Ojarasca 128 diciembre 2007

Familia Vázquez Rivera, totonacas, Puebla

 

Los misak de Colombia

La casa de los dioses

es la tierra nuestra desde siempre

En un extenso documento que refleja la profunda reflexión comunitaria del pueblo misak o guambiano de Colombia, el Cabildo de Guambia y la Autoridad Ancestral del Pueblo Misak fijaron su postura de defensa integral de sus territorios mediante un trabajo cotidiano de autonomía que se refleja en el estatuto misak-guambiano difundido este año.

Dicen en su exposición de motivos: “La cultura integra el territorio y en éste las tierras, el aire, las aguas, el petróleo, los minerales, la variabilidad de organismos vivos de cualquier origen, y todos los elementos que son expresión de los saberes tradicionales acumulados durante toda la existencia de nuestra gente en todos los ámbitos de nuestra vida. Ninguno de estos elementos constituye materia prima para el actual periodo de globalización, para la ingeniería genética, la OMC, los gobiernos, las ONG, centros de investigación o empresas nacionales, trasnacionales y multinacionales que privatizan la vida, contaminándola, explotándola y destruyéndola para beneficio y dominio de pocos”.

Y más adelante: “Somos los primeros pobladores hijos y cultivadores de agua de este continente, y para los pueblos que lo habitamos no hay especie silvestre, ni espacio baldío, porque milenariamente hemos sido conocedores y sabedores en la convivencia con la naturaleza, por eso somos autoridad ambiental… El saqueo y apropiación de la riqueza biológica de nuestras montañas y selvas, de las aguas, minerales, y de los saberes, se orienta al control sobre el territorio —el espacio y sus pobladores—, suplantando nuestra autoridad, autonomía y autodeterminación, y destruyendo nuestras culturas milenarias”.

Y añaden: “es deber del pueblo misak y sus autoridades cuidar, proteger y conservar todo nuestro territorio, que es sagrado, incluyendo los páramos, las montañas, las selvas y humedales grandes o pequeños, lagos y nacimientos, fuentes o colchones productores de aguas, las cuencas hidrográficas, las grandes o pequeñas rocas donde están nuestros dioses y los espíritus que nos protegen y nos dan la vida, y las zonas donde habitamos y producimos nuestro sustento, para que siga siendo un patrimonio colectivo bajo nuestra responsabilidad y cuidado.

“Los páramos, humedales y nacimientos de aguas, por ser morada de nuestros dioses y espíritus, y por ser el lugar donde se originó nuestra gente y nuestra cultura, son patrimonio colectivo de todos los misak y nuestras autoridades adoptarán medidas para que ellos sean utilizados colectivamente, como reservas naturales y para actividades relacionadas con nuestra vida espiritual”.

También se comprometen a “cuidar, proteger, cultivar y conservar a perpetuidad todas las formas de vida y todo el patrimonio natural incluyendo la diversidad animal y vegetal, los microorganismos, el aire, las minas del suelo y subsuelo de cualquier tipo, y los recursos energéticos de cualquier origen”.

Otorgan peso a la soberanía alimentaria: “Todas las tierras del territorio misak serán destinadas prioritariamente a suplir los requerimientos del ciclo de vida e identidad misak. Aquellas aptas para la producción deberán estar dedicadas en primer lugar a incrementar y mejorar la producción de alimentos saludables para el autoconsumo, con el fin de mejorar la nutrición, la salud y en general el bienestar de los misak. Los cultivos comerciales e industriales no podrán desplazar la producción de nuestros alimentos”.

Preocupados por sus saberes buscan “respetar, vivenciar, cuidar, proteger y conservar a perpetuidad los saberes, y todo el legado cultural heredado de nuestros ancestros, los relacionados con el cuidado de la biodiversidad, y los que tienen que ver con otros aspectos de nuestra cultura”.

Nuestra cultura no constituye materia prima para la globalización, para la ingeniería genética, la OMC, los gobiernos, las ONG, centros de investigación o empresas nacionales y transnacionales que privatizan la vida

Son importantes las tradiciones de trabajo colectivo como la minga, “práctica ancestral de unidad, integración, solidaridad y reciprocidad (y estrategia de educación propia, para impartir la sabiduría y el conocimiento milenario de nuestros pueblos)”, y la justicia propia, “y aplicarla de manera que se respeten los derechos colectivos, familiares e individuales, para garantizar el equilibrio entre el derecho y el deber de todos, la cohesión familiar, la convivencia colectiva e identitaria y el respeto por la naturaleza”.

Su documento es un llamado muy estricto para que los misak se abstengan de caer en conductas que lesionen su territorio y una advertencia de que lo defenderán a como dé lugar. Así quedan prohibidas expresamente las actividades mineras, agrícolas, ganaderas o de turismo; las actividades comerciales; la tala de árboles y la destrucción de flora y fauna; la provocación de incendios u otras actividades que causen desmedro de su integridad. “La introducción, siembra, utilización y comercialización de semillas y productos transgénicos y sus derivados, o de plantas que tengan como fin un uso contrario a la naturaleza y la cultura”.

Mantienen una visión del genoma humano como patrimonio colectivo por lo que prohiben “el acceso, investigación, salida, utilización y comercialización de los recursos genéticos de los cuerpos de nuestra gente, tales como sangre, piel, cabello u otros tejidos, órganos” y el tráfico humano y las investigaciones o estudios que impliquen “la apropiación y privatización de cualquier elemento de nuestro patrimonio natural o cultural, que sean contrarios a nuestros principios éticos y culturales, y que no procuren la sustentabilidad y la justicia, y cuyos resultados conduzcan a la acumulación económica”.

Tampoco se permite el arrendamiento, el préstamo, la transferencia o la donación de partes de su territorio, ni la utilización lucrativa de sus contenidos culturales, incluido el “constituir derechos de propiedad intelectual o industrial de cualquier índole sobre nuestros genes o sobre cualquier producto de la manipulación genética de los mismos; sobre los elementos de la biodiversidad, su contenido genético, o cualquier producto derivado de la manipulación genética u otra de los mismos; y sobre los elementos de la identidad misak”.

No permitirán “que ninguna persona, natural o jurídica, misak o foránea, introduzca, deposite, almacene, vierta o transite con desechos tóxicos y peligrosos, o no tóxicos diferentes a las basuras domésticas de nuestra gente, en parte alguna de nuestro territorio”.

De igual modo rechazan “La imposición de conceptos y sistemas de ‘área crítica para la biodiversidad’, ‘desarrollo sostenible’, ‘canje de deuda por naturaleza’, ‘servicios ambientales’, ‘cadenas productivas’, ‘reservas estratégicas’, la adopción de leyes y políticas de aguas, páramos, forestales, de desarrollo rural, que encubren los grandes intereses que se enmascaran detrás del discurso de la conservación, legitimando la instauración de la propiedad privada de la vida”.

 

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