Usted está aquí: sábado 30 de junio de 2007 Opinión Wu Guanzhong: un pintor chino en París

Vilma Fuentes

Wu Guanzhong: un pintor chino en París

Salvador Elizondo me transmitió, para no decir contagió, su arrebato por Ezra Pound -arrebato que sólo moriría con él, a pesar del desencanto de sus palabras cuando escribe, en un último arrebato, el 21 de marzo de 2006, una semana antes de su muerte-: ''Perdí los arrebatos demasiado pronto y, además, me doy cuenta, desgraciadamente, de que los perdí". Inseparables de esa pasión, me instiló su pasmo ante los estudios de sinología de Ernest Fenollosa, el I Ching y los ideogramas chinos.

Por ello, cuando una ruptura me decidió a alejarme de México, le conté a Salvador que pensaba irme a China. Se me quedó viendo con el asombro que despierta la insensatez y, con su voz nasal, silabeando sus palabras, martillándome el cráneo con el sarcasmo que puso en ellas, me dijo: ''No has entendido nada: ¿no entiendes que nunca comprenderás un ápice del pensamiento chino? Así aprendas el mandarín y 20 dialectos, nunca podrás pensar como ellos. El pensamiento en Occidente es abstracto, el chino es concreto. Sus lenguas son sintéticas, hechas de superposiciones; las nuestras, analíticas. El color rojo, para ti, para mí, es una idea; para ellos, la conjunción de un petirrojo, una manzana, una rosa roja. Y la verdad -concluyó ya sin enojo, con algo de burla-, no te veo encerrada en el gueto de diplomáticos, eres demasiado curiosa".

Han pasado apenas poco más de tres décadas desde aquella conversación en el parque México. Ni siquiera un parpadeo ante el curso de la historia. Pero a veces ésta sufre aceleraciones -al menos en las apariencias que son algunos detalles que se consideran como ''el progreso". Cierto, en ocasiones, hay también transformaciones profundas que vienen desde muy lejos, preparadas por los siglos aunque parezcan súbitas.

Wu Guanzhong, el más grande pintor chino contemporáneo, verdadero sabio, quien ha adquirido en sus casi 90 años de vida (nació en 1919 en la provincia de Jiangsu) la costumbre de reflexionar, escribe en el espléndido volumen (Editions de La Différence), que reproduce su obra: ''Existe una distancia entre los chinos y los extranjeros de hoy, pero la que separa a los chinos de hoy de los antiguos es aún más grande. La distancia entre los chinos y los extranjeros de mañana va a reducirse mucho y la que separará a los chinos de mañana de los antiguos va a seguir creciendo".

Wu sabe de qué habla: su obra, que puede admirarse en las 400 páginas de este libro-cofre, ha explorado el universo de la pintura tradicional china y los estilos más diversos del arte contemporáneo occidental. Durante su primera estancia en París (1946-1950), como sus amigos Zao Woo-Ki y Chu Teh-Chun, pensó pasar el resto de su vida en Francia. Nostalgia o sentimiento patriótico, según Alain Bonfand, autor de la presentación del libro, decidió regresar a China, donde se verá obligado a quemar gran parte de su obra ante la inminente llegada de los guardias rojos a su casa. Wu compara las obras maestras de la antigua China y las del Occidente contemporáneo a una pareja de mudos: ''quisiera remediar a este mutismo, a fin de que las obras de diferentes épocas y nacionalidades puedan acercarse y comunicar entre ellas".

Wu pretende ser de aquellos que destruyen muros que separan. Eterno viajero, considera que ''la creación artística no consiste en una búsqueda del origen sino en una exploración de lo desconocido". Por esto, después de explorar el Occidente, dice: ''lo que yo no conocía, en realidad, otros ya lo conocían; por eso regresé para ir en busca de lo desconocido de antaño y de hoy, de China y del extranjero; mi destino se sitúa en el seno de lo desconocido".

Sin embargo, la distancia entre el pensamiento chino y el occidental no parece haberse acortado ni un ápice en lo que consiste lo esencial: cuando los editores, Vital y Lambrichs, le mostraron las pruebas del libro, comentó: bien, bien, pero es extraño. Mismo comentario de parte de la traductora china, quien explicó: el orden cronológico de las reproducciones, eso es lo extraño. El sentimiento, la concepción el tiempo, nuestra cronología, nuestros calendarios les sorprenden. Su concepción del tiempo obedece a una lógica todavía hoy aún tan inexplicable como enigmática para nosotros.

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