Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de octubre de 2007 Num: 660

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El filósofo de la seducción
JUAN E. FERNÁNDEZ ROMAR

Carta al cónsul de Chile

Generación NN: poetas chilenos durante la dictadura militar
FABIÁN MUÑOZ

Dos poemas
E.E. CUMMINGS

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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Artes Visuales
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Germaine Gómez Haro

Esencias y evanescencias de Sandra Pani

Conocí el trabajo de Sandra Pani (México, DF, 1964) en 1991, en una muestra colectiva en el Museo del Chopo, donde se presentaban los jóvenes aspirantes a la beca del fonca . Sandra fue parte de los tres ganadores y su trabajo me cautivó a primera vista, pues recuerdo que percibí una fuerza y una personalidad inusitadas en una joven que apenas comenzaba a hacer sus pininos. Pasaron unos años y, cuando volvimos a encontrarnos, confirmé que mi intuición había sido acertada: Sandra Pani ha ido consolidando su trabajo pictórico paso a paso, sin prisas, con esa peculiar espontaneidad y frescura que son reflejo de su carácter afable y entrañable, aunado al tesón que ha demostrado en el desarrollo de su quehacer artístico. A partir de 1998 he sido testigo de la evolución de su trabajo, a través de las seis exposiciones que ha presentado en la Casa Lamm , donde se exhibe actualmente su obra reciente reunida bajo el título de Árboles.

Lo primero que llama mi atención al recorrer la trayectoria de Sandra a lo largo de todos estos años, es su fidelidad al ejercicio de la pintura y el dibujo, a pesar de ser parte de una generación que, en su mayoría, desdeñó la “pintura-pintura” y se pronunció a favor de las modas afines a los conceptualismos y a las tendencias alternativas. Los contemporáneos de Pani –en el contexto universal– propugnaron la llamada “muerte” de la pintura, ninguneando las técnicas tradicionales por considerarlas “prácticas en desuso”, e hicieron caso omiso a la importancia del “oficio”. Sandra ha demostrado ser una pintora independiente, ajena a las presiones de las modas y del mercado, fiel y contundente en cuanto a sus ideas y sus ideales.


Ramas y pulmón


Brazos
Fotos: cortesía de Casa Lamm

Poco a poco, hemos sido testigos del feliz “retorno” de la pintura a las primeras filas del escenario del arte contemporáneo. ¿Tuvimos que esperar a que uno de los más importantes coleccionistas del mundo -el británico Charles Saatchi– declarara el “triunfo de la pintura” en la controvertida y emblemática exposición que organizó en 2005 (The Triumph of Painting, Saatchi Gallery, Londres) para abrir de nuevo las puertas a la “pintura-pintura” como lenguaje plástico afín a nuestra contemporaneidad? Lo cierto es que sí, la pintura invade cada vez más espacios en ferias y bienales, y los jóvenes han entendido que no se trata de matar a Picasso, sino que la pintura es un universo inabarcable e infinito cuya proyección no tiene medida. Sandra nunca lo dudó, y su trabajo, año con año, ha dado cuenta de ello. Sus obsesiones también son las mismas: la indagación de la esencia del alma a partir de la simbiosis del ser humano y la naturaleza. Desde sus inicios, Sandra se ha centrado en el cuerpo humano como una especie de axis mundi a partir del cual echa a volar sus tribulaciones y cavilaciones filosóficas. ¿Cómo atrapar la esencia sino a través de un profundo análisis de la realidad interior? Pero, ¿qué es eso de la realidad interior? Las preguntas reverberan y las respuestas son ambiguas. Sandra propone un viaje hasta lo más recóndito de la anatomía humana –la médula, los huesos…– para plasmar metafóricamente el espíritu, nuestro espíritu. Sus pinturas revelan huellas más que presencias. Esbozos de un pulmón, una columna vertebral, brazos y piernas, costillas, esternones, en fin… Sutiles sugerencias de esas perfectas y armoniosas formas orgánicas que constituyen el milagro del cuerpo humano. Pero el hombre no es sin la naturaleza que lo rodea y cobija. Para Sandra, la naturaleza y el ser humano son uno, una especie de híbrido que se vislumbra en sus lienzos luminosos que nos hablan de esencias y evanescencias. El ser humano -hombre, mujer- es un árbol que echa raíces en la tierra y eleva sus brazos-ramas hacia el cielo, en tanto que su mirada ensimismada explora los imbricados vericuetos del mundo interior. Así lo expresa la pintora: “Voy más allá de lo aparente para llegar a la esencia, al cuerpo, a mi cuerpo, al cuerpo de todos […] En la transformación del cuerpo en árbol, experimento la necesidad de regresar a la naturaleza, de volver al estado primigenio; la necesidad de re-ligare con el origen.”

La obra de Sandra Pani –poética en esencia, plétorica de metáforas e imágenes– me remite inevitablemente a la obra de Octavio Paz, donde los árboles son motivo de canto y celebración: “Creció en mi frente un árbol. Creció hacia dentro. Sus raíces son venas, nervios sus ramas, sus confusos follajes pensamientos.” (“Árbol adentro”, 1987).