Usted está aquí: martes 11 de septiembre de 2007 Ciencias Nuevas claves para descifrar la misteriosa muerte de abejas

Organismos genéticamente modificados y pesticidas, en la mira de investigadores

Nuevas claves para descifrar la misteriosa muerte de abejas

Un virus sería la causa de la masiva desaparición de los insectos, creen en EU

Tania Molina Ramírez

Ampliar la imagen El ácaro varroa es otro de los sospechosos de provocar la mortandad de las abejas al deprimir su defensas y hacerlas susceptibles a ser infectadas por otros organismos El ácaro varroa es otro de los sospechosos de provocar la mortandad de las abejas al deprimir su defensas y hacerlas susceptibles a ser infectadas por otros organismos Foto: Ap

El virus agudo de la parálisis de Israel (IAPV, por sus siglas en inglés) tiene “una fuerte correlación con las muertes masivas de abejas”, informó un equipo de científicos en Estados Unidos creado para investigar la desaparición de loss himenópteros que afecta a numerosos países, pero principalmente a Estados Unidos.

Sin embargo, advirtió que no ha sido resuelto el misterio. Este hallazgo simplemente aporta información adicional. Ahora, los investigadores intentarán infectar colonias de abejas que tienen el síndrome.

En un artículo subido a la red el pasado 6 de septiembre en Science Express (la versión electrónica de la revista Science), los investigadores –entre quienes destacan Diana Cox-Foster, profesora del Departamento de Entomología en la Universidad Estatal de Pennsylvania, y W. Ian Lipkin, profesor de epidemiología, neurología y patología en la Universidad de Columbia–, revelaron que secuenciaron el material genético en los himenópteros para tratar de encontrar un potencial patógeno (lo lograron gracias a que recién se completó el genoma de la abeja).

A la fecha, el llamado síndrome de colapso de las colmenas (CCD, por sus siglas en inglés) ha sido detectado en 27 estados, según Bee Alert Technology Inc., una compañía que supervisa el problema.

Si bien el CCD fue reconocido en 2006, los apicultores reportaban reducciones en sus colmenas desde 2004.

En un boletín de prensa de la Universidad Estatal de Pennsylvania, fechado el 6 de septiembre, el equipo investigador estima que 23 por ciento de la apicultura comercial estadunidense sufrió el CCD durante el invierno de 2006-2007.

Hace unos meses hubo toda clase de elucubraciones respecto de las desapariciones: cultivos genéticamente modificados, plaguicidas, pesticidas, un parásito intestinal, las ondas de los celulares, el estrés provocado por las migraciones a las que son sometidas por los apicultores, el cambio climático, los cables de alto voltaje, un complot de Rusia o de Osama Bin Laden y hasta que Dios las llamó de regreso al cielo.

Refutan tesis española

En un principio, el equipo de científicos se enfocaba en estas hipótesis: un virus, un hongo o un pesticida. Y se preguntaba por qué abandonan las colmenas y dónde mueren, porque no encuentran los restos de los himenópteros. El estudio publicado en Science descarta la contribución significativa de la bacteria Nosema ceranae al riesgo del CCD, como había anunciado el Centro Apícola de Marchamalo, en España.

Según el diario inglés The Independent, “otro de los investigadores de los colapsos, Dennis van Engelsdorp, un especialista en abejas del estado de Pennsylvania, dijo que era posible que éstas huyeran de las colonias porque percibían que estaban infectadas o de alguna manera afectadas. Este comportamiento también se ha registrado en otros insectos sociales, como las hormigas”.

colonias tóxicas

Además, otros insectos no se acercan a las colmenas abandonadas. “Esto sugiere que hay algo tóxico en la colonia, que los repele”, dijo Cox-Foster.

Lo cual sería compatible con algo que ahora descubrió el equipo en el que trabaja Cox-Foster: sospechan de un patógeno porque una vez que la colmena es irradiada y por tanto estéril, las abejas aceptan vivir ahí.

Por otro lado, también se menciona la posibilidad de que tenga que ver con Australia: Estados Unidos permitió la importación de abejas de aquella nación a partir de 2004, tiempo que coincide con los primeros reportes del síndrome, explicó el boletín de prensa. Ese mismo año apareció el IAPV, cuyos síntomas son alas que se encogen, parálisis progresiva y abejas muriéndo fuera de la colmena, según investigadores israelíes. El boletín dice que “si bien no parecen ser los mismos síntomas del síndrome, podría reflejar una diferente variedad del virus, una coinfección con algún otro patógeno o la presencia de otros factores estresantes”.


Descartan especialistas que exista un riesgo inminente para los productores mexicanos

Tania Molina Ramírez

A raíz de la desaparición de abejas en varios países, especialistas consultados por este diario descartaron que en nuestro país ocurra lo mismo.

Hasta la fecha, en México, sexto país productor y tercer exportador de miel, no se han reportado síntomas del síndrome de colapso de las colmenas, dicen Rémy Vandame y Rogel Villanueva Gutiérrez, investigadores del Colegio de la Frontera Sur, en un documento escrito tras las consultas de este diario.

Puede ocurrir, pero, al parecer, no hay un riesgo inminente.

