Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de diciembre de 2007 Num: 666

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Gardel: que 117 años
no es nada

MARCO ANTONIO CAMPOS

Doris Lessing: la crisis
de la identidad

CECILIA URBINA

Entrevista con
Francisco Brines

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Germaine Gómez Haro

Frida y su doctorcito

El centenario del natalicio de Frida Kahlo ha desplegado a lo largo de todo el año en curso una pléyade de festejos, entre exposiciones, homenajes, conferencias, puestas en escena y publicaciones de diversa índole. Entre éstas, merece atención especial el libro titulado Querido doctorcito. Frida Kahlo y Leo Eloesser. Correspondencia, coordinado por el fideicomiso de los museos Dolores Olmedo, Frida Kahlo y Diego Rivera bajo el sello de la Editorial dge /Equilibrista. Se trata de una edición bellamente impresa y diseñada que reúne las cartas que se escribieron la artista y su médico durante muchos años. Lo increíble es que esta correspondencia de ida y vuelta aparece precisamente este año gracias a azares del destino. Las cartas de Eloesser vieron la luz tras el descubrimiento del archivo “secreto” que recién se dio a conocer en la Casa Azul, y las de Frida fueron donadas por la compañera del médico hace poco tiempo.

Leo Eloesser (1881-1976) fue un personaje de suma importancia en la vida de Frida Kahlo. Jefe de cirugía de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford y cirujano de tórax especializado en huesos, Frida lo conoce en 1930 y de inmediato se convierte en su galeno de cabecera, cómplice, confidente y amigo entrañable. Las cartas que la artista le escribe son testimonio de la admiración que le profesó y del profundo cariño que sentía por él, pero más allá de eso, da la impresión de que Frida escribe esas cartas para cuestionarse y responderse a sí misma. Así como sus autorretratos revelan su obsesión por sumergirse en las profundidades de su alma –y no a una voluntad narcisista como frívolamente sostienen sus detractores– en estas cartas vierte sus cuitas más intensas quizás en un intento por leerse a sí misma, por conocerse mejor, por entenderse. El doctor Eloesser es para Frida una especie de “diván” psicoanalítico en el que Frida deposita –o arroja– sus dolencias físicas y espirituales. Eloesser le corresponde en su admiración y no escatima en ofrecerle permanentes muestras de cariño: “Fridita, almita de oro, de nácar, de carey y de azogue, linda, Malinche de las malas y Boninche de las muy rebuenas, Fridita que te extraño tanto, Frida. Te beso las manos y la patita chueca.” Divierte constatar que el doctor utiliza el mismo lenguaje fresco, espontáneo y pintoresco que caracteriza a su paciente, y se palpa que entre ellos prevalece una complicidad que pocas veces se consigue en la vida. Si estas cartas resultan relevantes para el estudio de Frida Kahlo es porque arrojan valiosa información sobre su vida íntima, sus reflexiones estéticas, su relación con su entorno social, en fin, sobre su yo interno, tópico que va directamente ligado a su creación artística.

El libro está integrado por varios ensayos que abordan diversos tópicos: Frida, corresponsal , donde Carlos Monsiváis habla del ingenio de Frida en sus textos “que son risa, pena y autobiografía” y hace un recuento de los temas relevantes que se extraen de estas cartas. Frida Kahlo: el dolor como vida , del doctor Arnoldo Kraus quien ha tratado ampliamente la relación médico-paciente en numerosos escritos, señala que “algunos dolores abren la mirada y siembran. Otros oscurecen y arrasan. Los de Frida, al mirar sus textos y palpar sus cuadros, dan cuenta del sufrimiento de la artista e invitan a reflexionar acerca de la inminente presencia de sus dolores”. En Leo Eloesser, destinatario de Frida Kahlo , Teresa del Conde hace una semblanza del médico y revisa las cartas para armar un recuento de la relación entre ellos y del contenido de la correspondencia. El impresor Juan Pascoe, el cual juega un papel importante en el rescate de las cartas que escribió Frida, relata su relación con Eloesser y su compañera Joyce Campbell, a quienes conoció y trató en Tacámbaro, Michoacán, donde la pareja residió largo tiempo. Dos años antes de morir, Campbell confió a Pascoe toda la correspondencia de Frida que ella había conservado con todo cuidado. El impresor tuvo el acierto de depositar este valiosísimo material en la institución Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México , a cargo de María Isabel Grañén, donde actualmente se conservan. Los dos últimos capítulos de la autoría de Leo Eloesser se refieren a su relación con la pareja Kahlo-Rivera y sus viajes a México.

El libro está bellamente ilustrado con imágenes de objetos personales de Frida –como su famoso corset pintado– fotografías, cuadros, las cartas en cuestión, y una serie de enseres alusivos a la enfermedad –tela adhesiva, frascos de medicinas, etcétera– los cuales, a mi parecer, resultan totalmente innecesarios, pero no opacan la magnífica edición. No cabe duda que Frida sigue vivita y coleando, o, como diría ella, “sigue la yunta andando”.