Usted está aquí: domingo 23 de marzo de 2008 Opinión Promesas peligrosas

Carlos Bonfil
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Promesas peligrosas

Una tentación muy fuerte, y sin duda engañosa, es incluir las recientes cintas del canadiense David Cronenberg en las categorías estrechas del género de horror o del cine policiaco, y señalar sus aciertos o deficiencias en función de lo mucho o poco que pueden responder a las expectativas de los amantes de dichos géneros. Aun reconociendo la maestría de películas como Spider o Una historia violenta, no fue poco el desconcierto de quienes no atinaron a inscribir dichas obras en las categorías señaladas. Algo parecido sucede con su largometraje más reciente, Promesas peligrosas (Eastern promises), basado en el guión de Steven Knight, al cual se le acusa de ser un thriller desigual, con dos historias paralelas sin mayor consistencia narrativa, o bien se le aprecia, en el otro extremo, como una insondable obra maestra. Lo cierto es que el también realizador de Crash y Scanners ha alcanzado en el nuevo milenio una depuración y complejidad artísticas que con creces rebasan todo este reduccionismo crítico.

Promesas peligrosas es y no es una película sobre la mafia rusa avecindada en Londres; es y no es un melodrama sobre una partera que, habiendo perdido a su hijo, decide adoptar sentimentalmente al bebé de una adolescente fallecida durante el parto, para verse envuelta en una trama rocambolesca que amenaza su vida y la del recién nacido. Sin duda, es una película de suspenso en la que insidiosamente se va precisando una radiografía del mal con puntos álgidos que Cronenberg resuelve en el gore y en la violencia excesiva. Anna, la partera (Naomi Watts), tiene en su poder el diario íntimo de la joven madre muerta, sus tíos lo traducen del ruso parcialmente y le advierten del peligro de llevar a cabo, en medio de la mafia rusa, una pesquisa arriesgada y posiblemente infructuosa, para esclarecer algunos misterios del escrito. Del lado de la mafia, el patriarca Semyon (notable Armin Muller-Stahl) divide sus afectos entre su hijo pendenciero (Vincent Cassel) y su guardaespaldas Nikolai (Viggo Mortensen), cuya lealtad no descarta cálculo alguno ni tampoco una ambición apenas disimulada. Dos secuencias dan la tónica de la intensidad del relato: el ajusticiamiento de un hombre en una peluquería (tan brutal y fulminante como los disparos al interior de una cajuela de auto en Buenos muchachos, de Scorsese) y la larga pelea de Nikolai, desnudo, con dos matones en un cuarto de sauna. A esto se añade otro tipo de intensidad: los sentimientos ambiguos que manifiestan los miembros del clan ruso, vory v zakone (ladrones dentro de la ley), tan próximos a la traición (Nikolai y Semyon), impregnados de homoerotismo (Nikolai y el hijo de Semyon), y cómplices todos en la tarea de resguardar un secreto familiar cuya revelación es el interés central de la cinta.

Promesas peligrosas es también una parábola sobre la pérdida de la inocencia. Anna, único personaje femenino relevante, se adentra en un mundo masculino hostil, con la guía casi indescifrable del diario de una adolescente, cuyo fin trágico esconde tal vez una injusticia que habrá que reparar. Y en el intento por dilucidar el enigma, la joven se precipita en un mundo muy familiar (ella es también de origen ruso) y a la vez sórdido y ajeno. En esta cinta de Cronenberg la simulación lo es todo, y cada movimiento semeja un paso en falso, encaminado al abismo. El hijo del patriarca Semyon tiene vacilaciones eróticas que derriban sus últimas certezas, abriendo flancos de vulnerabilidad inesperados. Nikolai es de principio a fin un personaje inasible, encarnación de la maldad calculadora en estado puro –algo más perturbador aún y convincente que el autómata del mal que presentan los hermanos Coen en la figura del actor español Javier Bardem en Sin lugar para los débiles. A la manera de David Lynch, pero con una narrativa más lineal y efectiva, el director de Videodromo desbroza y al mismo tiempo enturbia los terrenos de la normalidad, en este nuevo relato moralmente ambiguo en el que apenas subsiste un asomo de racionalidad en la voz de Stepan (Jerzy Skolimowsky), el tío de Anna, quien luego de leer el diario de la adolescente fallecida, pregunta a su hija: “¿Profanas siempre así el cuerpo de los muertos?” Jamás obtiene respuesta, como tampoco la obtienen del director sus espectadores.

Promesas peligrosas se exhibe en salas de Cinemex, Cinépolis y en la Cineteca Nacional.

 
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