Usted está aquí: lunes 3 de diciembre de 2007 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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Rayando el sol

Comparto esta carta con los lectores, pues refleja una actitud aceptante y serena frente a la muerte, tanto de quien partió como de quienes lo motivaron en vida y aprendieron de su elocuente testimonio existencial.

“Mientras en el mundo –comienza la misiva– se sigue discutiendo acerca de lo conveniente o no que resulta la aplicación de la eutanasia voluntaria, acerca de las mil y un formas de hacernos olvidar que la muerte no es sino la última consecuencia natural de vivir. En tanto muchos profesionales de la medicina lucran a costa de prolongar una existencia que ya no tiene sentido, el día de hoy, este luminoso sábado, su familia amiga de Zacatecas, los hermanos Flores Olague, le comunicamos que nuestro padre terrenal, Jesús Flores Robles, luego de una vida plena, de lucha, pero también de muchas y humanas satisfacciones, dejó de existir.

“Con un mal detectado durante su último mes de vida, don Jesús, al saber lo inevitable, no alteró en lo más mínimo su rutina diaria. Siguió con su labor profesional, llevó su buen humor al hospital, y hasta su momento postrero, en el que impedido ya de hablar pero no de recursos para comunicarse con nosotros, cerrando su mano izquierda y levantando el brazo, nos pidió que tuviéramos fuerza para seguir adelante. Y luego, sonriendo, procedió a señalar a lo alto para decirnos adiós y enseguida, su último rasgo de buen talante, indicar que se iba a tirar un clavado con todas las de la ley a ese lugar desconocido al que todos tenemos que ir en algún momento.

“Hecho esto, partió. Los aparatos todavía registraron su respiración y la actividad de su cerebro, decrecientes ambas, durante algunas horas, pero sin duda todos tenemos la certeza de que en algún lugar del dilatado universo don Jesús ya estaba afinando su violín o su guitarra, y sobre todo su voz para entonar, como sólo él sabía hacerlo, Rayando el sol.

“Hombre creyente pero no fanático, respetuoso de la libertad de conciencia, su entierro, sin sacerdotes ni palabras huecas de consuelo, fue una romería de familiares y amigos que semejaban una fiesta, a tal grado que nuestro recién desaparecido parecía más presente que nunca. Si hermosa encuentra la vida quien la construye hermosa, como dijo el poeta, sólo sabiendo vivir a plenitud se puede tener tan buena muerte como la que hoy le transmitimos de este hombre, con quien usted departió y compartió tantos momentos felices. Suyos como siempre: José de Jesús, María Auxilio, María Guadalupe, Ana María, Luis Fernando, Carmen Alicia, Marisol y Laura Elena Flores Olague.”

Cuando algunos seres tienen el privilegio de saber fluir con los días y sus agridulces, insospechadas manifestaciones; cuando a veces incluso sin proponérselo atinan a relativizar lo que les ocurre y a decir sí a la vida como desafío alegre y no como valle de lágrimas; cuando su vitalidad rebasa toda lógica y su entusiasmo, no su ambición, contagia a quienes tuvimos el honor de conocerlos, la muerte pierde su mala fama. Un fuerte abrazo.

 
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