Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de diciembre de 2007 Num: 669

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La utopía de la lectura
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Poetas novísimos de Latinoamérica

De Balthus y pentimentos
RICARDO BADA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Hugo Gutiérrez Vega

APUNTES SOBRE EL TEATRO EN MÉXICO (II DE X)

Los conquistadores y, especialmente, los encargados de la evangelización, utilizaron las representaciones teatrales, en los primeros años. Conscientes del amor a la farsa y al rito que caracterizaban a la cultura indígena, decidieron que el género que más convenía a su proyecto ideológico era el del auto sacramental. Para el efecto, construyeron capillas abiertas en los atrios de las iglesias y formaron compañías teatrales de indígenas dirigidas por frailes catequistas (advierto, antes de seguir adelante, que mi intención es descriptiva y que utilizo el análisis ideológico como hipótesis de trabajo. Lejos de mí las elementales calificaciones peyorativas). Tenemos referencias poco claras sobre una representación de El fin del mundo en lengua náhuatl, celebrada en Ciudad de México, y Motolinía nos habla de una graciosa puesta en escena, también en náhuatl, efectuada por los indios de Tlaxcala en 1538 y titulada La caída de Adán y Eva. Estos espectáculos multitudinarios terminaban con el bautizo de los indígenas conversos, y con grandes manifestaciones litúrgicas que deslumbraban a los indios tan aficionados a la pantomima y al boato sacerdotal. En 1539 se representó, en Tlaxcala, el auto de la Conquista de Jerusalén. Participaron en esta puesta en escena más de 5 mil indígenas que mimaron, cantaron y declamaron la historia de las batallas entre moros y cristianos.

He tratado los temas relacionados con las primeras manifestaciones teatrales que se dieron al término de la Conquista , porque muchas de ellas se encuentran aún vivas, aunque, por supuesto, han sufrido una buena cantidad de modificaciones que no sólo no las han deteriorado, sino que las han enriquecido con los elementos de una cultura mestiza penetrada por múltiples influencias de los más variados orígenes. La tradición oral ha mantenido vivos, aunque ya casi agónicos, los dos grandes ciclos del teatro religioso mexicano: el de la Natalidad y el de la Pasión. Estos corresponden al teatro de inspiración medieval que los misioneros pusieron al servicio de su proyecto ideológico en los primeros años de la evangelización. Como en las farsas populares andaluzas, el teatro religioso de México se expresa a través de palabrotas y conserva su frescura, su ingenuidad y sus peculiares interpretaciones de los misterios de la fe. Veamos algunos ejemplos: en una pastorela (auto de Navidad) del Bajío (llanura central de México), los pastores anuncian alegremente: “Ya parió María, ya parió José, parieron los pastores y el niño también.” En otra pastorela de la misma región aparece (y que los señores antropólogos culturales averigüen las razones de este anacronismo) Hernán Cortés. Un pastor agitado y nervioso, informa: “Ahí viene Hernán Cortés. Trai a los indios en chinga” y, ante la pregunta: “¿Y quién es ese cabrón?”, responde: “Es un viejito barbón con ojos como de gringa.” En un auto de Navidad de Jalisco, el Arcángel Grabiel da muestras inequívocas del alto concepto que de sí mismo tiene. Aparece, en lo alto de una columna, ataviado con una faldita de colores chillones, adornado con una peluca rubia y esgrimiendo una espada plateada con mistión de plátano. Lo rodea un coro de ángeles que preguntan: “¿Quen como tu Grabiel, quen, quen?”, y responde el Arcángel de la Anunciación , bajando la vista e inflando el pecho: “Pos naiden, pos quen.” Las interpretaciones de los misterios de la fe están impregnados de una especie de sincretismo, circunstancia presente en la mayor parte de las culturas de los países de América Latina. Así, en un coloquio que celebran los indios de los Altos de Chiapas, el Arcángel Grabiel es objeto de esta original alabanza: “Grabriel, Grabiel, eres tan grande que merecites ser la madre de Dios.” Las pastorelas navideñas del Bajío tienen una construcción laberíntica, llena de interpretaciones libres y de una graciosa confusión de los grandes temas de la historia sagrada. Luzbel, en el momento de ser arrojado a los infiernos por el armado Arcángel Miguel, se queja a lo mexicano: “Detén tu brazo Miguel, qué tiznadazo me has dado”, y el ermitaño es siempre un personaje burlón y pícaro que se presenta, valiéndose del albur, juego de palabras mexicano de retorcido fondo sexual: “–Yo soy un pobre ermitaño vestido de pura jerga, que cada dos años bajo a que me pelen la...” El ciclo de la Pasión del Señor tiene su momento culminante en las representaciones populares de Ixtapalapa, antigua comunidad indígena devorada por la tentacular Ciudad de México.

(Continuará)

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