Usted está aquí: jueves 27 de septiembre de 2007 Opinión Sibila

Margo Glantz

Sibila

La revista Sibila, dirigida por Juan Carlos Marset, editada en Sevilla desde 1995, fue presentada por primera vez en México el lunes 24 de septiembre. Única en su género por la elegancia de su formato antiguo; por la calidad del papel utilizado, carta amalfitana, en sí mismo, nombre de resonancias poéticas; sus ilustraciones reproducidas con esmerado cuidado; por los discos de música seleccionados, al lado de sus partituras, obras de arte casi desaparecidas y, sobre todo, por su contenido.

Quizá uno de sus aciertos sea la combinación de varias ramas del arte, la música, la plástica y la literatura en varias de sus facetas, aunque se privilegie la poesía. Además, porque los editados se alinean silenciosamente uno tras el otro, tanto los muy conocidos como los que se inician en las artes, sin que se nos explique ni su origen ni su destino: “Los vemos escribiéndose a sí mismos en el espacio”, como diría Roland Barthes.

Tengo en mis manos un número de la revista, de la primera época, número 4, enero de 1996. En la primera página no se lee la nota introductoria de rigor, ningún texto del director explicando el sentido de la publicación o del número en cuestión, solamente, repetidos, los nombres de quienes participan, con la paginación donde podemos encontrarlos; en la segunda página, un grabado de Vicente Rojo y un poema de Octavio Paz:

Naranja: Pequeño sol/ Quieto sobre la mesa,/ Fijo mediodía. /Algo le falta:/ Noche.

Abajo, un fragmento de prosa poética del poeta mexicano, antes de leerlo ya se admira el uso preciso de la tipografía, la exacta unión entre la razón y la imaginación, la lógica y la invención, condiciones sin las cuales ningún escrito podría darse a luz, decía el impresor Giambattista Bodoni, nacido en Parma, en su Manual tipográfico, publicado el 25 de marzo de 1818, y entregado como ofrenda a la duquesa de Parma, María Luisa.

Se reúnen después poemas de varios mexicanos de diversas generaciones y un texto lapidario de Gabriel Zaid sobre “Poetas anónimos”, funciona como definición de la revista, sin decirlo ni saberlo:

“No se deje arrastrar por ese vicio infame que destruye las vidas, arruina las familias, crea delirios tremendos de grandeza y arroja al fango a los mejores talentos. Asista a reuniones de ex poetas que han recuperado la sobriedad y dan testimonio de cómo llegaron al pantano de escribir un poema, sin mayores pretensiones, por curiosidad; cómo, sin darse cuenta, llegaron a necesitarlo, cada vez con más frecuencia y hasta en ayunas; cómo publicar se les volvió una obsesión, y cómo, no pudiendo publicar, perseguían a sus parientes y amigos para leerles sus poemas; cómo perdieron la dignidad y empezaron a mendigar becas, sablazos, publicidad, atención, unos pocos aplausos para llegar vivos al día siguiente, cuando se renovaba la sed, la espantosa sed de gloria...”

Sibila ha conservado su carácter a través de los años, mantiene cuidadosamente su formato, la calidad de su papel, la combinación de diferentes modalidades del arte y, sobre todo, reúne a artistas de distintos países y distintas generaciones y los hace dialogar, permite que en España y otros países se conozca a autores latinoamericanos que de otra forma nos serían desconocidos y hace evidente en España que el arte se produce simultáneamente y con excelencia en distintos lugares de habla hispana, cumpliendo con la función que en otras épocas tocara a publicaciones como la Revista Moderna o las que permitieron la difusión internacional del boom. Añadiría: en Sibila el mayor número de autores latinoamericanos proviene de México. Sibila subraya el carácter sustantivo de un objeto artístico, no de consumo.

La promoción de lo visual, la sucesión apenas advertida de textos, dibujos, grabados y partituras de diversas procedencias y fechas de nacimiento va eliminando cualquier rescoldo de nacionalidad o de edad para producir una única energía, la del arte, aunque esta frase resuene a conversación plana: sabemos desde hace mucho que la calidad de una obra artística sólo puede definirse de modo indirecto, es una impresión de rigor, el sentimiento de que el autor se somete con persistencia a un solo y mismo valor, un valor imperativo que da a la obra su unidad, y es ése justamente el mérito de esta revista vigente desde hace más de una década y, aunque siempre móvil, condición necesaria para mantener su presencia, que ha logrado retener al mismo tiempo una constante, sobria y extraña nobleza.

 
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