e intensamente. Eso es lo que no entienden los colegas. Creen que mis obras las hago porque tengo relaciones. No es cierto. Yo llegué de la nada y sigo en la nada, pero haciendo cosas. Esta fundación (la entrevista se realiza en las instalaciones de la Fundación Sebastián, en la avenida Revolución del Distrito Federal) la hice de puros pedacitos; la estructura la compré regalada cuando la estaban desmontando de un edificio. Para ellos era desecho. La construcción empezó hace cinco y se terminó hace año y medio. No es mi museo. Hacemos promoción cultural. Exhiben jóvenes creadores, hay conciertos. Es un espacio cultural que está pensado para, en algún momento, albergar mi obra, pero no sólo la mía, y sin apoyo oficial. Yo sé que ello provoca recelo profesional y hasta envidia humana, que es normal, y así lo entiendo.

“En el panorama del arte mexicano soy un solitario, soy independiente, no pertenezco a ninguna mafia”.

–¿Hay mafias?

–Hubo y no se sienten. Las ha habido, de todo: de la literatura, y junto a ellas la de la plástica. Acuérdate de Cuevas, Rojo y Felguérez. Todos ellos piensan… (el escultor se detiene), siguen teniendo poder como grupo, existiendo. Cuevas tiene un museo que está subsidiado, Felguérez tiene un museo y está subsidiado. Yo tengo una fundación y es mi fundación. Nadie me ha subsidiado nunca y no he pedido al gobierno que respalde lo que yo hago porque no se trata de eso. Pero los demás sí. Ya ves: Soriano tenía su respaldo.

–¿Hay que tener relaciones políticas para poder vender?

–No. El político viene y me compra y entonces lo hago mi amigo, pero nunca voy yo a buscarlo. Jamás les pido. Ésa es una fórmula, jamás he pedido nada a nadie. Si quieren aquí estoy y hago, y entonces, cuando ya quieren, negociamos. Conozco las fórmulas de cómo atrapar un proyecto. Si le llamas talento, astucia, inteligencia… pero jamás le he pedido nada a nadie ni he utilizado dinero de nadie ni le he robado dinero a nadie.

–Se te considera un escultor comercial.

–¿Qué, no es comercial Marín? ¿Acaso no vende? ¿Qué, Felguérez no vende? ¡Le vende muy caro a la gente de Monterrey! ¿Eso no es comercial? ¡Venden! Hacemos lo mismo: ellos venden su producto y yo el mío. De repente produzco mucho; tengo la capacidad de producir, y me dicen que es una fábrica. Entonces, ¿voy a deprimir mi intensidad y capacidad de producir para que no hablen? ¡Jamás! Es como decir: oye, date un balazo y acábate para que tu obra suba. Pues no. Es importante producir para que te conozcan internacionalmente.

“Producir te da la oportunidad de estar en muchas colecciones. Marín produce mucho y nadie se lo critica, nadie dice nada; eso es lo que no entiendo. No es criticable. Qué bonito que un mexicano tenga esa vitalidad, al igual que Orozco, un cuate vital. Qué bueno, es un mexicano y tiene talento. Ha estado en muchos museos, y a muchos les da coraje y envidia y lo atacan. Con eso hay que cargar y no enojarse, no amargarse… todo mundo hace réplicas. Que no me digan que Marín o Felguérez no tienen obra seriada.”

–¿Para hacer obra monumental hay que tejer relaciones con la política?

–Primero hay que saber hacerla y tener las herramientas para ello. Fíjate lo que ocurrió con El Caballito; un empresario me lo encarga como una solución urbanística al drenaje profundo, pero, como luego lo inauguraron el presidente y (el ex regente Manuel) Camacho Solís, en ese momento todo mundo dio por hecho que yo era protegido de ellos. Yo no tenía nada que ver. Ellos no me lo encargaron ni me pagaron, me pagó el empresario. Y entonces dijeron que era el escultor del sexenio, y así se quedó el estigma.

“Desde Echeverría produzco obra monumental con los gobiernos porque la obra monumental necesita voluntad política, económica y social para que se acepte y se pueda poner. Cuando se pone una y no tiene fuerza ni calidad se acaban los artistas, ya no vuelven a poner. Y yo he puesto en toda la República (Chihuahua, Tamaulipas, Jalisco, Puebla…) y en muchas partes del mundo. El Caballito es la que me ha hecho más conocido en México, pero quizá la más polémica es la de Chetumal, porque llegaron a decir que era una obra muy sofisticada para una ciudad como ésa. Eso es muy triste. Me daban coraje esos comentarios.

“Mi vocación es hacer obra monumental, obra masiva que dé una bofetada de concepto y de color. Iconos para ubicarnos. El Caballito me da la razón. Ya no había tal caballito (el de Carlos IV) y siguió siendo la Glorieta del Caballito. Cuando se puso la cabeza de caballo para rescatar la tradición de esa zona, hubo gente que pensó que yo había quitado la escultura para poner mi obra, cuando hacía muchos años que ya no estaba y ni se habían dado cuenta. Pero todo mundo me atacó: que qué se cree, qué aquella sí era una obra de arte…Cuando yo sólo respondí a una petición para una obra que evocara al Caballito y tuviera al mismo tiempo la función de lumbrera. Me tocó porque hacía escultura monumental, porque yo no dije no. Me dijeron; no tenemos mucho dinero, tenemos tanto y con ello hay que hacerlo. Dije: se puede y lo hice. Y les da coraje.

“Los artistas de izquierda también están trabajando con los gobiernos. A la gente no le gusta que le digan las cosas, pero yo no le tengo envidia a nadie. No he tenido apoyo del medio cultural del país, como lo tienen todos. Siempre dicen: es que Sebastián tiene dinero, puede solo. Pues no es cierto. Tengo para producir obra pero no para mí, y lo que tengo lo uso para promover mi obra, para viajar. Otros no lo mueven, no lo sueltan, no hacen nada con él.

“Para mí el que se cuece aparte es Toledo. Gana bien y hace cosas. Es apoyado, pero es muy independiente. Es un gran artista que además tiene causas culturales y las apoya con sus recursos.”

 
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