Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de noviembre de 2007 Num: 663

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Marx no era marxista
ALEJANDRO MICHELENA

Tu cuerpo
ARISTÓTELES NIKOLAÍDIS

Horacio Durán, pionero
del diseño

ÓSCAR SALINAS FLORES

Entrevista con Horacio Durán
FRANCISCO JAVIER GARCÍA NORIEGA

Philippe Perrin o la repetición de la pérdida
ELIZABETH DELGADO NAZARIO

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Jorge Moch
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Vuelo con baile risible

Para quienes carecemos de garbo, de gracia física para la danza o cualquier estética manifestación corporal, la mofa es recurso con que solventar las frustraciones. Siempre fui malo para bailar y patológicamente tímido, patoso, incapaz –y por eso burlón– para cuestiones dancísticas, pero buenísimo para inventar bailes ridículos que solamente han visto y verán mi mujer y mi hija. Sumando a ello la banalidad y lo efímero del mundillo de la música comercial, viene de perlas, como una especie de reivindicación también para los marginados de las modas, del glamour, de las fiestas en la adolescencia, una serie de televisión que se solaza y precisamente hace del ridículo y del kitsch televisivo musical tan de hoy, tan vigente con las mamarrachadas que vemos convertidas en moda por culpa de MTV y del escaso cacumen de buena parte de la muchachada (diría un severo señor decimonónico como el detestable Diego Fernández de Cevallos hoy tan calladito pero ciertamente no extrañado), su eje argumental.

Flight of the Conchords (Vuelo de los Conchords) es una serie coproducida por hbo y sus creadores originales, los neozelandeses Bret McKenzie, Jemaine Clement y James Bobin. McKenzie y Clement son los protagonistas, mientras Bobin coescribe y dirige. Originalmente concebido como un dúo musical, Flight of the Conchords fue conocido en su etapa experimental primero como los Moustache y luego como Vested Interest. Luego el dúo, creado para mejorar las exiguas habilidades como guitarristas de McKenzie y Clement, se convirtió en número de comedia musical. Sendas temporadas en la radio (ya con el título/nombre actual) les ganaron un vasto reconocimiento popular y un bien ganado espacio propio en la radio de la BBC. En la serie radial (ya con la mayor parte de su elenco, como el inepto y ñoño “manager” Murray, personificado por el también comediante neozelandés Rhys Darby) se narran las peripecias de un par de músicos “maletas” tratando de hacerla en la escena londinense.




Fotos: www.hbo.com

Autodenominado como el “cuarto dúo neozelandés más popular dedicado a la comedia folclorista musical guitarrista digital bongo a capella rap funk”, la serie de hbo cuenta básicamente lo mismo, la precariedad de una derrengada carrera musical en la que lo último en morir son el sentido del ridículo y la esperanza de los cantautores, de sus pésimas creaciones, de la absoluta incapacidad y el rampante desconocimiento –y de su falta de contactos, de su imposibilidad de relacionarse con figuras del medio– que de la pantagruélica industria musical tiene Murray, su representante, en un entorno tan agresivo y usualmente antropófago, empresarialmente hablando, como esa Nueva York a la que el par de incautos neozelandeses emigraron para, como diría cualquier mexicano ya versado en migrantes cuestiones, “ora sí hacerla chido”.

Uno de los elementos que caracterizan a Flight of the Conchords y la sitúan más allá de otras series de comedia es precisamente la música. Mala. Malísima y adrede. Simplona en concepción y complejidad, líricamente banal (casi toda dolorosamente amorosa, de rupturas y abandonos, de miradas indiferentes y besos negados, pero con metáforas horribles, estampas inútiles y absolutamente desfasadas de lo amatorio, como una lavadora en ciclo de enjuagado o el color amarillo de los taxis del barrio). Lo que McKenzie, Clement y Bobin persiguen, que es burlarse de la escena farandúlica y de paso de los musicales a los que los neoyorquinos parecen tan enfermizamente proclives (básicamente de ello vive el circuito teatrero de Broadway) lo obtienen perfectamente con videos que de pronto cobran vida en el desarrollo narrativo de cada episodio. Por cada capítulo podemos ver un par de números musicales exquisitamente ridículos. Haciendo burla descarnada del videoclip como género híbrido de la escena comercial de la música, McKenzie y Clement dan rienda suelta al Juan Penas que todos llevamos dentro. Monstruos de cartón, bailecitos ridículos hasta el paroxismo, montajes escénicos propios de un Ed Wood o de un Juan Orol reiteradamente postmoderno y transcultural, hacen las delicias de quienes estamos hasta el gorro de los videos raperos cargados de taras sociales como la xenofobia y el machismo con que MTV envenena la sesera de millones de jóvenes y niños en el mundo. Finalmente, como dijo el filósofo: la vida no es para tomártela tan en serio porque nunca vas a salir vivo de ella; Flight of the Conchords parece entender perfectamente el quid del asunto, y encima le pone música.