Usted está aquí: martes 4 de diciembre de 2007 Opinión Itacate

Itacate

Marco Buenrostro y Cristina Barros
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Alimentación prehispánica

Es notable la riqueza de la alimentación de los antiguos mexicanos. La región más documentada en la época del contacto corresponde a la cuenca de México y también a los estados colindantes.

Las dos fuentes escritas más importantes para recuperar el pasado prehispánico son la Historia general de las cosas de Nueva España, de Bernardino de Sahagún, y la Historia natural de Nueva España, de Francisco Hernández.

Este último libro fue publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1959, a partir de la edición conocida como Matritense (1790); comprende los libros dedicados a la flora. Para la fauna y los minerales se recurrió a la edición llamada romana: Rerum Medicarum Hispaniae Tesaurus.

Germán Somolinos D’Ardois coordinó este importante trabajo; en su extenso prólogo da cuenta de las vicisitudes que vivió el protomédico de la corte de Felipe II, Francisco Hernández, y de los avatares por los que atravesaron los manuscritos de este científico, quien supo reconocer la sabiduría de los médicos indígenas.

En estos días la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, dependiente de la Coordinación General de Difusión Cultural de la UNAM, editó La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia natural de Nueva España de Francisco Hernández. La recopilación y el estudio preliminar es de estos itacateros, el diseño de Agustín Estrada y Araceli Limón; el cuidado editorial de Elsa Botello y Alejandro Soto.

Una revisión del índice nos permite precisar que el número de plantas comestibles (raíces, tallos, hojas, flores, vainas, frutos o semillas) es de 174 especímenes. Es importante considerar que Hernández privilegió aquellas plantas que tenían sobre todo aplicaciones médicas. Si su investigación se hubiera referido especialmente a las plantas comestibles, este número sería mucho mayor.

La aportación de la Historia natural... no se limita a la descripción de las plantas, animales y minerales; hay datos de interés respecto de ciertos tonos de la vida cotidiana, de las formas de cultivo de varias de ellas, de la manera en que la alimentación indígena se integró a la dieta criolla y española, o de la llegada a México de plantas como el tamarindo, ciertas variedades de coco, el mastuerzo o el jengibre.

De la jícama dice, “suelen servirse al fin de las comidas”, y de la flor llamada hoitxóchitl menciona que “los indios (la) suelen vender en sus mercados ensartada en un hilo a manera de rosario”. Del axocopaconi explica que además de usar sus flores para tonificar el cacao, sus hojas de colocaban entre las ropas “para darles olor agradable y para ahuyentar a las polillas y demás animales que corroen y destruyen”.

En relación con el hoauhquílitl o amaranto, comenta que con esta semilla los antiguos mexicanos preparaban una bolas (como ocurre todavía en las poblaciones cercanas a Pátzcuaro, como Opopeo, en Michoacán), y también “la bebida llamada michihoauhatolli, que toman como alimento muy sabroso”.

También hay datos de interés en los libros dedicados a los animales y a los minerales.

 
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