Usted está aquí: domingo 24 de junio de 2007 Opinión Effi Briest

Carlos Bonfil

Effi Briest

En 1894, el novelista alemán Theodore Fontane se inspira en un hecho real para plasmar en Effi Briest la desventurada relación de una joven de 17 años, Effi, casada con un hombre mayor, el barón Geert von Instetten, antiguo pretendiente de su madre y persona de una mezquindad apabullante. Con él deberá recluirse en Kessin, pequeña población a orillas del mar Báltico, donde padece el escarnio de una burguesía local que no le perdona su espíritu desenfadado y su belleza. La amistad de Effi (Hanna Schygulla) con el joven barón von Crampas (Ulli Lommel) desencadena un drama conyugal, agudiza el repudio social y precipita a la heroína a la soledad y a la tragedia. Effi Briest es el soberbio retrato de una Emma Bovary prusiana. Fassbinder filma esta novela de la insatisfacción romántica a la manera de un relato de fantasmas -emparentado en más de un aspecto con Rebeca, de Alfred Hitchcock- según la obra de Daphné du Maurier, donde una joven ingenua es también sometida al acoso de una ama de llaves dispuesta a aterrorizarla y hacerle la vida imposible. El tránsito de una infancia privilegiada a la nueva condición de esposa virtualmente secuestrada es demasiado violento; Effi no puede, en consecuencia, jamás madurar emocionalmente.

Acusado a menudo de misoginia, el director de Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972) ha ofrecido, a la manera de sus maestros más admirados (Godard, Douglas Sirk, George Cukor) excelentes retratos femeninos, desde esta estupenda adaptación del relato de Fontane hasta la historia masoquista de Martha (1973), además del fresco histórico que incluye El matrimonio de María Braun (1978), Lili Marlene (1980), y Lola, una mujer alemana (1981). Estos retratos de la sensibilidad femenina son, al mismo tiempo, señalamientos muy elocuentes de la opresión social a la que la mujer es sometida. Pero Fassbinder va todavía más lejos al exponer de modo provocador las perversas relaciones de poder entre sus personajes. En los años 70, en pleno auge del movimiento feminista, el director muestra la dialéctica del sometimiento voluntario de sus heroínas y explica su postura personal: "Critico a las mujeres tanto como a los hombres. Lo que deseo decir sobre la sociedad puedo decirlo mejor cuando las tomo a ellas como personajes centrales. Son más interesantes porque, por un lado, están muy oprimidas, y por el otro, no lo están en absoluto -incluso, utilizan su opresión como un terrorismo eficaz".

¿Hasta qué punto la aceptación individual de la mediocridad, luego de la llamarada del adulterio, simboliza la resignación social y el sometimiento a un orden autoritario? Cada cinta de Fassbinder repite esta pregunta, ya sea mediante conductas marginales que se cumplen en la frustración o en la autoinmolación (La ley del más fuerte, 1974, El año de las trece lunas, 1978), o en la denuncia de paranoias colectivas que reclaman y pretenden justificar el terrorismo de Estado (Alemania en otoño, 1978, La tercera generación, 1979).

Effi Briest es la primera adaptación literaria del director alemán, y posiblemente la más sobria. Luego vendrá la serie de 14 episodios Berlín Alexanderplatz (1980), basada en la novela homónima de Alfred Döblin, y Querelle, de 1982, según la novela Querelle de Brest, de Jean Genet. En estas adaptaciones se despliega la variedad enorme de recursos estilísticos del cineasta: realismo contundente, casi documental, para la novela de Döblin; mitificación con delirios barrocos para la de Genet; clasicismo formal en Effi Briest, con fotografía en blanco y negro y disolvencias luminosas que invitan a una lectura fílmica por párrafos y capítulos, con intertítulos y elipsis narrativas. Una notable contención artística del mayor iconoclasta del cine alemán contemporáneo.

Effi Briest se exhibe hoy, a las 19.30 horas, en la sala 4 de la Cineteca Nacional.

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