Usted está aquí: viernes 8 de junio de 2007 Capital Ciudad Perdida, contraste entre los lujos de los narcos y la desgracia de los pobres

Más de 200 personas que invadieron el lugar fueron desalojadas ayer

Ciudad Perdida, contraste entre los lujos de los narcos y la desgracia de los pobres

Los afectados dicen haber sido engañados; los vecinos aseguran que el sitio era ''nido de ratas''

MIRNA SERVIN VEGA

Ampliar la imagen FOTO Alfredo Domínguez FOTO Alfredo Domínguez

Ampliar la imagen Durante el desalojo de los habitantes de los predios ubicados en Sor Juana Inés de la Cruz y Eligio Ancona. Durante el desalojo de los habitantes de los predios ubicados en Sor Juana Inés de la Cruz y Eligio Ancona. Foto: Víctor Camacho

Ampliar la imagen El secretario de la SSP-DF, Joel Ortega, acompañado del secretario de Gobierno del DF, José Avila Pérez, y el subprocurador de Averiguaciones Previas, José Héctor Carrión, durante el anuncio a los medios de dichos operativos El secretario de la SSP-DF, Joel Ortega, acompañado del secretario de Gobierno del DF, José Avila Pérez, y el subprocurador de Averiguaciones Previas, José Héctor Carrión, durante el anuncio a los medios de dichos operativos Foto: Cristina Rodríguez

El rostro de una mujer que no sabe leer ni escribir y que ha vivido 45 años en el mismo lugar porque no tiene otro sitio a dónde ir, es el rostro de la pobreza, que contrasta con los dueños de camionetas pick up, motonetas, lentes negros y tenis de marca que habitan el mismo predio, marcado con el número 112 de la calle Sor Juana Inés de la Cruz.

Es la Ciudad Perdida, domicilio que apenas tiene aproximadamente 8 metros de frente, pero que es tan grande que ha sido ocupado por cerca de 72 construcciones precarias, donde la mayoría de los habitantes tiene un lazo de parentesco común.

Fueron ellos, alrededor de 200 personas, quienes la madrugada del jueves llenaron la calle de colchones, cajas de ropa, refrigeradores, enseres y hasta una taza de baño, luego de que elementos encapuchados de la policía judicial, granaderos y policía preventiva, entraron los primeros minutos de ayer a "hacer un operativo contra el narcomenudeo", que resultó ser un desalojo.

Niños, mujeres en bata y ancianos, muchos de ellos enfermos, guardaban ropa y documentos como primera opción. Mientras, adolescentes en bicicletas merodeaban las calles y familiares y amigos trataban de traspasar las vallas de seguridad colocadas alrededor.

Por la mañana, el desconcierto era mayor, ya que el decreto de expropiación del Gobierno del Distrito Federal sólo hace referencia al predio ubicado en el número 108 de esta calle y no a la Ciudad Perdida, que ya había sido expropiada en 2004, por solicitud de sus propios habitantes, en favor del Instituto de Vivienda (Invi) del DF, porque las autoridades acordaron construirles departamentos en este mismo lugar.

Para ello, las familias se unieron a organizaciones como Patria Nueva e inclusive tramitaron tarjetas bancarias para depositar dinero como monto del enganche inicial, de lo que les prometieron sería algún día de su propiedad.

"Nos sentimos engañados", clamaban los habitantes entre las jaulas de sus pájaros, cobijas tendidas en la banqueta para dormir y garrafones de agua para sobrellevar el esfuerzo de la mudanza y el calor.

Nido de ratas

Sin embargo, el escenario no es el mismo para los vecinos de las calles aledañas a este predio, que identifican al lugar como un "nido de ratas", donde se escondían jóvenes dedicados a desmantelar autos y que huían en bicicleta. "Nadie puede pasar por este pedazo de la calle por la noche. Todos saben que se esconden ahí, pero nada se podía hacer"

Inclusive, los vecinos de esta colonia refieren que han tenido que podar los árboles de la calle, para poder vigilar los espejos y antenas de los autos, desde sus ventanas.

"Ojalá que expropien también otras casas que han sido invadidas por estas personas", alegó otro señor que vigilaba desde lejos el desalojo de sus vecinos.

Los testimonios de constates asaltos, ventanas rotas de automóviles estacionados y pinta de paredes, son comunes en el lugar, característico por la falta de iluminación en su exterior y cuyo futuro, promete un decreto, será el de un jardín público.

 
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