La ausencia del síndrome lo confirmaron con Salvador Cajero Avelar, director del Programa Nacional para el Control de la Abeja Africana, de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.

En cuanto a lo dado a conocer por la revista Science, Rémy Vandame señaló que “falta todavía tiempo y experiencia para evaluar hasta qué punto el descubrir este virus aportará información valiosa y útil sobre las causas del síndrome de colapso de las colmenas (CCD, por sus siglas en inglés)”.

Informó que “muchos investigadores mencionaron que con estos datos no es posible concluir si la presencia del virus es una causa o un efecto de la muerte de las colmenas”.

Vandame coincide con este planteamiento: “nada permite descartar que este virus se desarrolle en la colmena y en las abejas cuando éstas están ya muy débiles o incluso muertas”.

Sobre esta nueva información concluyó que “sólo con más trabajos y más observaciones se podrá determinar si este nuevo virus (uno de cientos que se encuentran en las abejas, la gran mayoría benignos) afecta a las colmenas y las lleva a la muerte”.

Los especialistas sugieren que en Estados Unidos la creciente mortalidad podría reflejar “un aceleramiento de problemas anteriores”, más que algo nuevo. Problemas que tienen que ver con “alguna práctica de la agricultura intensiva”. Y, de ser así, los riesgos para México son menores, dado que nuestra agricultura es globalmente más extensiva, es decir, la miel “se produce en gran parte por campesinos de los estados con mayor marginación en el sureste”.

Dulce producción

Si a usted no le gusta la miel, ¿por qué habría de importarle que se mueran las abejas? Porque son las principales polinizadoras de una enorme cantidad de cultivos. “Expertos de la Universidad de Cornell estimaron que, en Estados Unidos, las abejas generan 14.6 mil millones de dólares con la polinización de frutas y legumbres y árboles de almendra”, se lee en el texto de Vandame y Villanueva, titulado “El colapso de las colmenas de abejas en Estados Unidos y los posibles riesgos para México” (www.ecosur.mx).

Además, “las abejas se pueden tomar como un modelo de lo que pasa con los insectos en general”. O sea, podrían ser la manifestación de una amenaza generalizada a la biodiversidad.

Los investigadores mexicanos recordaron el contexto: “durante los últimos meses de 2006 y lo que va de 2007 (hasta mayo), los apicultores de Estados Unidos reportaron un fenómeno drástico de mortalidad de sus colonias de abejas”. Al parecer, se trata de la mayor mortalidad de himenópteros en la historia de aquel país. Según el Subcomité de Agricultura del Gobierno de Estados Unidos, los apicultores que practican una producción migratoria con fines de polinización han reportado fuertes pérdidas, de entre 50 y 90 por ciento de sus colonias, principalmente en California, Florida, Oklahoma y Texas. Se trata de apicultores que van de cultivo en cultivo alquilando sus abejas para que trabajen como polinizadoras. Estas son transportadas la mayoría de las veces en condiciones estresantes para los insectos.

En Europa, principalmente en España y Francia, también ha habido mortalidad de abejas, pero mucho menor. Los investigadores dicen que se ha mencionado que existe el síndrome en Canadá y Brasil, pero que no hay reportes de los apicultores.

Desde hace 20 o 30 años –recuerdan– se han reportado muertes de colonias de abejas en Europa, y comúnmente se dice que es por el avance de la frontera agrícola, la deforestación y el creciente desarrollo urbano, y también por ciertas enfermedades, como el ácaro varroa destructor y debido a la intoxicación por pesticidas.

Múltiples sospechosos

Si bien el IAPV arroja luz en el problema, siguen siendo posibles varias otras razones de la mortandad, entre ellas, algunas prácticas agrícolas.

En particular, los organismos genéticamente modificados (OGM) y los pesticidas podrían afectar a las abejas. Los investigadores mexicanos señalan que no hay un estudio que muestre un claro efecto del maíz o algodón OGM sobre los himenópteros, pero que, en casos particulares sí se ha visto una baja de las defensas inmunológicas cuando colectan el polen de tales plantas. Los mexicanos sugieren que se requiere más investigación respecto de los OGM, opinión compartida con muchos otros especialistas.

En cuanto a los pesticidas, explican que “antes de la comercialización de un insecticida sólo se requiere determinar el efecto letal sobre las abejas, pero no los efectos subletales”, como la pérdida de orientación espacial.

“Durante la década anterior, en Francia, los apicultores han sido muy críticos de dos pesticidas: el imidacloprid (de la familia de los neonicotinoides) y el fipronil (de la familia de los phenylpyrazoles)”; lograron que se retirara la autorización de comercializarlos.

En los lugares donde se realiza agricultura intensiva, aún parecen tener problemas; en cambio, en las zonas montañosas no. “Esto da a pensar que el problema de la mortalidad de abejas está efectivamente ligado con alguna práctica de la agricultura intensiva”, explica Rémy Vandame, quien actualmente está en el Instituto Nacional de Investigación Agronómica (INRA, por sus siglas en francés), en Montpellier, Francia.

Prácticas humanas

Además del IAPV, al parecer, otro factor común es que el colapso se ha limitado a “zonas de agricultura intensiva”. O sea, “su origen posiblemente radica en las prácticas humanas”.

 
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