Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de diciembre de 2007 Num: 666

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Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Gardel: que 117 años
no es nada

MARCO ANTONIO CAMPOS

Doris Lessing: la crisis
de la identidad

CECILIA URBINA

Entrevista con
Francisco Brines

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

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Entrevista con Francisco Brines

Miguel Ángel Muñoz

ESCRIBIR PARA SABER

Cuenta Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932), que encontró la riqueza de la vida cuando empezaba la adolescencia, en los enormes jardines familiares, en la pasión por la lectura. Dice el poeta: “Me considero un hombre de pasión y de cultura mediterránea, y haber nacido en esa orilla lo reconozco como un don.” Así la lucidez precoz de su primer libro, Las brasas (1960, Premio Adonais), da paso a los poemas históricos y reflexivos que recoge en Palabras a la oscuridad (1966, Premio de la Crítica ). Aún no (1971) abre diversos caminos, como la sátira y un desgarrado existencialismo que preconiza la visión desengañada y a la vez metafísica de Insistencias en Luzbel (1977), donde alcanza una difícil desnudez y pureza expresiva, que lo convierte en una de las voces poéticas más fuertes de Hispanoamérica. En 2000 Tusquets publicó Poesía reunida 1960-1997 , que le valió el Premio Nacional de Letras. Hace un par de meses recibió el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca.


Luis Cernuda Foto: cortesía de fzayas.com

–¿Cómo transcurrieron sus primeros años de aprendizaje, y después de la publicación de su primer libro, Las brasas , en 1960?

–Se sucedieron muchos de escribir y guardar lo escrito, con intervalos de silencio. Me influían, como es natural, las lecturas, sobre todo al principio, y un día amanecía surrealista y al otro puro. La poesía iba transformándose en una necesidad profunda, vital y a los veinte años tenía terminado un libro, Dios hecho viento, que reflejaba la profunda crisis religiosa que yo había vivido. La oración había enmudecido en mis labios y fue sustituida por las palabras de la poesía, que así me daba a conocer el momentáneo desvalimiento que aquella pérdida me ocasionaba.

–El tema religioso, o mejor dicho, el místico, ha surcado gran parte de su poesía, ¿cree que fue una revelación que se desvaneció y luego reapareció como suspiro inédito?

–En un principio todo un mundo había caído con estrépito, no sólo el religioso, y para sustituirlo sólo contaba con mi superviviente inocencia y el profundo instinto de la vida. Y un oficio, para mí sagrado, en el que todavía estaba iniciando el aprendizaje: la poesía. Por esa alta consideración que tenía de ella no necesitaba para escribir otros estímulos externos.

–Pero quizá una de sus primeras influencias importantes en su vida y obra lo fue el poeta Vicente Aleixandre.

–Desde luego, Vicente Aleixandre, quien me ayudó en la ordenación de mi libro Las brasas, fue un compañero único. Siempre tuve en él, desde el primer día, dispuestos y generosos consejos. Algo más tarde, después de asistir a sus clases de la Facultad , inicié mi amistad con Carlos Bousoño, de quien tanto he aprendido humana y poéticamente. Pienso en estos dos poetas mayores, y siento que mi fortuna, al conocerlos, no sólo ha sido literaria sino también humana; en ello he aprendido no sólo a entender mejor la poesía, sino también la vida.

–¿Hay rupturas en su poesía con respecto a los ejes temáticos que maneja en cada libro?

–En mi libro Palabras a la oscuridad hay una sección de poemas ingleses que marcan, de manera cierta, un cambio con respecto a mi libro anterior y a otros poemas del mismo libro escritos con anterioridad. Son poemas meditativos, de contextura conceptual, aunque siempre es perceptible en ellos un intenso tono lírico. Debo decir ahora que mucho antes yo había descubierto en una antología masiva, de más de setenta nombres, a un desconocido poeta por el que me sentí enteramente deslumbrado, y que en mi devoción (y formación) literaria debo colocar junto a Juan Ramón Jiménez. Uno de esos escritores que nos enseñan a revelar nuestro propio mundo: Luis Cernuda. Perseguí su presencia, siempre precaria, en antologías escasísimas.


Francisco Brines

–¿Cómo se dio el primer encuentro con Cernuda?

–Fue bastante tarde. En uno de mis viajes de Salamanca a Valencia ocurrió el feliz encuentro. Fue en Madrid, en un secreto lugar, a ras de suelo de una pequeña e íntima librería: Abril. El libro: Como quien espera el alba. Aquellas librerías tenían la emoción que ahora guardan las buenas librerías de viejo. Mayor aún, porque una primera edición de Cernuda, con respecto a otra de Lope o Quevedo, conlleva el conocimiento virginal del libro. El libro pasó de mano en mano de mis mejores amigos y prendió en ellos la misma llama de entusiasmo. De esta semilla, mucho más tarde (en 1962) surgiría en Valencia el número homenaje de La Caña Gris que tanta satisfacción produjo al poeta y que resultó una de las escasas muestras de adhesión que en vida le llegaron.

–Al momento de conocer la poesía de Cernuda su trabajo poético tuvo algunos cambios “formales”, es decir, su poesía se volvió más narrativa, ¿cómo fue esa transformación?

–No fue a partir de mi relación con Luis Cernuda, ni mucho menos con otros poetas. El trabajo poético es solitario, es ir encontrando la propia voz interior. Mi poesía narrativa tiene dos vertientes: la biográfica y la histórica. El poema que mejor resume la primera manera es “Relato superviviente”, en el que la narración se va haciendo sobre algunos hechos de mi vida, rastreando en la memoria. El poema, como ocurre con el recuerdo, se presenta con inconexión, pero el resultado querrá entregarnos el sentido o el conocimiento de esa vida. Paradójicamente, en la poesía escrita sobre oscuros sucesos históricos, la narración fluye con mayor lógica. Así sucede en los tres poemas de Materia narrativa inexacta. Estos poemas me han servido para proyectar, con objetividad y distanciamiento, obsesiones poéticas y personales.

–Si la poesía determina la visión del poeta y quizá la vida misma también, ¿qué determina a Francisco Brines el poeta?

–Yo parto en mi poesía de la persona que soy y de lo que me rodea, y trato de conocer por medio de la escritura una realidad que existe y que aún no sé. Unas veces, para escribir el poema, hago pie en una experiencia determinada, cuyo último sentido se me revelará en la escritura, por el que me llegará un conocimiento, una profundización de lo incógnito.