Usted está aquí: jueves 18 de octubre de 2007 Cultura Dulcinea Langfelder ofrece una lección de vida mediante una visión lúdica de la vejez

Victoria invita a reírse de lo que puede paralizar la mente, pero nunca los sueños

Dulcinea Langfelder ofrece una lección de vida mediante una visión lúdica de la vejez

Fabiola Palapa Quijas (Enviada)

Guanajuato, Gto., 17 de octubre. Con la vejez se pierde la memoria, pero no el sentido del humor, la capacidad de amar y, sobre todo, de vivir el momento. Este es el mensaje que transmite la artista Dulcinea Langfelder en la obra Victoria.

La puesta en escena, inspirada en un texto de Charles Fariala, es una lección de vida que invita al público a reírse de lo que es bonito y se olvida; de la soledad, y de ese terrible malestar que puede paralizar la mente, pero nunca los sueños.

La bailarina, mimo, cantante y comediante Dulcinea Langfelder interpreta a Victoria, una mujer que ha perdido la memoria y el control de su cuerpo, sin embargo, su imaginación le permite cantar, bailar y hasta volar.

En el contexto de la trama –que se desarrolla en la habitación de un hospital– la actriz enfatiza que el ser humano debe ser paciente, porque “ya le llegará su turno”. Se dirige al espectador, lo observa, lo analiza y cuestiona. Desea saber cómo vive y, de pronto, inventa una historia y afirma que las personas interesantes no abundan.

En una silla de ruedas, la actriz y directora canta a la vida y teje sus propias historias. En las cortinas de la habitación ve su realidad; se convierten en un espejo que refleja sus deseos de bailar, jugar o simplemente se dirige a su sombra para conversar y contar una historia diferente.

Para la realización de ese proyecto, Langfelder convivió mucho tiempo con personas de la tercera edad y aprendió con ellos a reír. “Alguien que perdió su memoria no necesariamente es consciente de su situación trágica, la tragedia la viven los seres que lo rodean”.

En el montaje, Victoria cuenta con un enfermero, quien se encarga de cuidarla. Es un hombre de 36 años, al cual a menudo le pregunta por su gata llamada Minuska, pero también por su familia y su pasado. En esta relación, la anciana comparte con el enfermero –un ser frustrado– su deseo de vivir; sin proponérselo le enseña que la vida es para divertirse, lo enseña a reír y soñar.

Con esta obra, la artista no sólo presenta una visión positiva de la vejez, también señala que hay tiempo para todo, y lo que bien se aprende jamás se olvida.

Existen dos escenas en las que Victoria muestra sus virtudes para bailar: en la primera se encuentra en su silla de ruedas y, con un hilo amarrado en el dedo, se pregunta: ¿qué he olvidado? Las cortinas se corren y en el centro aparece de pie y comienza a bailar con su silla a ritmo de tango. Dejó de ser la anciana para ser una excelente intérprete que puede girar, mover la cadera y hacer los pasos sensuales y rápidos que exige ese baile.

En otro momento de la obra, también hace gala de su habilidad para el tap. Su cuerpo se deja llevar por el movimiento de los pies que bailan solos. Ella se mantiene sonriente, mirando al público, porque los pies hacen todo, como si fueran mágicos. Sólo se deja llevar por el ritmo de sus zapatillas.

La obra –que este año ha obtenido tres premios en Europa– surgió porque la artista tiene un amigo que trabaja en un asilo, donde conoció a Víctor, quien había perdido la memoria pero resultó ser un personaje conmovedor, ya que con la vejez ganó sensibilidad artística.

La puesta en escena, que mezcla baile, canto, títeres y juego de sombras se presentó este martes en el teatro María Grever, de León, dentro del programa de actividades de la versión 35 del Festival Internacional Cervantino.

El viernes 19 y el sábado 20, a las 18 horas, se escenificará en el Teatro Cervantes de Guanajuato.

 
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