Usted está aquí: viernes 8 de febrero de 2008 Cultura Nunca me conformé con las respuestas triviales; buscaba lo que me interesaba

Premios Nacionales de Ciencias y Artes 2007

Entrevista con Pilar Gonzalbo, galardonada en el rubro de Historia y Ciencias Sociales

Nunca me conformé con las respuestas triviales; buscaba lo que me interesaba

Los maratones para memorizar fechas y nombres, eso no es conocimiento histórico, dice

Documentar la vida cotidiana “es mi verdadera pasión”, comparte con La Jornada

Ericka Montaño Garfias

Ampliar la imagen La combinación de un investigador y trabajos originales con amor a la docencia, con honestidad para esta labor, da un resultado espléndido, expresa Pilar Gonzalbo a La Jornada. En la imagen, la historiadora afuera de su oficina en El Colegio de México La combinación de un investigador y trabajos originales con amor a la docencia, con honestidad para esta labor, da un resultado espléndido, expresa Pilar Gonzalbo a La Jornada. En la imagen, la historiadora afuera de su oficina en El Colegio de México Foto: Carlos Ramos Mamahua

Esos maratones de aprenderse fechas y nombres no sirven para nada, eso no es historia, señala la investigadora Pilar Gonzalbo Aizpuru, quien obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2007 en la categoría de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, junto con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.

Pilar Gonzalbo nació en Madrid en 1935, “poquitos meses antes de la Guerra Civil”, radica en México desde hace 50 años y fue aquí donde estudió la maestría y el doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Hoy es investigadora en El Colegio de México y se especializa en la vida colonial mexicana.

No sé por qué, pero siempre supe que estudiaría historia, señala la académica en entrevista con La Jornada.

“Cuando se ha vivido una guerra civil, aunque en ese entonces era muy chiquita, y una posguerra terrible como lo fue la de la Segunda Guerra Mundial; cuando se ha visto en la propia familia encarcelados, personas de las que no se podía hablar, tantos misterios, tantos secretos, se tiene una sensación de inseguridad o de inquietud.

“Muchas personas pueden echársela en la espalda y vivir pacíficamente, pero en mi caso me sembró un deseo de saber algo más y, sobre todo, una negativa absoluta de que el mundo está dividido en buenos y malos: no podía aceptar que mi tío era bueno y mi padre era malo y viceversa, por eso cada vez que me acercaba a la materia de historia buscaba, y con frecuencia encontraba lo que yo quería: los seres humanos, los sentimientos, las pasiones.

“Pero otras muchas veces me aburrían con fechas, con nombres que hasta hoy ni recuerdo ni me importan ni me hacen falta, la historia es algo muy diferente.”

Saber cómo fueron las cosas

Casi sin sentir, Pilar Gonzalbo comenzó su carrera de historia, recuerda la autora de Familia y orden colonial o Las mujeres en la Nueva España: educación y vida cotidiana, quien marca una diferencia entre estudiar la carrera de historia y ser historiadora.

“Debo agradecer a los maestros que tuve, unos por su sabiduría, otros por su pasión, algunos me dieron buena información, otros me hicieron plantearme muchas preguntas y diría que es más valioso esto de plantearse preguntas, porque nunca me conformé con las respuestas triviales, preferí buscar lo que realmente me interesaba: cómo vivía la gente, cómo sentía, por qué los prejuicios, por qué la marginación”, y eso la llevó al descubrimiento, varios años después de salir de la universidad, de la corriente llamada Nueva Historia, y con ella la historia de la vida cotidiana, que “es mi verdadera pasión”.

La historia, añade, no tiene una definición o por lo menos para mí no hay una definición que diga lo que es la historia. Hay muchas y cada quién acepta aquella que corresponde a sus sentimientos, sus inclinaciones y sus deseos; mientras que la diferencia entre estudiar historia y ser historiadora es la inquietud del conocimiento, muy valiosa, llegamos a querer saber cómo fueron las cosas.

“Algunas veces las respuestas que dan los libros son suficientes para un docente y puede ser un muy buen maestro de historia, pero no todos los que han estudiado historia tienen vocación de historiadores, este es el otro paso: es el de quienes decimos: ‘está bien aquí hay 20 o 200 respuestas, no me satisfacen, estoy buscando otras, no porque esas respuestas estén mal, puede suceder, pero es raro, sino porque lo que yo pregunto es diferente.’

“Lo que yo pregunto no es cuándo se produjo la batalla o cómo se llamaba este almirante, lo que pregunto es si dormía bien o mal, si se enojaba o tenía buen carácter, lo querían o no lo querían, qué sucedió el día de la batalla, se durmió, se emborrachó, estos son los temas que me interesan, aquellos que en su momento interesaron a la persona o personas cercanas que hoy son los que me interesan a mí.

“Se trata de ver al ser humano más allá del personaje histórico. No es un ente aislado, no es un demonio suelto entre ángeles, si él era un demonio, ¿serían demonios también los de alrededor? Además de la etiqueta de bueno o malo, ¿qué más tiene un ser humano?

“Aparte de ser un presidente de República, aparte de ser un rey, un general, ¿qué otra cosa tenía ese individuo? No busco los aspectos que pueden calificarse negativos, busco los otros aspectos, los que no se califican, lo que tiene en común con sus contemporáneos.”

Hasta hace algunos años el estudio de la vida cotidiana se perdía. Sólo se hablaba de la economía y la política. Hoy eso ha cambiado, como también está cambiando la forma de enseñar historia en las escuelas.

“Las cosas están mejorando, porque actualmente se están escribiendo unos libros de secundaria preciosos –no eran así los que yo tenía y seguramente tampoco los que usted tuvo– y son investigadores los que escriben los libros. La combinación de un investigador y trabajos originales con amor a la docencia, con honestidad para la docencia, da un resultado espléndido.

“Por tanto, pienso que sí va a cambiar o está cambiando el enfoque de la historia, creo que los nuevos programas de secundaria, al reducirnos el tiempo, nos han exigido un examen de conciencia: ¿vale la pena que estas horas menos sigamos dedicándolas a relatar batallas o mejor empezamos a contarles la historia en serio? Tenemos poco tiempo. vamos a aprovecharlo.

“No siempre las circunstancias adversas perjudican, a veces nos obligan a esforzarnos y a hacer las cosas mejor.”

Pero, subraya la investigadora, “es fundamental que los maestros tengan una buena preparación, porque si al docente se le enseñó historia como una materia apasionante, como algo fundamental de nuestra cultura, como algo que explica nuestra identidad, estará ansioso por transmitirlo, pero si se le obliga a memorizar listas de números entonces no vamos bien. Eso no es historia”.

 
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