Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de noviembre de 2007 Num: 662

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Una polémica con
Ortega y Gasset

ARTURO SOUTO ALABARCE

Sánchez Mejías: las tablas, el ruedo y la vida
OCTAVIO OLVERA

Mujeres poetas del ’27:
un olvido que no cesa

CARLOS PINEDA

Breve antología

La danza de los quarks
NORMA ÁVILA

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Luis Tovar
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Mata que da

Incluyendo el documental de Gerardo Tort La guerrilla y la esperanza: Lucio Cabañas --que ha tenido una presencia en pantalla mucho más extensa de lo que su propio realizador había imaginado--, Ciudad de México amaneció el pasado lunes con la novedad de que en su territorio podía verse un total de ocho películas mexicanas.

Dicha cifra bien puede ostentar el calificativo “estupenda”, si se recuerda que hace apenas un lustro eran más o menos ocho los filmes nacionales, pero no en la cartelera comercial de un día de noviembre, sino la totalidad de los que se habían producido a lo largo de un año entero. Ahora bien, la cifra feliz puede perder su estupendo adjetivo si se piensa en una realidad aún vigente: que Mediomundo conserva el tic según el cual existe un género cinematográfico llamado “mexicano”, de modo que sin importar si se trata de una comedia – Mosquita muerta y Morirse está en hebreo son hoy las dos representantes del género--, de un drama – Malos hábitos y la aquí ya referida Luz silenciosa --, de la comedia infantil animada La leyenda de la Nahuala -- , del remake de terror Hasta el viento tiene miedo , o del inefable bodrio mixto titulado La santa muerte , hay todavía hordas convencidas de que si ya vieron una cinta mexicana esta semana, mes o temporada, con eso basta, porque según eso todas son más o menos lo mismo. No olvidar que puede perderlo también por otra causa poderosa, producto de la distorsión: como nuestro nefasto y bastante anárquico sistema de distribución-exhibición deja caer la guillotina sobre cualquier cinta que no produzca cierta cantidad de dinero desde el primer fin de semana, todas buscan una fecha de estreno que –al menos estadísticamente— les permita soñar sensatamente con un arranque halagüeño. ¿Resultado? Hay fechas para todos los disgustos: las deseables --casi siempre copadas por alguna megaproducción estadunidense y por ende buenas nada más para suicidar una cinta--, las atractivas, las aceptables y las que nadie quiere, de modo que ciertos fines de semana lucen muchedúmbricos y otros más bien aparamados.

TRES DE OCHO


Sharon Zundell y Emilio Savinni Foto: archivo La Jornada

Morirse está en hebreo (México-Estados Unidos, 2007) es el segundo largometraje de Alejandro Springall, que vuelve luego de haber filmado, en un ya lejano 1999, la recordada Santitos . Es éste un fresco cultural-costumbrista que anuncia su trazo argumental desde el muy elocuente título. El punto de partida, acertado pretexto narrativo, es la muerte de un anciano judío, patriarca familiar cuyo trayecto al más allá obliga, por tradición, a que los deudos –parientes y amigos-- permanezcan juntos durante siete días. Con similares sentidos del humor y de la ironía a los mostrados desde su primer largometraje de ficción, Springall hace del ceñido microcosmos de tiempo y espacio de la shivá un costal de perros y gatos a veces hilarante, otras veces cáustico, otras tantas patético, y todo el tiempo revelador de lo que son, sienten y piensan esos mexicanos de Polanco que van a la sinagoga.

Mosquita muerta (2005), rezago dirigido por Joaquín Bissner. Para verla completa sólo deben invertirse noventa y ocho minutos, es decir agradeciblemente poco, ya que no es menor la grima que produce ver a un elenco bastante calificado –verbigracia dos Bichir, Bruno y Odisea, más Francesca Guillén-- afanándose con un denuedo que devino lucha estéril, pues ni el mejor grupo de histriones del mundo habría podido hacer gran cosa con el guión brochigordo y maniqueo que los puso a jugar unas escondidillas sexuales mucho muy ligeras; tanto como eso que con toda seguridad debió ser esgrimido como la razón de ser del filme: entretener. Si son entretenidos un puñado de personajes estereotípicos actuando estereotipadamente, repitiendo cuanta idea barata en torno a la infidelidad y los celos pueda echarse a rodar en forma de diálogos, entonces Mosquita muerta es la mar de entretención.

La santa muerte (2007), cometida por Paco del Toro, es un ejemplo casi insuperable de lo que significa no saber hacer cine y sin embargo perpetrarlo: mal investigado el tema, prejuiciado y tendencioso el punto de vista, taquicárdico su ritmo, baldado permanentemente el cuadro por una puesta en escena entre elemental o de plano burda, con actuaciones que son como atentados al oficio histriónico, moralista y admonitoria hasta dar náusea… Es tan sencillo hacer una larga lista de sus antipatías y desaciertos, como difícil fue presenciar éstos durante una hora y media que parecía no acabar nunca.