Usted está aquí: viernes 6 de julio de 2007 Cultura En el Zócalo no hubo mucha síntesis ni metáfora, pero “la poesía triunfó”

Durante casi seis horas más de 250 personas escribieron un poema gigantesco

En el Zócalo no hubo mucha síntesis ni metáfora, pero “la poesía triunfó”

El singular proyecto significó para muchos el primer acercamiento al verso n La composición colectiva arropó la necesidad de expresión de un pueblo

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Una transeúnte se sumó, de manera espontánea, a la propuesta de Poema Gigante que se desarrolló en el Zócalo capitalino Una transeúnte se sumó, de manera espontánea, a la propuesta de Poema Gigante que se desarrolló en el Zócalo capitalino Foto: José Antonio López

Bastaron unos 110 metros de pliegos de papel blanco adheridos a la piedra negra del Zócalo capitalino, varios marcadores gruesos con tinta roja, más de 250 participantes espontáneos y casi seis horas de escritura ininterrumpida para que la ciudad de México tuviera la que, tal vez, sea la composición poética más larga en su honor.

Son las nueve de la mañana del jueves 5 de julio, y el poeta español Miguel Angel Arenas, promotor principal del proyecto Poema Gigante, apoyado por autoridades capitalinas, plasma el canto número 1:

“Esta ciudad tiene/ una voz escondida en la garganta/ un son de paz y mundo.”

Enseguida siguió otro canto, pergeñado por un segundo autor, éste anónimo, como casi todos los que le seguirían y que por un momento dejaron de ser transeúntes para intentar convertirse en poetas:

“Quiero que mis versos se los lleve el viento, para que todo el mundo sepa que la ciudad de México vale más, mucho más, que todo el oro de los poderosos.”

Un lago de sueños

Vendrían entonces todo tipo de voces, en las que destacaban las valoraciones a la paz, la pluralidad, la tolerancia, la libertad, la cultura mexicana y, sobre todo, la ciudad, con sus glorias y sus dolores.

Hubo reclamos, en verso o en prosa: “Nada. Ausentes en la colectividad, presentes en el egoísmo”.

De inspiración en carteles de afuera del Metro Balderas, con o sin faltas de ortografía: “Vida, con los brasos (sic) extendidos como alas abiertas ¿dispuestas al vuelo?”

O de superación personal: “Yo no sé cómo superar a los demás, pero sé cómo superarme a mí mismo!” O de plano sinceros: “Sólo puedo escribir que México en muy GRANDE!!!”

Enraizados en el México antiguo y con intenciones de futuro: “Porque somos restos de la civilización milenaria y últimos en búsqueda de la salvación”. O como este fragmento: “Ciudad sobre ciudad/ culturas entrecruzadas/ sobre un lago de sueños”.

Evocadores de acontecimientos recientes: “Ciudad donde vine/ a desnudarme/ y me fui cobijado/ por la esperanza/ de un México mejor”.

O recreadores de la experiencia misma que se vivía: “Todas estas letras/ manos colectivas/ arrancaron del centro/ de la Tierra”.

O reveladores: “La historia/ descansa en la densidad/ del medio día/ arriba el vuelo/ de un ave migratoria/ sin destino…”

La palabra como un motor

Así, rota la intimidad con la que suele escribirse la poesía, los poetas en tránsito plasmaban sus visiones a la luz del sol, hincados en el suelo, a la vista de sus lectores inmediatos y acompañados por el rumor de los vehículos.

Y con ellos, intercalados, poetas profesionales como Arturo Terán, Rocío Cerón o Leticia Luna, quien, “a un año de la masacre de Atenco”, como ella dijo, escribió los versos finales: “Hay días en que la ciudad/ muestra su apego/ a la savia dulce del pueblo/ hay días en que la vida/ aparece donde pensábamos/ que había quedado/ vencida y olvidada”.

Entonces la gente aplaudió y Miguel Angel Arenas, quien llevará la experiencia de Poema Gigante a Nueva York, Oslo, Madrid y Túnez, dijo: “La poesía triunfó”.

Eran casi las tres de la tarde y el texto plural había sido terminado. Más que un cadáver exquisito escrito por algún grupo de poetas profesionales, esta composición colectiva fue sobre todo un cuerpo de palabras perfectas e imperfectas, pero vivas y diversas.

Por ello, tal vez, la mayor virtud de este texto colectivo, más allá de los récord Guinness, podría ser la de convertirse en un espejo de la enorme necesidad de expresión de un pueblo que, cada vez, se comporta más como ciudadanía y menos como masa maleable. O como reflexionó Arenas tras unas preguntas de La Jornada:

“La gente tiene enormes ganas de escribir poesía. Muchos le atribuyen a la palabra el valor de un motor real, como si la mucha tinta tuviera una cualidad física, de acción. Para la mayoría de los participantes fue su primer contacto con la poesía. No hubo mucha síntesis ni metáfora, pero lo importante es que ya tuvieron su primer acercamiento.”

Este jueves debió ser un día importante para Arenas, pues por la tarde presentó en la Hemeroteca Nacional su libro Poéticamente incorrecto, editado por Praxis.

 
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