Usted está aquí: lunes 16 de abril de 2007 Espectáculos Miles convirtieron en santuario la tumba de Pedro Infante al celebrar 50 años de su muerte

Entre flores, veladoras y venta de tostadas, fotos y discos pirata, transcurrió el rito anual

Miles convirtieron en santuario la tumba de Pedro Infante al celebrar 50 años de su muerte

ARTURO CRUZ BARCENAS

Ampliar la imagen Entre empujones, estos dos fanáticos lograron la hazaña de llegar hasta el busto de bronce de su ídolo Foto: Cristina Rodríguez

Ampliar la imagen Costó cinco pesos estampar la imagen del homenajeado Foto: Reuters

Dicen que Pedro Infante es hasta milagroso, que lo que tocaron sus manos se purifica. Por eso, ayer en el Panteón Jardín su tumba se convirtió en especie de Muro de las Lamentaciones. Su busto en bronce buscaba ser tocado por miles, en una puja, aventones, gritos. Al llegar, cada una de esa parte del pueblo se tomaba la foto del recuerdo, ya fuera con un celular o con una cámara digital, o bien pagando 35 pesos por una imagen captada por alguno de las decenas de fotógrafos peseteros que hicieron su agosto en abril. "¡No se mueva, ahí ya sale con Pedro!"

El rito anual. En el 50 aniversario de su fallecimiento, acaecido aquel 15 de abril de 1957, Pedro estuvo con todos ellos. A las 10 de la mañana de este domingo comenzó la misa para que el alma del actor y cantante querido descanse en paz. Se prendieron veladoras y la liturgia giró en torno de la figura reproducida en miles de fotografías de a 20 pesos vendidas tanto en el camposanto como en las calles que ahí desembocan.

No era la fecha de su nacimiento, pero se escucharon Las mañanitas. Los peseros llegaban llenos. Los pasajeros bajaban e inmediatamente subían la cuesta, para ser recibidos por los vendedores ambulantes. En fotografías de todos los tamaños, Infante estaba a color y en blanco y negro.

Unos metros abajo de su última morada se instaló un escenario donde varios artistas cantaron y pronunciaron algunas palabras, hasta después de las seis de la tarde. Se escuchó el Son de la Negra. Hubo quien zapateó, levantó polvo y echó un grito muy a lo pelao, a lo mexicano, a lo bravío, a lo Pedro Infante.

Para llegar a la tumba del recordado no quedaba de otra que caminar sobre las otras. Angeles de piedra y mármol caídos, tumbados por la constante búsqueda de apoyo. Entre las veredas, en los intersticios, los vendedores de todo: discos piratas, películas piratas; MP3 con la discografía completa, con las 500 canciones, con todo Pedro; tostadas con nopalitos, queso, crema y chile, con una embarrada de frijoles chinitos.

Algunos llegaron de huastecos y otro de Tizoc

Las porras a Pedro no cesaron. "¡Lleve su foto, su bonito recuerdo!" Tortas de jamón, de queso de puerco. Una vez llegados ante la tumba, los más viejos echaron un grito, como los de Pedro en La oveja negra. Algunos llegaron vestidos como el actor en Los tres huastecos, con una cuera y toda la cosa, y paño rojo al cuello, con el amarre de lado. "¡Ahí viene Martín Corona!" Por todos lados se repitieron los lugares comunes; es más, mientras más comunes, mejor.

Una gran corona floral fue colocada detrás del busto de Pedrito. En su centro, cientos buscaban meter la cabeza para la foto que se colocará encima de la tele, en casa. En la parte posterior de una camiseta se leía: "Pedro Infante no estaba muerto. Andaba de parranda". El Panteón Jardín es un santuario y a él se ha de volver. "¡Caminen, no se detengan!" Una anciana se acercó al busto de Pedro y le habló cariñosamente.

Por los empujones, casi al llegar a la tumba, dos sesentones se dieron de golpes. Se escuchó ¡sock!, cuando uno de ellos conectó un trancazo en la mandíbula. Reclamos: "¡Así no, borrachos no!" Cinco pesos por estamparse en las mejillas la figura pedroinfantesca. Se formaron círculos ante quien llevó una guitarra y comenzó a cantar las famosas. Las cubas se sirvieron y eso se animó. Las canciones eran estocadas y en el panteón la certeza de que todo pasará se intensifica. ¡A beber y a cantar que el mundo se va a acabar!"

Uno vestido de Tizoc llegó por fin ante el busto; lo abrazó y le aplaudieron. Los camarógrafos arribaron con sus equipos y escaleras. Los empujaron; no por ser de la tv se salvaron de los reclamos. "¡Que se vea Píter¡ ¡Ah, caray! ¡No! ¡En español! ¡Pedro es mexicano!" Pareciera que el busto tiene vida. "Ni Gardel ni Elvis ni Los Beatles... como Pedro", se leía en una pancarta. Pusieron flores a la cabeza de bronce. Un fotógrafo pesetero apoyado de unas muletas caminó e hizo equilibrios para tomar la placa del recuerdo.

El pueblo, protagónico, cantó fuerte; ha salido de la ignominia con el apoyo de su ídolo. Los otros muertos pagaron el precio de estar enterrados cerca de la tumba del que interpretara a Pepe El Toro. "¡Yo quiero un Pedro en el cachete!" Algunos caminaron de un lado a otro y se dirigieron hacia donde se cantaba fuerte. Una guitarra es una orquesta. Hay que afinarse. Algunos émulos de Pedro le cantaron al oído a su novia o esposa. "Amorcito, corazón, yo tengo tentación, de un beso..." Para las chorreadas, pa las peor es nada. "¡Canten Nocturnal!"

La más interpretada del día fue No volveré, que Pedro hizo famosa. Se la dio Manuel Esperón. "Nunca pasará de moda, pues somos de algún modo igual que él."

El sol a plomo, la sed en aumento. No importa. Se escuchó Cien años... "Pasaste a mi lado...", en los 50 años de la muerte de un Pedro Infante, que está más vivo que nunca.

 
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