Editorial
EU: migrantes y recesión económica
Al conjunto de efectos negativos que la previsible recesión económica en Estados Unidos acarreará para los habitantes de nuestro país habrá que agregar el daño que ese mismo fenómeno representará para los millones de mexicanos que viven en la nación vecina, quienes constituyen parte fundamental del “último y más vulnerable escalón del mercado laboral en aquel país”, como afirmó a este diario el investigador de El Colegio de la Frontera Norte Rodolfo Cruz Piñeiro. Durante los últimos meses, el sector inmobiliario estadunidense ha enfrentado una situación sumamente crítica, que ha originado un conjunto de quebrantos a la economía ese país, y miles de connacionales empleados en la industria de la construcción y en el sector manufacturero –la segunda y la tercera fuentes de empleo para los mexicanos en Estados Unidos, respectivamente– corren el riesgo de perder su trabajo ante una eventual desaceleración en la economía más poderosa del planeta.
Durante más de dos décadas, los sucesivos gobiernos federales han aplicado en el país políticas económicas de corte neoliberal y antipopulares que han ocasionado, entre otras cosas, que México sea considerado el país con mayor migración económica en el mundo: alrededor de 600 mil connacionales al año cruzan la frontera norte en busca de mejores condiciones de subsistencia, y se estima que actualmente viven en Estados Unidos aproximadamente 30 millones de personas de origen mexicano. De hecho, si al día de hoy la economía nacional se mantiene a flote, ello se debe, en buena medida, a la aportación de las remesas de los migrantes mexicanos a sus familias. Sin embargo, y ante el previsible agravamiento de la situación económica estadunidense, es de prever una disminución en los envíos de dinero a nuestro país.
Más allá de las consideraciones de índole económica, sin embargo, puede anticiparse que la situación de los mexicanos indocumentados en Estados Unidos empeore desde el punto de vista social: las políticas gubernamentales instrumentadas por Washington para el control de la migración ilegal, que se basan en un enfoque policiaco y represivo que presenta al migrante como un delincuente, podrían agravarse en el escenario de una crisis económica, y suscitarse mayores muestras de repudio a los mexicanos por parte de aquellos sectores de la población de ese país que tienden a verlos como parte del problema, y que no reconocen la invaluable aportación que durante años han hecho a la economía y la cultura estadunidenses. Tan sólo en lo que va de este año, el número de detenciones y deportaciones se ha duplicado con respecto al mismo periodo de 2007.
Por desgracia, esto último no necesariamente se traducirá en una reducción del flujo migratorio a la nación vecina, principalmente porque la situación económica y social en México no parece dejar mayor alternativa para los sectores más desprotegidos y porque, a lo que puede verse, la propia economía mexicana sería severamente castigada si Estados Unidos entrara en un proceso de recesión. Este riesgo ha sido constantemente minimizado y desatendido por la actual administración federal, pero el enorme grado de dependencia económica de México con respecto a Estados Unidos es un indicador alarmante de que el destino de nuestro país se encuentra ligado al de la nación vecina más allá de lo deseable.
El panorama expuesto resulta tanto más grave si se toma en cuenta que el gobierno federal poco o nada ha hecho para proteger a los migrantes mexicanos en Estados Unidos; por el contrario, la indolencia gobernante, en conjunción con la de las pasadas administraciones, ha acabado por colocarlos en un callejón sin salida: regresar al país y afrontar las inveteradas carencias, el desempleo y la falta de oportunidades, o permanecer en territorio estadunidense y enfrentar un panorama similar, agravado además por la persecución y la discriminación.