Usted está aquí: domingo 15 de julio de 2007 Opinión Vulnerabilidades

Rolando Cordera Campos

Vulnerabilidades

Como en un ejercicio de salto triple de trapecio sin red, el país va de una burbuja de credibilidad a otra, sin transición alguna que le ofrezca un momento de alivio. De la vecindad con la redición del racismo inaugurado por los liberales y revolucionarios de 1900 contra los nacionales chinos nos columpiamos a la invención del terrorismo, que siempre nos fue ajeno, sin que prive en nuestras conclusiones el menor examen de antecedentes y consecuencias: si lo dijeron y lo pintaron, que así sea. De una guerra a otra, con tal de convocar a la nación al patriotismo.

Quizás llegó un momento de duras pero insoslayables definiciones, más allá de las encuestas y los reconocimientos foráneos sobre la habilidad del gobierno para "saltar" sobre sus propias trampas de legitimidad. Un atentado es siempre criminal e inadmisible. Por eso, tratar de inscribir el que supuestamente hirió a Pemex en la lucha social y política de los mexicanos por la democracia y la justicia sólo contribuye a desnaturalizar esta lucha y a beneficiar a los privilegios más concentrados y autoritarios. Jugar con las coyunturas y someter a tortura a las palabras no puede conducir sino al delirio, cuando la violencia entra en escena y empieza a trazar sus círculos hipnóticos: y esto para la izquierda y el Estado, pero también para todos los que todavía hace unas horas identificaban desde la derecha a todo movimiento social con la ruptura o la convocatoria a la estampida.

Independientemente de si en efecto se ha tratado de un acto terrorista, lo ocurrido nos pone frente a una vulnerabilidad nacional básica profunda y hostil: una gran empresa, valiosa a la vez que compleja y riesgosa, se despliega en el territorio sin la menor consideración por la seguridad de los asentamientos humanos, lo que agrava la fragilidad original de estos asentamientos y repercute sobre la debilidad estructural y la legitimidad misma de la industria nacional por excelencia. Cuando de ductos se trata, no suena más exagerado decir que la patria y sus centros están en claro e inminente peligro.

Si a lo anterior agregamos nuestra proverbial incultura en materia de conservación y mantenimiento de las infraestructuras físicas y humanas del país, tendremos el cuadro completo de la precariedad ingente de nuestra seguridad nacional, ahora agudizado por el temor y la incertidumbre provenientes en buena medida de la rápida aceptación gubernamental de la amenaza armada y su secuela mediática. Si de cazar pleitos se trata, parece decirse, cacémoslos todos de una vez, así tengamos que ir a Nueva York en busca de picapleitos.

"Gobernabilidad en peligro", advierte el Banco Mundial, y es probable que así sea. Pero admitamos que esta vulnerabilidad no puede corregirse importando técnicas o técnicos, sino a partir de un descarnado reconocimiento de nuestros descuidos seculares.

 
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