Usted está aquí: jueves 5 de julio de 2007 Opinión Finalizar la guerra de Irak: dos planes contrapuestos

Immanuel Wallerstein

Finalizar la guerra de Irak: dos planes contrapuestos

Sólo hay dos planes serios -o tal vez deberíamos llamarles maquinaciones- para ponerle fin a la guerra de Irak. Muchos se sorprenderán al darse cuenta de que uno es formulado por George W. Bush, y el otro por Moqtada al-Sadr. Los dos planes comparten la presuposición de que la guerra de Irak es un pantanal donde los proponentes de estos planes pierden más cada día que pasa. En todo lo demás, ambos (las dos maquinaciones) están en conflicto entre sí.

Cuando las cosas marchan mal de todos los modos posibles, los realistas descartan los objetivos máximos y buscan un arreglo que les otorgue por lo menos algo crucial. Entonces, la cuestión es: ¿qué es lo absolutamente crucial para George W. Bush y qué es lo absolutamente crucial para Moqtada al-Sadr?

Si comenzamos con Bush, primero que nada olvidemos la retórica y olvidemos lo que eran sus objetivos al inicio de la invasión de Irak. Pensemos dónde está él hoy. Ha perdido la mayoría del apoyo popular estadunidense para la guerra en Irak (éste bajó a un tercio, según las encuestas más recientes), y todos los signos parecen indicar que a menos que hubiera una mejoría militar, las cifras serán aún peores hacia fines del verano. Y en cuanto a la situación militar, el general Petraeus, comandante de las tropas estadunidenses en Irak, parece ser el brillante capitán de un barco que se hunde y nada de lo que Estados Unidos favorece en términos de política iraquí parece estar ocurriendo. El Partido Republicano corre el riesgo de tener que pagar un alto costo por esto en las elecciones de 2008.

Entonces, si fueran ustedes Bush, ¿qué intentarían salvar? De la larga lista de objetivos estadunidenses en Irak, el más importante ha sido el establecimiento de una base militar estadunidense, de largo plazo, en el país. En términos de política estadunidense, sin duda Bush querría minimizar el impacto negativo sobre las elecciones de 2008. Si estas dos cosas tuvieran prioridad, ¿cómo habría que hacerle? Una filtración reciente indica cuál maquinación se cocina.

Si a principios de 2008 Estados Unidos anunciara que reduciría su presencia de tropas a la mitad, y que en gran medida retiraría sus tropas de las acciones en el frente de batalla, ¿cuál sería la consecuencia? Primero que nada, mellaría el ataque que hacen los demócratas cuando afirman que nada se hace para reducir el involucramiento y las bajas estadunidenses. Segundo, pondría a los demócratas en la situación embarazosa de tener que decir si favorecen o no el mantenimiento de bases de largo plazo en Irak. Hay probabilidades de que muchos, tal vez la mayoría demócrata, favoreciera esto. Hay probabilidades de que incluso un presidente demócrata, si fuera electo en 2009, continuaría con esta política.

¿Qué podría perder Estados Unidos? Perdería su capacidad de interferir de modo cotidiano en la política iraquí. Podría también perder la propuesta reforma petrolera que Bush (y los demócratas) quieren que el parlamento iraquí promulgue. Probablemente conduciría al aumento de un poder suave de Irán en Irak. Pero Estados Unidos tendría las bases, lo que mellaría la culpabilización del Partido Republicano por el fiasco en Irak.

¿Puede Estados Unidos hacer esto? ¿Es ahí donde el plan contrario (o maquinación contraria) de Moqtada al-Sadr entra en operación? Una vez más hay que olvidar la retórica y hay que olvidar lo que Al-Sadr hubiera querido en 2003. Miremos sus dilemas. El es fuerte política y militarmente, pero tiene poderosos oponentes dentro de Irak. Tiene una organización que no está totalmente bajo su control. Si Estados Unidos se retira precipitadamente, no es nada seguro que en el mayor caos resultante pueda salir adelante.

Así que, ¿cuál es su cuestión de fondo? El quiere que Estados Unidos se retire por completo y quiere un gobierno central iraquí razonablemente fuerte. Es un líder chiíta, no hay duda, pero también un nacionalista iraquí. Su base está en Bagdad, y mucho federalismo puede crear grandes problemas para su supervivencia. ¿Qué podría hacerlo buscar un arreglo? ¿Cuál es su maquinación?

Parece clara, dado que el diseño emerge de modo tan público. Quiere hacer un trato con la resistencia sunnita. El y ellos comparten tres intereses: hacer que las tropas estadunidenses se vayan, frenar la violencia sunnito-chiíta que se está saliendo de su control, y crear un gobierno central relativamente fuerte. El trato tendría que involucrar mayor participación sunnita (e incluso baathista) en el gobierno. Pero eso implicaría una acción conjunta para librar a Irak de los elementos de Al Qaeda. E implicaría asimismo derrotar la reforma petrolera. Esto último es probablemente fácil, porque casi nadie en Irak favorece la propuesta de reforma, aunque se opongan a ella por diferentes razones. Y se opondrían a unas bases estadunidenses de largo plazo.

¿A qué estaría renunciando Al-Sadr? Primero que nada a su profundo antagonismo con los baathistas. ¿Puede no ceder en esto? Hay varios obstáculos internos: sus rivales chiítas, los kurdos y Estados Unidos, tal vez incluso los iraníes. Pero mantendría muy en alto el estandarte del nacionalismo iraquí, lo que a fin de cuentas resonaría profundamente en Irak.

Estas dos maquinaciones comenzarán a confrontarse abiertamente en 2008 y 2009. No queda claro aún cuál de las dos prevalecerá.

© Immanuel Wallerstein

Traducción: Ramón Vera Herrera

 
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