13 de noviembre de 2007     Número 2

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


Guatemala:

De malls, fincas cafetaleras y otros símbolos de la ignominia

Pablo Sigüenza Ramírez

Dando una vistosa bienvenida a la entrada de la ciudad de Cobán, Alta Verapaz, en Guatemala, se encuentra la Plaza Magdalena. Se trata de un complejo comercial con alrededor de 60 negocios, espacios de distracción y venta de comida. Lo más interesante del lugar es la estructura externa: una imponente construcción con forma de casco central de finca cafetalera alemana decimonónica. No deja de llamar la atención lo agudo del mensaje que los dueños de la Plaza Magdalena dejaron plasmado en la estructura: le recuerda a la población del área urbana y a los miles de campesinos que llegan a la ciudad día a día, indígenas q’eq’chies y pocomchies en su mayoría, que el poder en Alta Verapaz, al igual que en el país, está ya definido y está en manos del sector terrateniente esencialmente cafetalero.

La finca de café se constituyó en la unidad de producción fundamental en los pasados 150 años en el país,hasta la crisis causada por la gran caída internacional de los precios del grano a inicios de la década actual. A partir de las transformaciones liberales de finales del siglo XIX, el cultivo de café determinó las relaciones sociales de producción y de convivencia en vastas áreas del territorio nacional, llegando a producir actitudes de servilismo al mero estilo de la época medieval en Europa. Dichas relaciones se viven en fincas de Alta Verapaz incluso en estos primeros años del siglo XXI.

La desigual e injusta distribución de la tierra en Guatemala tiene varios perfiles: por un lado, es el resultado de procesos históricos de despojo de tierras a las comunidades indígenas, por otro, es uno de los problemas que están en la raíz de las condiciones de pobreza y exclusión claramente descritos en los informes del desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); pero la cara más impactante del fenómeno es la de las niñas, los jóvenes, los hombres y las mujeres que siguen siendo explotados en las fincas y terrenos dedicados a los monocultivos extensivos de exportación, sin posibilidad de acceder al recurso tierra para producir sus alimentos de forma digna.

El discurso de los grandes empresarios y sus funcionarios es que la tierra ya no es un medio indispensable para el desarrollo en las áreas rurales, muy al estilo del enfoque de la nueva ruralidad; sin embargo, el capital nacional y trasnacional ejercen hoy una presión muy fuerte sobre las pocas tierras comunales que existen, a fin de impulsar la producción extensiva de cultivos como la caña de azúcar, la palma africana, el maíz para la producción de etanol y biodiesel. Nuevamente se produce en regiones fértiles, como la del valle del río Polochic, el desplazamiento y la expulsión de comunidades indígenas con la intención de expandir, a toda costa, la producción agroexportadora.

Indudablemente no es por conducto del actual gobierno ni del gobierno que será electo próximamente, que se detendrá esta avanzada del capitalismo salvaje sobre nuestros recursos naturales y nuestros pueblos.

Tampoco es con la actual conformación legislativa que se promoverá la ansiada y necesaria Ley de Reforma Agraria Integral. Es claro: son los pueblos los que de forma espontánea al inicio, y organizadamente después, lograrán establecer un gobierno del pueblo y para el pueblo, que avance hacia la trasformación de las condiciones de desigualdad. Mientras tanto, la Plaza Magdalena nos da la bienvenida a Cobán y nos invita, a propios y extraños, a disfrutar una deliciosa taza de café y visitar el museo del grano en la casa de la “ilustre” familia Diesseldorf, principal terrateniente de la región.

Instituto de Estudios Agrarios y Rurales, de la Coordinación de ONG y Cooperativas (Congcoop)