Irak: para comprar un ejército
En Estados Unidos el debate sobre la guerra en Irak pasa por una sencilla pregunta: ¿está funcionando el aumento de tropas estadunidenses autorizado el año pasado? A juzgar por la reducción en el número de soldados muertos en acción, parecería que la respuesta es afirmativa. Sin embargo, las cosas no son tan simples.
Los civiles muertos en Irak sobrepasaron en 2007 la cifra de 18 mil 980: un promedio de 52 muertes diarias. Aunque esa cantidad se ha mantenido constante durante los últimos dos años, el público estadunidense no parece impresionado. Lo que realmente le importa es el número de soldados del ejército de ocupación que mueren en combate.
Durante diciembre de 2006 las bajas estadunidenses ascendieron a 112 y el promedio de muertes mensuales fue muy alto durante la primera mitad de 2007. Pero desde septiembre el promedio descendió significativamente. A decir del Pentágono, se debe al aumento de tropas decretado por Bush con el fin de fortalecer y consolidar la seguridad en Bagdad y estabilizar al “naciente Estado” iraquí.
Entre enero y agosto de 2007 aumentó en 30 mil el número de soldados estadunidenses en Irak, pasando de 132 mil a 162 mil. La mayor parte de los nuevos efectivos comenzó a operar sobre el terreno en julio y agosto del año pasado. Casi al mismo tiempo las bajas estadunidenses comenzaron a declinar. De ahí la pregunta sobre el éxito de la estrategia de Washington.
En realidad, la reducción en el número de bajas se debe a otro componente de la estrategia estadunidense. Al igual que los ingleses y los turcos hace cien años, y al igual que Saddam Hussein, el Pentágono cree haber aprendido la lección: la formación de alianzas con las tribus sunitas es indispensable para mantener el control sobre Irak. Para Washington, las alianzas se compran con generosos pagos en efectivo a los jeques y miembros de diversas tribus sunitas.
Esta estrategia comercial-militar ha llevado a organizar varias milicias sunitas, todas bastante bien armadas, en el oeste de Irak. Las milicias han recibido el nombre de grupos de “ciudadanos conscientes” y operan en todo el llamado triángulo sunita. Un ejemplo es la Brigada Bagdad, integrada con unos 4 mil miembros, que opera en el tristemente célebre poblado de Abu Ghraib.
Cada uno de estos “ciudadanos conscientes” recibe un pago de 300 dólares al mes, mientras los jeques a los que les deben lealtad han recibido arriba de 100 mil dólares para arrancar las operaciones de sus seguidores, ahora organizados en estas brigadas. Las tareas de estos cuerpos armados van desde la vigilancia en el barrio hasta el desmantelamiento de los artefactos explosivos plantados por la resistencia iraquí.
Según el Pentágono, hoy operan hasta 70 mil reclutas en las milicias sunitas (lo que equivale a 50 por ciento del ejército regular iraquí, también armado y sostenido por Estados Unidos). No todos están en la nómina del ejército de ocupación, pero aun si lo estuvieran, eso representaría una erogación de 21 millones de dólares mensuales, una bicoca si se considera que el costo total de la guerra para Estados Unidos es de 8 mil 250 millones de dólares mensuales.
Si bien el número de ataques contra las fuerzas de ocupación ha disminuido, los riesgos de una guerra civil en mayor escala se han amplificado. Por eso la pregunta en Bagdad es diferente: ¿cuánto tiempo va a pasar antes de que las milicias sunitas dirijan sus armas contra sus vecinos chiítas y arranque otro episodio (más violento) de limpieza étnica? Nadie se atreve a responder porque el número de milicias con venganzas y deudas de sangre por saldar ha aumentado de manera alarmante en los últimos seis meses.
En su Riqueza de las naciones, Adam Smith recoge el aforisma de Cicerón: dinero sin límites, eso es la fuerza en la guerra. Pero si bien el Pentágono pudo comprar tiempo pagando a las tribus sunitas, los mercados financieros internacionales no parecen convencidos de que la compra de las milicias vaya a “estabilizar el naciente Estado iraquí”. El indicador clave aquí son los bonos emitidos por el gobierno títere en Bagdad en 2006. Esos bonos están denominados en dólares estadunidenses, alcanzaron un total de 2 mil 660 millones de dólares y tienen vencimiento en 2028. Los títulos son objeto de transacciones en los mercados internacionales y sus cotizaciones en la base de datos financieros de Blomberg permiten evaluar su comportamiento.
En los mercados secundarios, el valor de los bonos depende de la probabilidad de una moratoria y del valor futuro de la curva de rendimientos. El precio relativo de los bonos iraquíes se ha desplomado en todos los mercados y la probabilidad percibida de suspensión de pagos ha aumentado 40 por ciento desde mediados del año pasado. Ese evento es sinónimo de colapso del Estado títere en Bagdad. Algo perciben los mercados financieros.
Lincoln sentenció: la mejor manera de destruir a los enemigos es convirtiéndolos en amigos. Bien dicho. Lo que no dijo es que había que transformarlos en mercenarios.