Usted está aquí: sábado 19 de enero de 2008 Cultura Maritza López celebra la creciente democratización de la fotografía

El artista en su estudio

La era digital cambió de manera radical la forma de trabajar esa disciplina, señala

Maritza López celebra la creciente democratización de la fotografía

Muchos de los chicos que asisten a talleres se van por la parte del glamur, de estar con las estrellas, indica a La Jornada

La maravilla de sacar una imagen en el cuarto oscuro, pasión que le transmitieron sus maestros Antonio Reinoso y Toyo Miyatake, es algo irrenunciable, expresa

Ericka Montaño Garfias

Ampliar la imagen La fotógrafa Maritza López en su casa-estudio, durante la entrevista con La Jornada La fotógrafa Maritza López en su casa-estudio, durante la entrevista con La Jornada Foto: Marco Peláez

En México ya no existen grandes producciones fotográficas y por eso los estudios también se han modificado atendiendo, en gran parte, a los cambios propiciados por los avances tecnológicos.

Por ello la fotógrafa mexicana Maritza López renunció a tener un estudio de grandes dimensiones y hora su departamento es también su lugar de trabajo.

La entrada de la fotografía digital representó un cambio radical en la forma de trabajar, expresa la fotógrafa durante la entrevista en su departamento-estudio de Polanco.

“Llegó un momento en el que tuve un estudio equipado y dije: ‘ya, aquí me quedé hasta viejita y no tengo que comprar nada más’, pero de repente llegó la fotografía digital.

“Yo tenía un sistema analógico absolutamente bien pensado y diseñado. La llegada del mercado digital me obligó a adquirir equipo nuevo, a estudiar, que es un poco lo que debemos hacer todos: aprender a entrar en esta nueva era y dedicarnos a estudiar mucho. Todavía me cuesta un poco de trabajo dedicar tanto tiempo a los equipos.”

Ahora su espacio de trabajo se localiza en lo que antes fueron dos departamentos separados pero que terminaron siendo uno.

En realidad también son dos estudios: uno pequeño en la parte donde también se encuentra el cuarto oscuro y, el otro, más grande que, de acuerdo con las necesidades, puede ser sala y comedor –como ocurre durante la entrevista– o nada más área de trabajo.

Por ganar espacios de libertad

“Mi estudio –explica Maritza López– es ahora para el trabajo que hago, porque en México creo que ya no existen grandes producciones de fotografía.

“Con la cuestión digital se sustituyeron muchas cosas. Mi estudio es para crear trabajo mediano, con pocas personas. El más grande tiene un tapanco donde puedo trabajar en el sistema de computación por las noches.

“Es un estudio medio desmontable: una casa-estudio que dependiendo de lo que esté trabajando puede ser más casa o más estudio; a veces me quedo sin casa por un buen rato, lo cual me divierte mucho, y la idea fue reaprovechar mis espacios”. Además, no porque sea pequeño están ausentes los avances en cuanto a iluminación para tener la luz necesaria sin saturar el espacio con grandes lámparas o cables.

“En este edificio tengo cuatro departamentos, uní dos y dos y antes vivía en los otros, pero ahora los renté y me vine a éstos; hice un tapanco (allí están las computadoras y sirve también como sala de estar para los clientes). Al principio pensé: híjole, no voy a tener el súper estudio y los dos asistentes y todo eso, pero estoy muy contenta. Me siento muy libre por haberme quitado tanta nómina de encima y tantas obligaciones. He ganado espacios de libertad y las cosas que no quiero hacer, no las hago; me dedico a abrir mercados que no podía abrir antes.”

–¿Cómo cuáles?

–Antes no hacía tanta obra de arte y ahora sí. Eso me pone en contacto con otro tipo de personas, además de estar pendiente de cosas que puedo trabajar en el periodismo. De repente, por estar muy vendida con el trabajo de estudio, da miedo despegarse; en cambio, ahora veo mi agenda y si tengo una semana libre me voy a algún lado y eso me permite entrar en cosas que me interesan.

En sus salidas lleva siempre su cámara, hoy digital, de las pequeñas. “La grande no, porque con eso de los efectos de las cámaras pesadas en la espalda y las cervicales limitan un poco, además de la inseguridad; te ven con una cámara grande y es peligroso, pero mi camarita nunca la dejo. Ahora que tenga la otra, una de 12 megapixeles, llevaré las dos porque ya tienes todo lo que necesitas. Me encanta comprar cámaras.

“Me emociona viajar y comprar cámaras, pero siempre las adquiero en función de lo que necesito para el trabajo. Además, todos tienen cámaras chiquitas y no van a saber si traes una de 12 megapixeles. Eso que ha sucedido con la fotografía, su democratización, me excita y permite llevarme la cámara a donde quiera.”

Sin embargo, reconoce, la gente cree que es muy sencillo hacer foto; “pero la fotografía en verdad encierra una parte de logística y de organización que no es nada sencilla. Por ejemplo, tengo que manejar maquillistas, asistentes, productores, acudir a citas. Debido a esa democratización muchos de los chicos que asisten a los talleres se van por la parte del glamur, de que se gana mucho dinero, que estás con las estrellas, con personajes y hacer fotografía es algo más complicado que eso.

“A mí no me importa si mi cliente es Fox, Lucía Méndez o Julieta Venegas, lo que me interesa es hacer bien mi trabajo.”

Con todo y los adelantos tecnológicos hay algo a lo que Maritza no renuncia: su cuarto oscuro y eso tiene que ver con la pasión que le mostraron maestros como Antonio Reinoso y Toyo Miyatake. “No puedo olvidar la emoción que tenía con ellos y la maravilla de poner jazz y encerrarme sin que nadie me moleste. La maravilla que es sacar una imagen. Eso no se me puede quitar, no lo quiero perder y no lo voy a perder.”

 
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