India: excepción nuclear
Al acoger, con pleno ceremonial de Estado, la visita del primer ministro Manmohan Singh en julio de 2005, el gobierno de Washington ya había decidido dar otro gran salto diplomático: en 1971 Nixon había viajado a China; en el nuevo siglo, Bush abría la cooperación nuclear con India. Aunque, desde luego, nunca se dijo en voz alta, se trataba de contrapesar la creciente influencia global de China y de fomentar la rivalidad en Asia.
En principio, el acuerdo anunciado en la Casa Blanca demoraría dos años para concluirse. Prolongaron las negociaciones las reiteradas exigencias de Nueva Delhi para preservar su arsenal nuclear y sus opciones de ampliarlo y perfeccionarlo. A principios de agosto de 2007, el único acuerdo de colaboración en materia nuclear con un Estado no signatario del Tratado de No Proliferación (TNP) fue aprobado por el gabinete indio y quedó en espera de la ratificación del Congreso estadunidense. El régimen mundial de no proliferación, establecido con el TNP, recibió un golpe del que será difícil que se reponga con la excepción nuclear de India.
Ambos signatarios niegan este extremo. El acuerdo, alegan, sólo alude a los usos pacíficos de la energía atómica. Disgrega las actividades nucleares de India y coloca las civiles bajo un régimen especial de inspección y salvaguardias a ser establecido por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). India abrirá a inspecciones más de la mitad de sus reactores (14 de 22) y rendirá cuentas del uso de todos los equipos, tecnologías y materiales que, en virtud del acuerdo, adquiera de Estados Unidos y de otros proveedores. Estos se disponen a aprovechar una oportunidad de negocios de magnitud casi sin precedente. India podrá desarrollar, de manera abierta y vigilada, un sector nuclear civil que satisfaga las inmensas demandas de energía derivadas de su impetuoso crecimiento, sin consecuencias para el calentamiento global. En suma, declaró un subsecretario de Estado estadunidense, "el acuerdo no tendrá efecto alguno sobre el programa de armas nucleares de India; no auxiliará ese programa".
India, al aceptar que su sector nuclear civil quede sujeto a inspecciones, se preocupó por mantener blindado, por así decirlo, su programa militar. Ahí no habrá ni inspecciones ni salvaguardas. La negociación se dificultó por su insistencia en obtener autorización para reprocesar el combustible nuclear que reciba y su negativa a comprometerse a no realizar nuevos ensayos. Consiguió que, aun en el caso extremo de realizar explosiones, el acuerdo no se abrogue de inmediato, sino que se realicen consultas y negociaciones. Se ha señalado que, al importar equipos y combustible nuclear para su programa civil y poder reprocesarlo, India liberará capacidad y materiales propios para el segmento militar de sus actividades nucleares.
Como se dijo desde 2005, el acuerdo nuclear forma parte de una vasta alianza estratégica indoestadunidense. Quizá como una de sus secuelas, la secretaria Rice exhortó a las autoridades indias a dejar de apegarse a conceptos como el de "no alineación de la política exterior.., que han perdido sentido". Una primera prueba de hasta dónde llegará India para acomodar a Washington se tendrá en el futuro de la cooperación con Irán en materia energética. ¿Se llevará adelante el gasoducto entre ambos países, que haría de India un importador sustancial de gas natural iraní? ¿Cómo reaccionarán los partidos de izquierda, esenciales para la coalición que encabeza el del Congreso, si el gobierno indio cede a las presiones estadunidenses sobre Irán? Hay que tener en cuenta que India se considera un actor global y que, junto a la alianza estratégica con Estados Unidos, ha establecido entendimientos de alcance similar -sin incluir el sector nuclear- con China y Rusia. Los analistas estadunidenses están convencidos de que el acuerdo nuclear y la alianza amplia con India alterará a su favor los equilibrios estratégicos en el sur de Asia y más allá.
Por lo pronto, el anuncio de la culminación de las negociaciones nucleares sinoestadunidenses ha provocado una reacción en extremo negativa de Pakistán, como era de esperarse, y ha despertado preocupaciones en otros países del litoral índico, así como en Rusia y China. Pakistán ha demandado igualdad de trato, que desde luego no recibirá, a pesar de su papel central en la guerra bushiana contra el terrorismo. El acuerdo empeora sin duda las tensiones regionales, en un área ya bastante explosiva. Las posibilidades de que desate una nueva carrera armamentista en la zona no pueden desecharse. El recrudecimiento de las tensiones es también, por cierto, el resultado más patente de las enormes ventas de armamento estadunidense a países de Medio Oriente, propaladas alegremente por Condoleezza a principios de agosto, cuando decidió cambiar su indumentaria de diplomática por la de mercader de armamentos.
Faltan quizá varios años para que el acuerdo entre en vigor. Tras su aprobación por el gabinete, puede darse por descontada la ratificación parlamentaria de India. La de Estados Unidos, en el ocaso del régimen de Bush, parece más problemática. Exceptuar a India del régimen del TNP y de la legislación estadunidense misma en materia de no proliferación dista de ser una idea que goce de apoyo universal en un Congreso de mayoría demócrata y con numerosos opositores a la cooperación nuclear.
Por otra parte, se requiere la aprobación formal del Grupo de Proveedores Nucleares (NSG, por sus siglas en inglés), integrado por 45 países y establecido para asegurar que las transferencias internacionales de equipos y materiales nucleares no contribuyan a la proliferación de armamentos. Se requiere también la aprobación de la junta de gobernadores de la AIEA. Sus miembros podrían imponer salvaguardias adicionales, para equilibrar la implementación del acuerdo. Si en el momento en que se examine el acuerdo sinoestadunidense México ha retornado a la Junta, sería deseable que actuase en tal sentido. Deseable, pero por desgracia poco probable, dada la posición pro Estados Unidos que se ha asumido en forma generalizada.
A escala mundial, a nadie escapa que los equilibrios de poder globales se alterarán en forma negativa si India, declarando obsoleto a Nehru, se alinea con la hiperpotencia.
* Ex representante permanente de México ante la ONU