Usted está aquí: viernes 17 de agosto de 2007 Política Sin Hank, todos ganamos

Jaime Martínez Veloz

Sin Hank, todos ganamos

El proceso electoral de Baja California tiene componentes que van más allá de la aritmética electoral. Parafraseando al Perro Bermúdez, Jorge Hank "la tenía, era suya y la dejó ir": desperdició el conjunto de circunstancias que favorecían al PRI con su actitud displicente, irresponsable y majadera.

Después de 18 años de magros resultados de administraciones panistas, se habían creado las condiciones para construir una alternativa de gobierno opositora con un proyecto que brindara una opción de vida más amable a los bajacalifornianos. Acostumbrado a que la casa siempre gana, Hank apostó al desmantelamiento de las opciones de izquierda y a evitar que el ala nacionalista del tricolor hiciera un acuerdo electoral con la izquierda bajacaliforniana. El argumento esgrimido por los operadores del PRI fue que era "el único que tenía el dinero para una gran campaña", olvidando que el desprestigio que carga es tan grande como sus montañas de dinero. Los cuadros priístas de tradición revolucionaria quedaron relegados.

La administración de Hank al frente de la presidencia municipal de Tijuana se caracterizó por la inestabilidad institucional, el desorden en el manejo financiero y el agravamiento de la inseguridad pública. A pesar del desastre, sus posibilidades crecían ante el hartazgo de la población hacia el PAN y una campaña publicitaria impecable que contó con elementos subjetivos que se habían fijado en el imaginario colectivo a su favor.

La reposición de la candidatura de Hank se acompañó de la mejor definición táctica priísta al postular como relevo al respetado periodista Fernando del Monte, cuya trayectoria como conductor televisivo siempre fue crítica frente al PRI. Sólo que dicha trayectoria la hipotecó en un abrir y cerrar de ojos, en una decisión que no procesó en términos objetivos, tal vez deslumbrado porque todo hacía suponer una inminente victoria de Hank.

El PAN, acostumbrado a perseguir, se veía impávido ante lo que parecía su inminente derrota y sumó gran cúmulo de errores tácticos. Pero lo que Hank ganó con la devolución de su candidatura y la postulación de Del Monte, lo empezó a perder por sus dislates. Su locuacidad y arrogancia lo llevaron a afirmar que "Dios existía, era hankista y votaría por él" o a continuar en su fijación, vertida en cultas disertaciones sobre la penecracia, que lastimaron en particular a las mujeres bajacaliforniana que votaron contra él.

Por otro lado, en uno de sus más graves errores tácticos abrió un frente de lucha contra la izquierda que no se plegó a sus designios y mandó a sus operadores a amenazar, chantajear y ofrecer dinero a los candidatos del PRD. Presumió de estar desmantelando a la izquierda y desde el hotel de su propiedad, Pueblo Amigo, se ofrecían conferencias de prensa con los desertores. Esta política carroñera fue enfrentada con la firmeza de los combatientes que se sostuvieron hasta el final, alejados de las tentaciones y ofrecimientos hankistas.

Caro pagó su error al enfrentarse a la izquierda, cuyos recursos económicos eran ínfimos frente a los del PRI y el PAN, pero con la autoridad moral para encarar la arrogancia hankista y a Acción Nacional.

Quince días antes de la elección, el PRI estaba arriba en las preferencias electorales, los mismos días que bastaron para que la izquierda fuera definitoria en la demolición de la imagen todopoderosa de Hank que sus candidatos pretendían difundir entre la percepción ciudadana.

La confrontación fue cruenta y despiadada, los priístas de la nómina hankista abarrotaron las tribunas de insultos y diatribas al que esto escribe y se olvidaron, torpemente, de que sus adversarios reales eran los candidatos panistas. En este clima de crispación se produjo el elemento definitorio del riesgo que implicaba para una sociedad agraviada por la inseguridad, la llegada al gobierno de Jorge Hank Rhon.

El costo electoral para la izquierda fue enorme, pero nadie podrá regatear haber sido definitoria para impedir la llegada de Hank a la gubernatura. Nos buscaron y nos encontraron. Nosotros "perdimos" (sic) una regiduría y una diputación; Hank perdió la gubernatura y las presidencias municipales de Tijuana, Tecate y Mexicali. Contra nosotros Hank le apostó al "todo o nada" y haberlo hecho significó quedarse con nada.

El PAN deberá entender que si bien tiene un voto que le es propio como organización partidaria, hubo en esta ocasión un voto contra Hank, más que por Acción Nacional. La posibilidad del triunfo de Hank radica en la pésima forma en que los gobiernos panistas se han conducido, porque han privilegiado gobernar al viejo estilo que criticaron como oposición. Los rezagos sociales se han venido acumulando y el deterioro del tejido social tiende a agravarse día con día, y si esto no lo ven los panistas, entonces no será Hank, sino el pueblo organizado el que los remueva del poder.

El momento actual brinda la posibilidad al PAN de verse en el espejo y de reflexionar en forma autocrítica sobre lo que ha hecho y dejado de hacer, acción necesaria que nos debe incluir a todas las organizaciones sociales y políticas del estado, para hacer una revisión autocrítica de nuestro quehacer político. La izquierda tiene la obligación moral de hacer una profunda reflexión interna de su papel y de su inserción en la problemática fronteriza. El discurso panfletario es insustancial e inservible para la política; la realidad obliga a hacer cuajar el diseño de una política articulada que permita poner en el centro de nuestra actividad política las preocupaciones y la problemática ciudadana. De otra manera no tendremos futuro en las sociedades del norte del país.

Hoy más que nunca se hace necesario un nuevo pacto social en Baja California que permita construir las normas de convivencia y reconciliación social a las que toda sociedad democrática reclama y aspira.

 
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