Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de enero de 2008 Num: 673

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Calar sin culpa
GABRIEL SANTANDER

La ceniza
SARANDOS PAVLEAS

Correspondencia
y literatura

EDMUND WILSON

La Celestina: una lección en el arte de la elección
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

El microcosmos de micrós
AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ

Entrevista con
Margaret Randall

XIMENA BUSTAMANTE

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Manuel Stephens

El “Castañueces”

Por cuarto año consecutivo se presentó en Hermosillo, Sonora, El Cascanueces con coreografía y dirección de Adriana Castaños. La suya es una reinterpretación con lenguaje contemporáneo del ballet, cuyo libreto original es de Marius Petipa y la música de P. I. Tchaikovsky. Sin abandonar por completo la línea argumental de las versiones clásicas, Castaños recupera la ambigüedad temática del cuento de e. t. a. Hoffmann con un tono deliciosa y abiertamente paródico.

La trama es básicamente la misma: En Nochebuena, la familia Santacruz ofrece una fiesta a la que es invitado Drosselmayer (sic), mago e hipnotista, que regala un cascanueces a Clara, su ahijada favorita. A media noche se desata un encantamiento y Clara asistirá a la lucha feroz entre Cascanueces y su Majestad Rata. En las versiones tradicionales, Clara ayuda a derrotar al roedor y el Cascanueces se convierte en un príncipe, tras lo cual se embarcan en un viaje que los conducirá a un reino mágico. El segundo acto es un divertissement en el que la acción dramática se suspende y se sostiene principalmente por el virtuosismo de los bailarines; tras la celebración que se le ofrece en ese otro mundo, Clara regresará a la realidad. Castaños, por su parte, modifica el argumento y deja herido a Cascanueces, quien es curado por Clara, y ambos, junto con Drosselmayer, se lanzan a la búsqueda de la Rata, con lo cual el segundo acto progresa dramáticamente en relación con el primero.

Pero la vuelta de tuerca que da Castaños se encuentra en las relaciones entre los personajes principales, la cual llega a su clímax en el trío que se danza en lugar del Pas de deux del Hada del Azúcar. El enamoramiento de Drosselmayer por Clara es finamente trabajado por la coreógrafa. El carácter simbólico –fálico y de castración– del Cascanueces se revela cuando, al recibirlo Clara, pasa por encima de él. Clara, a diferencia del resto de los coloridos personajes, va vestida en blanco y negro, con lo que se resalta su carácter marginal. Al final ella tomará una decisión que se opondrá a lo propuesto por Drosselmayer, revirtiendo el efecto del hechizo y dejándolo preso de sus deseos. Drosselmayer es en realidad el personaje principal en la versión de Castaños; él orquesta, incluso espacialmente, el ballet de principio a fin.

La reinterpretación de Castaños acerca más su Cascanueces al cuento de Hoffmann, quien en la narración recurre a un juego de espejos en el que su Drosselmeier se va transfigurando y adquiriendo múltiples personalidades. Castaños utiliza esta estrategia, pero reproduce ad infinitum a Clara en el Vals de las flores, consiguiendo un final verdaderamente sorpresivo.

La presencia de la sexualidad en los cuentos infantiles es una constante que está admirablemente resuelta por Castaños al hacerla coexistir con un claro impulso paródico. La sobriedad de las Navidades y la fatua ingenuidad infantil son difuminadas por personajes con dobleces o que habitan en el absurdo. Castaños subvierte el ballet y lo vuelve carnavalesco al también intercalar movimientos de danzas populares con lo contemporáneo de concierto. El autómata que presenta Drosselmayer es un charro del imaginario de Castaños que remite al personaje que aparece en la memorable A invierno por Heliópolis; hay una danza con hula-hulas en la fiesta familiar; en el segundo acto –en el cual se justifica la presencia internacional situándolo en un aeropuerto donde se da un juego de espías, y se traslada luego a una asamblea de naciones–, hay una danza árabe interpretada por terroristas, la rusa por una dominatrix con látigo, controlando a dos varones, y una quebradita que reúne a toda la compañía.

Esta espléndida producción cuenta con la escenografía de Alejandro Luna, quien transforma por completo el espacio con un afore diseñado especialmente para el montaje en el Teatro de la Ciudad; con el vestuario de María y Tolita Figueroa y el diseño sonoro de Joaquín López Chas . Un magnífico elenco fue el integrado por Zahaira Santa Cruz (Clara), Carolina León (Fritz Francisco), Abraham Santaolaya (Cascanueces), Nadia Rodríguez (Su Majestad Rata), Gabriel Chino Arellano (Muñeco) y David Barrón como Drosselmayer, quien logra matices que rescatan la combinación entre la luminosidad y lo obscuro, la generosidad y la locura, presente en los personajes hoffmanianos. Barrón está en completo control de la escena y su Drosselmayer es un hito en su carrera como intérprete. El Cascanueces, de Adriana Castaños, es un suceso que merece ser visto en el resto de la República.