Usted está aquí: lunes 3 de septiembre de 2007 Capital Rebotan la tarjeta Sí Vale en tiendas de autoservicio

Cajeros dan excusas diferentes a ancianos

Rebotan la tarjeta Sí Vale en tiendas de autoservicio

Miriam Posada García

Ampliar la imagen El sábado pasado, cientos de personas adultas mayores de 70 años no pudieron adquirir víveres con la tarjeta del GDF El sábado pasado, cientos de personas adultas mayores de 70 años no pudieron adquirir víveres con la tarjeta del GDF Foto: María Meléndrez Parada

Para decenas de personas de la tercera edad, tal vez cientos o miles, el sábado 1O de septiembre el Informe presidencial pasó de noche. Su atención y tensión se centró en algo vital: la tarjeta Sí Vale no se aceptó en tiendas de autoservicio como Wal-Mart.

Después de poner en su carros los artículos que 700 pesos les permiten adquirir –previo cálculo del gasto hecho de memoria, con calculadora o sumado en la lista de compras–, los ancianos salían de las tiendas con las manos vacías, y en el mejor de los casos con lo poco que pudieran comprar con el efectivo que llevaban.

Sólo en la tienda Wal-Mart Miramontes la escena fue constante. Las personas de la tercera edad llagaban hasta las cajas sin haberse percatado de que, como medida preventiva, una voz hueca repetía de vez en cuando por el altavoz: “en este momento no se están aceptando pagos con la tarjeta Sí Vale”, la “de los viejitos”, la del Gobierno del Distrito Federal.

Si alguien en los pasillos se percataba del mensaje con alarma repetía la frase, lo dudaba, pero continuaba con su compra con la esperanza de que al llegar a la caja se hubiera solucionado el problema.

Una vez hecha la fila si las cajeras se percataban de que el cliente era de la tercera edad y que probablemente pagaría con Sí Vale de inmediato preguntaba ¿cuál va a ser su forma de pago? Y al constatarlo la frase siguiente se daba en automático “el sistema no está aceptando esa forma de pago”, sin haber hecho siquiera el intento.

Sin pretender caer en exageración alguna, es inevitable narrar el desconcierto, nerviosismo y tal vez hasta sentimiento de desamparo que esa noticia provocó en decenas, cientos o miles de ancianos que ese sábado no pudieron hacer valer su tarjeta.

Antes de poder asimilar cualquier cosa o comprobar que no podrían llevar su despensa, algunas cajeras proponían marcar dos o tres productos e intentar hacer el cobro; sin embargo, la respuesta fue invariable: “el sistema no está funcionando. Rechazó su tarjeta”.

Para entonces ya había un empleado de mayor jerarquía preguntándole al anciano o anciana sí iba a comprar algo, muchos dejaron el carro completo que de inmediato era reingresado a la tienda, otros después de buscar en bolsas y bolsillos optaron por llevar “lo indispensable, tres litros de leche y un yogurt”.

Cuando más de uno exigió una explicación más amplia que no se limitara “al mentado sistema”, obtuvo respuestas como “el banco, al parecer Scotiabank, tiene bloqueado el sistema de pagos”, otros escucharon: “Es que no hay saldo suficiente, el Gobierno del Distrito Federal no hizo el depósito a tiempo, no es que la tienda esté rechazando las tarjetas”, y alguien más, en aras de darles alguna esperanza, se atrevió a decir: “tal vez mañana –domingo– ya se haya normalizado”.

Hubo quien salió “con lo indispensable”, otros se sentaron en las bancas que están cerca de las cajas a esperar un poco por “sí volvía el sistema”, unos más intentaron probar suerte en otras tiendas sin que se sepa si la tuvieron, y otros optaron por regresar a sus casas, mientras que –de ser cierto–, el responsable del depósito tal vez estuviera enfrascado en el espectáculo del Informe presidencial.

 
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