Usted está aquí: domingo 3 de febrero de 2008 Opinión Indicadores de la economía estadunidense

José Antonio Rojas Nieto
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Indicadores de la economía estadunidense

Nuestros vecinos cuentan con 5 por ciento de la población del mundo. Aportan 30 por ciento de la producción industrial global. Concentran mucho más de la mitad del crédito mundial, crédito sustentado, por cierto, en los recursos aportados –casi en tres partes iguales–, por China, India, Japón, Sudcorea y Alemania, principalmente; por los productores petroleros, en segundo término; y, finalmente, por otros países. Además, nuestros vecinos concentran 20 por ciento del producto mundial. Y reciben la tercera parte de las exportaciones de China. Por eso, lo que les pase a ellos preocupa a todo el mundo, incluidos nosotros, que –como nadie– dependemos de ellos.

Bueno, pues a partir del segundo trimestre de 2000 –en plena desaceleración de su economía– nuestros vecinos empezaron a desembolsar más dinero para pagar energía, materias primas e hipotecas. Sí, a mediados de 2000 y luego de una expansión de siete años sin precedentes en el crédito para su consumo, los datos oficiales (Reserva Federal) muestran que para pagar sus deudas, los hogares estadunidenses aportaban 18 por ciento de su ingreso, 15 por ciento más que 20 años antes. Se incluyen –sin duda– las hipotecarias, con la mitad de sus pagos, o sea, 9 por ciento de su ingreso.

Hoy destinan 20 por ciento más de su ingreso que en 1980, para todas sus deudas. Pero 45 por ciento más que en 1980 para pagar sus hipotecas. Y eso a pesar de que la tasa hipotecaria actual (6.34 por ciento en dato anual de 2007) ha disminuido drásticamente respecto a su nivel de 1980 (13.77), incluso de 1990 (10.13), aunque –efectivamente– es un poco más alta que su nivel anual más bajo de los últimos 35 años: 5.82 por ciento en 2003.

Esto se refleja en una caída severamente radical de cuatro números hipotecarios: 1) viviendas cuya construcción inicia; 2) viviendas en construcción; 3) viviendas terminadas; 4) y, finalmente, viviendas vendidas. Los últimos registros oficiales mensuales indican que luego de que en enero de 2006 se alcanzó un número de 2 millones 292 mil para viviendas cuya construcción iniciaba, en diciembre de 2007 ese número fue de apenas un millón 6 mil inicios (nivel de 1991). Y viviendas en construcción, de un millón 426 mil en febrero de 2006, en diciembre pasado era de un millón 70 mil (nivel de 2003). Para las viviendas terminadas los números son de 2 millones 229 mil en marzo de 2006 y de sólo un millón 302 mil para diciembre pasado (nivel de 1995) Finalmente, en el caso de las viviendas vendidas, de 127 mil en marzo de 2005 se llegó a sólo 42 mil en diciembre pasado (nivel de 1996). Completemos estos indicadores con el de la contribución anual de la inversión fija bruta en el sector residencial estadunidense de 2006 y 2007: –0.29 y –0.97 por ciento respectivamente.

Esto significa que si esta inversión no hubiera ni descendido ni ascendido, el producto estadunidense habría registrado –sólo por los efectos directos– 3.19 y 3.17 por ciento en 2006 y 2007. Por ello, actualmente la inversión en este sector residencial sólo representa 4.63 por ciento del producto estadunidense, luego de que en 2005 representó 6.17 por ciento, es decir, casi un punto y medio menos hoy, equivalente a 213 mil millones de dólares, cerca de la cuarta parte del producto en México. No obstante todo esto, el perfil de la ya llamada crisis económica estadunidense –un poco apresuradamente, señalan varios autores– se definirá en los próximos meses. Y es que en el terreno productivo (producción industrial, capacidad instada, capacidad utilizada, por ejemplo), los números del crecimiento anual (mes a mes) todavía son positivos y no registran el drástico descenso del sector hipotecario, ni las caídas del 2001 y 2002. Aunque, una vez más el desempleo subió, aunque no a los niveles de 2003.

El viejo profesor del MIT, Paul Samuelson, asegura que lo que vemos ahora es un lamentable resultado de la excesiva desregulación del mundo financiero y bursátil, no sólo de Estados Unidos sino de todo el mundo. No sólo permitida, sino alentada por los gobiernos actuales. Y que el resultado definitivo de lo sobresaltos de hoy dependerá –en parte, pero sólo en parte– de la actuación de un gobierno que, a la velocidad de la luz (Samuelson dixit), torpemente se alista a bajar impuestos como remedio, sin entender las razones de fondo de lo que hoy sucede (www.iht.com/articles/2008/01/18/opinion/edsamuelson.php).

Las características que asuma en las próximas semanas y meses la situación económica estadunidense (de hecho mundial) todavía están lejos de definirse. Eso hay que entenderlo muy bien para no crear situaciones de pánico ni generar ambientes que nos conduzcan a decisiones precipitadas. Es tiempo de afinar diagnósticos. En todos los casos, incluido –termino con ello– el del sector energético mexicano que ya aparece en la boca de los voceros gubernamentales (vencidos por su incapacidad política e ideológica para sacar adelante una reforma fiscal de fondo), con un destino manifiesto: reforma o muerte. Ya hablaremos de esto cuando veamos la propuesta gubernamental del caso. Sin duda...

 
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