Usted está aquí: lunes 31 de diciembre de 2007 Deportes Más de 5 mil personas, asaltadas ayer por un juez y un empresario

TOROS

Humberto Flores se llevó un maromón y una oreja demagógica; Herce pasó inédito

Más de 5 mil personas, asaltadas ayer por un juez y un empresario

Con ganado de desecho naufragó la novena corrida de la temporada de la miseria

Lumbrera Chico

Ampliar la imagen Sin emoción alguna transcurrió la novena corrida en la México Sin emoción alguna transcurrió la novena corrida en la México Foto: La Jornada

Para la novena función de lo que ya puede catalogarse como la temporada de la miseria, la empresa de Rafael Herrerías y Víctor Leal adquirió ocho reses infames, de la ganadería potosina de Pilar Labastida, de las cuales cinco fueron rechazadas por falta de edad, peso y trapío. El encierro tuvo que ser parchado con tres ejemplares de Campo Real, pero el daño ya estaba hecho. Era como si un arquitecto para construir una casa hubiera comprado cascajo en lugar de ladrillos.

Ante la falta de opciones para el entretenimiento –no había partidos de futbol, los cines exhibían puros churros y la televisión seguía pasando películas navideñas–, la gente hizo la segunda mejor entrada de la serie, desde la tarde del 4 de noviembre cuando reapareció José Tomás (quizá para nunca jamás volver) y, en consecuencia, en los tendidos había ayer más de 5 mil espectadores, una cifra casi récord para un embudo que domingo a domingo no congrega ni a tres mil.

Había, pues, expectación y ganas de fiesta, pero la alegría se tradujo en rabia cuando se abrió la puerta de toriles y salió el primero de la tarde, un tal Médico, negro bragado, cornalón y bizco, de dizque 485 kilos, que tenía aspecto de rata y además estaba enfermo. A pesar de las protestas del público, el juez Gilberto Ruiz Torres se hizo el sordo, y no ordenó que lo devolvieran ni siquiera cuando tras recibir una vara el bicho se desplomó desfalleciente.

Entre mentadas de madre a la “autoridad”, la ganadera y la empresa, la gente no le permitió torear al ibérico Luis Antonio Gaspar Paulita, quien terminó matándolo de pinchazo hondo. La estulticia del juez quedó de manifiesto cuando, ya en el rastro, el veterinario Santiago Aja examinó los despojos del becerro y comprobó que tenía una luxación de tercer grado en la pata trasera izquierda, o sea que nunca debió ser lidiado.

En las tribunas se decía que si Ruiz Torres se vio obligado a aprobar un engendro como ése, cómo estarían los que sí rechazó. De manera que por comportarse como empleado de Herrerías y no como defensor de la ley y de los derechos del público, el juecesito quedó como un pobre diablo al que los insultos le llovieron hasta que el último espectador se fue.

Al siempre empeñoso Humberto Flores le tocó un chivo similar a Médico, sólo que un poco más fuerte. Se llamaba Buen Amigo, cárdeno bragado de 484, bizco y astifino, al que el diestro de Ocotlán le hizo una suerte inventada por el maestro Leonardo Páez, que consiste en citar a la res mostrando el amarillo de la capa, como se estila para pegar la orticina, y girar en dirección contraria a ella cuando el animal pasa, en una especie de chicuelina a una mano, o de molinete con el percal.

Con la muleta, Flores se dobló llevando al esperpento hacia los medios y trató de torearlo en redondo, pero el toro le avisó por el pitón derecho y pocos trapazos después lo prendió por ese lado para enviarlo a las alturas sin lastimarlo de pura suerte. Eso bastó para que el matador sacara la casta y se lo zumbara en dos tandas de derechazos tremendistas, quitándose las cornadas con astucia, antes de matarlo de media en buen sitio y recibir nutrida petición de oreja, que el juez no debió conceder, pero que otorgó tal vez por temor a que arreciaran las invectivas en su contra.

A Marcial Herce le correspondió el tercero de Labastida, Petirrojo, castaño colorado de apenas 464 kilos, que fue al caballo del picador y salió totalmente ileso, sin derramar una sola gota de sangre, a pesar de lo cual el torero pidió el cambio de tercio. Esta aparente equivocación sirvió para demostrar que el bicho no valía su peso en abono para las plantas, porque dobló las manos hasta el final de la lidia rodando una y otra vez.

En la segunda parte de la corrida salieron los tres de Campo Real: San Juanero, negro bragado y playero de 531, para Flores, que reintentó el tremendismo con menos fortuna porque el matalote se le rajó; Campero, cárdeno, paliabierto y astifino, de 480, con el que Herce arriesgó todo sin obtener nada, y No Que No, negro zaino de 500, cómodo de cabeza, con el que Paulita pudo al fin correr la mano en naturales con técnica pero sin transmisión, antes de matarlo de pinchazo y entera y retirarse en silencio pensando, acaso como Rulfo, que la vida no suele ser muy seria en sus cosas. Y mucho menos en la Plaza México, donde la empresa aborrece la fiesta brava y desea exterminarla, mientras más rápido mejor. Feliz año.

 
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